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Ni está ni se le espera. En un par de establecimientos del entorno de la Estación Marítima de Santander sí han tirado de inglés para atender a algún turista británico, pero nada reseñable ni comparable con la afluencia de otros años. La figura del visitante ... procedente del Reino Unido que llega o se vuelve a casa en ferri y aprovecha las últimas horas por la capital cántabra antes de embarcar para disfrutar de la hostelería regional no está este verano, y su ausencia se nota «en la caja».
«La diferencia es notable, igual estamos al 50%», resume José Luis Gándara, del Café Royalty, ubicado en la calle Calderón de la Barca. Los días de ferris eran «muy fuertes». Nada que ver con este verano. Si la llegada de turistas extranjeros durante la temporada estival ya era anecdótica, recibir visitantes ingleses suena a misión imposible desde que el Gobierno británico anunciara la imposición de una cuarentena de 14 días a quien llegue a Reino Unido procedente de España. Esta medida ya afectó a las conexiones aéreas con Londres, Edimburgo y Dublín. «La pandemia ha hecho daño, y la medida de la cuarentena ha terminado de rematar», resume Manuel Diego, de la Asociación Amigos de Parayas. Y ahora los ferris empiezan a tener cancelaciones y su ausencia rebota directamente en el trasiego y en los negocios de la ciudad cercanos al puerto de Santander.
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La expectativa es negativa: «Con tanto rebrote no sé si aparecerán en agosto». La relevancia que tienen los británicos para el sector hostelero es su perfil. «Consumen bien, son generosos», al menos en los restaurantes. La mayoría son personas mayores que vienen directamente a Cantabria o vuelven del sur de España y se quedan en Santander unos días antes de coger el ferri. Algunos están encantados con la región y se dejan ver cada año, son clientes habituales, «repiten y, como nos lo recuerdan, al final hasta les conoces», comenta Gándara. En el bar Cos&Cos comparten el mismo análisis. «Cuando llega el ferri los días son muy buenos, pero este año, a nivel económico, es un golpe», admite su dueño, Jacinto Zatarain.
osé Luis GándaraCafé Royalty
En la misma calle, Cristian Ríos, responsable de El Italiano, da una visión parecida. «La ausencia se nota en la facturación». Es un visitante que consume bien. En su caso, el paso por el restaurante supone un turno extra de cenas. Es más, lo adelantan para dar respuesta al horario tan diferente que llevan los ingleses. Si el ferri de vuelta sale sobre las 21.00 horas, un buen rato antes los turistas se pasan por el establecimiento para cenar, aproximadamente cuando el reloj marca las 18.00 horas, un turno que ni siquiera está entre los que ofrecen de forma habitual allí. Piden mesa, se sientan, consumen y en apenas un rato se marchan y dejan el hueco otra vez libre para el próximo cliente. No son de sobremesa. «Es un turista que consume bien. Viene, come y deja la mesa pronto», resume Ríos.
Cristian Ríos | El Italiano
No todo son restaurantes. En El Oso Goloso venden productos artesanos desde hace 15 años y conocen lo que el visitante inglés reclama. Tanto es así que tienen un espacio preparado exclusivamente para ellos, con el tipo de licor que consumen y a los precios que vienen buscando. Para su dueño, Gonzalo Salceda, los turistas que bajan del ferri son «un complemento al resto de ventas». Porque él considera que la comunidad autónoma debe apostar más «por los cruceros». Y más teniendo «una estación marítima de la que te bajas y estás en el centro», explica Salceda.
Darío Rico | Estanco Machichaco
Darío Rico es de Cáceres y en enero abrió el Estanco Machichaco, frente a la estación. El sitio lo pensaron mucho. «Buscamos una localización concreta y nos decantamos por esta, precisamente, por estar al lado del puerto», reconoce. Después de dos meses abierto tuvo que cerrar por la pandemia. Y ahora los ferris se resienten. Aunque no puede comparar este verano con ningún otro, los primeros meses del año sí se dio cuenta de que «el día de ferri se notaba», dice. A su establecimiento llegaban ingleses y franceses a comprar, sobre todo, tabaco «porque es más barato» y salen de Cantabria cargados.
Gonzalo Salceda | El Oso Goloso
En los comercios lo perciben menos. Lo cuenta Cristina Bárcena, de la tienda Regate Sport. «El ferri es un turismo más de paso, se nota mucho cuando viene un crucero». Es más, si la llegada de una embarcación así cae en domingo, «abrimos la tienda». No obstante, todo visitante que se deje caer «es bienvenido».
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