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La Policía Nacional detuvo en la noche del miércoles a un hombre que presuntamente acuchilló hasta matar a su madre de 80 años en la ... vivienda familiar, en la calle Calvo Sotelo de Santander. El supuesto parricida, con las iniciales Rafael L.M. y de mediana edad, podría haber sufrido «un brote psicótico», según fuentes policiales.
Fue a las 22.30 horas cuando la Policía Nacional recibió la llamada de una vecina que había escuchado fuertes golpes y gritos en una de las viviendas de su edificio, situada en el séptimo piso del número 6 de Calvo Sotelo, justo frente a la plaza del Ayuntamiento de Santander. El hombre estaba «fuera de sí», y llegó a destrozar los cristales de la ventana de la cocina de su casa, lanzando objetos al patio interior. Un teléfono móvil y lo que parecen partes de una freidora, se veían por la mañana esparcidos por el suelo.
Al llegar al domicilio, los agentes encontraron el cadáver de la mujer de 80 años, Pilar Moreu, una enfermera jubilada que estaba entregada a diversas causas sociales; y detuvieron a su hijo Rafael, que se encontraba también en la vivienda, como presunto autor de los hechos, y que debido a su estado de alteración acabó siendo trasladado al hospital Valdecilla con escolta policial.
El 061 desplazó una UVI móvil al lugar, pero los sanitarios sólo pudieron confirmar el fallecimiento de la mujer. Los médicos también atendieron al hijo, pero el traslado al hospital se realizó en una patrulla.
Componentes de las unidades de Policía Judicial y Policía Científica estuvieron trabajando en la vivienda, recabando pruebas, hasta bien entrada la madrugada, una labor que continuó durante la mañana, ya que el cadáver de la infortunada no se retiró hasta primera hora de la tarde. Las investigaciones para esclarecer las circunstancias en las que se produjo el homicidio siguen abiertas y se ha decretado el secreto de sumario. Aunque se desconocen las causas que pudieron provocar el trágico suceso, las pesquisas apuntan a un posible brote psicótico del presunto parricida.
Durante toda la mañana, los investigadores se entrevistaron con los vecinos de una comunidad conmocionada, pero que ya había sido testigo de numerosos incidentes protagonizados por el ahora detenido: «una vez quitó los felpudos y los tiró al contenedor, otra quemó la alarma del ascensor...», comentaban.
El presunto autor del crimen convivía con su madre y un hermano –no consta que estuviera en casa en ese momento–, en el séptimo piso. De él, que fue vigilante de seguridad en el País Vasco pero estaba sin trabajo en estos momentos, destacan su carácter cambiante –«a veces está simpático y saluda, otras huraño...»–, quizás motivado por la enfermedad mental que aseguran que padece y que le obliga a tratarse.
Poco más se conoce de sus costumbres: acudía a menudo a la biblioteca municipal a leer los periódicos, y también frecuentaba un local de apuestas en la calle Rualasal. Solía hablar, con quienes tenía algo más de confianza, de sus proyectos de filmar «cortos de cine de terror».
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De lo que pudo ocurrir por la noche dan fe los «golpes» que sintieron los residentes, así como los fuertes gritos que escucharon, aunque parece que no por parte de la fallecida. Y una palabra: «Medicamento», pronunciada a voces por el detenido en pleno fragor.
La muerte de Pilar Moreu ha causado un hondo pesar entre sus familiares y amigos, y también entre compañeros y colaboradores de las asociaciones filantrópicas de las que formaba parte: era delegada en la región de Entreculturas, vinculada a la educación infantil en países en desarrollo, y vocal de la Asociación Cántabra Provida. La presidenta de esta última, Esperanza González, la definía como «una mujer muy fuerte y dedicada a los demás, con muy buen carácter», y un profundo sentimiento religioso, e insistía en dejar constancia de «su entrega a su familia y a las necesidades que veía a su alrededor».
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