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Aunque hoy se le conoce como Muelle de Maura y es una zona de paseo, desde el siglo XVIII hasta los años 40 del XX fue el Muelle del Martillo porque su forma recordaba a la de esta herramienta -posteriormente, dio nombre a la calle ... que tiene justo enfrente, que simulaba el mango-. Entonces y hasta bien entrado el siglo XX, los muelles eran de madera. En esta zona se concentraba la actividad portuaria de la ciudad y se acumulaban grandes navíos, cuyas mercancías se movían con máquinas de vapor que llegaban hasta allí. Con el paso del tiempo, la zona fue creciendo y la ciudad fue ganando espacio al mar, lo que desdibujó su forma de martillo hasta apenas intuirse. Así, en la década de los 40 se sometió a una rehabilitación y se renombró como Muelle de La Restinga de la Monja.
A partir de entonces, la actividad industrial empezó a decaer en esta parte de la ciudad y, con la construcción de los muelles de Raos a finales de la década de los 80, el centro se liberó del todo. Desde entonces, los peatones tienen prioridad y, una vez termine la rehabilitación recién iniciada, recuperarán unos cuantos metros de este paseo marítimo.
VIDA PORTUARIA
NUEVA CONFIGURACIÓN
EN LA DÉCADA DE LOS 40
En el siglo XVIII, entre lo que entonces era el Muelle del Martillo y la Catedral sólo había agua. Donde hoy están los Jardines de Pereda había mar, era el Puerto donde se acumulaban los barcos. Y Santander terminaba ahí, porque desde el lugar donde hoy está la Grúa de Piedra en adelante había más mar. La forma de martillo, entonces, era muy clara. El 'mango' entraba varios metros dentro del agua y el extremo se bifurcaba en dos. La 'cabeza' de la herramienta estaba orientada hacia la Catedral y el 'saca clavos' hacia el este. En el siglo XIX, a medida que la ciudad va ganando espacio, el 'mango' se fue acortando pero no perdió su forma hasta varias décadas después.
En los siglos XVIII y XIX, los muelles -tanto el del Martillo como todos los que componían el Puerto- eran un hervidero de maestros de ribera, calafateadores, calderas de alquitrán, talleres y depósitos. La actividad era frenética, pues entonces este era el Puerto de Castilla, base de los ejércitos de Flandes. Fue a las puertas del siglo XX cuando empezó a rellenarse la Dársena Grande, aquel espacio de mar entre el Martillo y la Catedral. «Hasta este momento, al borde del Puerto estaba el mercadillo al aire libre de Naos pero, con este nuevo avance de la ciudad frente al mar, las pescaderas tuvieron que trasladarse al mercado de Atarazanas, aproximadamente en la zona donde hoy empieza la calle Calvo Sotelo, por el lado de Isabel II», explica el arquitecto y miembro del grupo Alceda, Domingo de la Lastra.
A principios del siglo XX, el entorno del Muelle del Martillo empieza a parecerse más a la actualidad. Ya está la plaza de 'Las Farolas', nombre por el que se sigue conociendo a día de hoy a la plaza de Alfonso XIII. También estaba ya allí el servicio de Telégrafos. Esta plaza albergaba gran parte de la vida de la ciudad, con comercios marineros y puestos de pescado al aire libre. Aunque al lado se construyó la llamada 'Pescadería Nueva', las pescaderas se negaron a trasladarse a su interior y siguieron vendiendo pescado en la calle, junto al mar. Los Jardines de Pereda, en el espacio entre La Catedral y el Martillo, se inauguran en 1905, por lo que la configuración ciudad-mar es casi igual a la de hoy.
Todavía durante las primeras décadas del siglo XX, esta zona de Santander recibía grandes navíos como el Vapor Alfonso XIII (1910). Las carretas y el ferrocarril seguían siendo parte fundamental de la actividad y llegaban con harina del resto de Castilla para su exportación. Las mujeres eran protagonistas en las labores del Puerto, ya que predominaban en la carga y descarga de mercancía. Además de la harina, llevaban también carbón. Su papel fue perdiendo importancia en los años 30, cuando se instalaron nuevas grúas que sustituyeron su trabajo.
El Muelle del Martillo, que era de madera, se sustituyó por hormigón durante la posguerra. Concretamente, el proyecto se firmó en 1946, como recogen los documentos del Archivo del Puerto. Los materiales, en aquella época, no eran los mejores, lo que justifica que su estado fuera deficiente cuando se tuvo que cerrar a finales de 2018. En la memoria se expone que este muelle se llamaba 'Restinga de la Monja' y que era necesario renovarlo porque algunos de los últimos navíos que habían llegado a Santander se habían quedado varados por la poca profundidad de la zona. El documento también apunta que la arena necesaria para la otra «habrán de sacarse de los fondos próximos del espigón proyectado».
Aunque este muelle, más tarde conocido como Maura, se renovó a mediados del siglo XX, la actividad portuaria en esta zona de Santander empezaba a descender. Los navíos, cada vez más pesados, eran demasiado grandes para atracar en esta céntrica zona. Por ello, se proyectó trasladar la actividad a la zona de la Ría de Raos, con más espacio para los barcos que se construían en la época. En 1985, se inauguran los primeros muelles y, cuatro años más tarde, se finalizan las obras del espigón norte. Con toda la actividad trasladada allí, la zona del Muelle de Maura se convierte en el paseo marítimo, con el único objetivo de convertirse en una zona de ocio para los vecinos y visitantes de la ciudad. Ahora, sólo es cuestión de unos meses que se recupere el ancho total de la zona, restringida durante tres años por las deficiencias.
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