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Medio siglo al servicio de Cueto
Historia ·
El párroco Julio Blanco fundó hace 50 años el Centro Social Bellavista con el objetivo de cubrir las «necesidades de un pueblo que no estaba asumido por la ciudad»Secciones
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Historia ·
El párroco Julio Blanco fundó hace 50 años el Centro Social Bellavista con el objetivo de cubrir las «necesidades de un pueblo que no estaba asumido por la ciudad»Hace cincuenta años el entonces párroco de Cueto, Julio Blanco, vio una carencia educativa entre los vecinos de un pueblo que «no estaba asumido por la ciudad (Santander)». También se percató de la llegada de numerosas familias «de origen gitano-portugués» que se instalaron y ... empezaron a vivir en los alrededores de la zona, pero «en chabolas», en malas condiciones higiénico-sanitarias. Las ganas de querer «cubrir las necesidades» educativas de los más jóvenes e integrar a los recién llegados, le llevaron a poner en marcha el Centro Social Bellavista del que hoy es director titular Domingo Landeras, quien pronuncia los primeros entrecomillados. Ambos trabajaron juntos durante ocho años, hasta el 2000, cuando el párroco falleció. Él cuenta que ese tiempo como compañeros fue «muy intenso», pero que aprendió mucho de Blanco, «una de esas personas en las que confías», destaca. Desde ese momento asumió el mando de un centro concertado que cubre todos los ciclos educativos desde la guardería y el aula de dos años hasta Primaria y la ESO. Y, además, también cuenta con dos módulos de Formación Profesional Básica (FPB) en Carpintería y Mantenimiento de Vehículos. Aunque su labor en el barrio va mucho más allá. Forman parte del día a día, de la vida de Cueto.
Más allá del cargo que ocupa cada persona, son una «familia», resume José Manuel Gerez, director pedagógico del colegio. Y se refiere tanto a la plantilla como a los vecinos que apuntan a sus hijos al colegio. Por allí pasan diferentes generaciones de cada familia. «Tenemos en clase nietos de las familias de gitanos que empezaron con nosotros en el 71», explica Landeras. Para ellos, para que estuvieran escolarizados y pudieran integrarse, la Parroquia servía de «escuela puente».
Y, así, trabajan cada día para seguir cumpliendo con ese objetivo de cubrir las necesidades del entorno cercano. Eso implica cuidar de los estudiantes, pero también del resto de la unidad familiar con otras ayudas que llegan desde Cáritas parroquial como, por ejemplo, asegurar la entrega de alimentos a quienes carecen de recursos. «Tenemos varias patas. Incluso un centro de día para las personas mayores», añade. Es decir, servicios para atender al grupo. Todas las actividades encaminadas a cubrir las necesidades de las personas con las que comparten portal. Es más, el centro social también participó en la creación de la Asociación de Vecinos. Se cuidan entre ellos.
Cada día dan forma a un proyecto que sale adelante gracias a las más de 80 personas que hay detrás y que son «todoterreno», subraya Landeras, que define así a la plantilla porque intentan siempre llegar a todo y están en «constante adaptación». Una característica fundamental del centro. Ajustarse a las realidades y situaciones con las que se ha encontrado en este medio siglo de historia. «Somos un sitio de acogida, aquí no se cierran las puertas a nadie», insiste Landeras.
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