«He montado mi oficina en el paseo marítimo»
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Maestro de periodistas en El Diario Montañés y coordinador de las Casas de Cantabria durante décadas, recibirá el próximo viernes el galardón en una gala en el SantemarNo hay periodista en El Diario Montañés de cierta edad que no acudiera alguna vez a la mesa de Chuchi Teja en busca de consejo. Es una buena tarjeta de visita. Una de las muchas de Jesús Martínez Teja (Santander, 1950). Periodista, primer jefe de ... prensa del Gobierno regional, enviado especial a dos Juegos Olímpicos, cronista -y amigo- de Seve Ballesteros, coordinador de las Casas de Cantabria, premio Estrañi... Hasta un pasodoble lleva su nombre. Y, desde el próximo viernes, Emboque de Oro, el galardón de la Casa de los cántabros en Madrid.
-¿Qué siente un periodista cuando es noticia?
-Extrañeza. Pero, no sé si por fortuna o no, en los últimos tiempos he vivido alguna de estas extrañezas en las principales actividades profesionales a las que he dedicado mi vida. El premio Estrañi en 2017 como periodista y, ahora, el Emboque de Oro. Dentro del panorama social, veraniego y de las Casas de Cantabria, es el máximo galardón junto al homenaje que me brindaron hace años en el Museo Marítimo y que me llenó también de satisfacción.
-Desde la atalaya de un banco del paseo marítimo, ¿cómo ve el periodismo alguien que ha ejercido cincuenta años?
-Muy cambiante. Empecé cuando los periódicos eran los mismos que venían existiendo desde principios del siglo XX. Había linotipias, componedores... Había que ir a buscar las fotos de Madrid a la estación y la lotería se cogía al oído (con alguien escuchando y apuntando). Era un periódico de mucha gente, sobre todo en talleres, y de mucho esfuerzo, hasta físico. Con las nuevas tecnologías los talleres prácticamente no existen. No se parece en nada. Cuando entré, por ejemplo, no había mujeres en la redacción. Y ahora son mayoría. En el aspecto gráfico, Manolo Bustamente, el fotógrafo histórico de El Diario, tenía que hacer una labor artesanal. La suerte de la foto se jugaba a un 'clic'. Y luego iba al periódico, revelaba, veía las fotos... Eran periódicos de plomo, zinc, tinta. El de las prisas, el tabaco, el olor a alcohol o los gritos porque el material no llegaba a tiempo. Ahora la apariencia es más como un hospital y se ha perdido, en algunos aspectos, algo de alma, pero es normal, es el signo de los tiempos, como todo en la vida.
-¿Y la sociedad? Desde el banco sigue contando lo que ve.
-Sí. Digo a veces que he montado mi oficina en el paseo marítimo. Un problema que siempre ha tenido el periodismo es que se sale poco a la calle. Y eso no es bueno. Sentarse en el paseo y tener el oído atento (y entrenado) es una fuente inagotable de noticias costumbristas. Pero, claro, no siempre hay tiempo para hacer algo así. Yo lo hago porque estoy jubilado.
-Por cierto, El Diario cumple 120 años y usted, a grandes rasgos, ha estado la mitad.
-Desde el año 66 hasta hoy. ¿Tanto tiempo sale?
-Eche cuentas.
-Pues tiene razón. Empecé muy joven. Desde muy niño tuve claro que quería dedicarme a esto. El Alerta estaba en Santa Lucía, Radio Santander en la Calle del Martillo y El Diario, en Moctezuma. Yo vivía en la calle Pizarro, en medio de todo. Salía del cole y me gustaba pasar por Moctezuma y detenerme ante la puerta. Enfrente había un garaje que guardaba el taxi número uno. Era de un amigo, Leoncio Mayo, y estaba allí charlando con él. Un día Manolo Bustamante me invitó a pasar. Vi los teletipos, las enormes bobinas de papel, la rotativa de entonces... Decidí que era lo que quería hacer. Lo que más recuerdo es a la gente. A mí me parecían muy mayores, pero ahora yo tengo más edad que todos por entonces.
-El Estrañi en 2017, cubrir dos Juegos Olímpicos y ahora el Emboque. Le pongo en un aprieto: quédese con una cosa.
-No puedo. Es que son cosas diferentes. Uno por el periodismo y otro, por la dedicación a las Casas de Cantabria. Si fueran dos en un mismo campo elegiría. Son una satisfacción enorme. El Estrañi lo conceden tus propios compañeros y el Emboque revela que, si no has hecho las cosas bien, al menos hay gente que lo cree. Es muy reconfortante.
-De deporte no me ha dicho. Por cierto, ¿Seve tiene lo que se merece en Cantabria?
-Cuando tenía que haberlo recibido era en vida. Todo lo importante vino después. En Cantabria, en general, nunca se supo quién era de verdad Seve Ballesteros ni su proyección mundial. En los ochenta, un estudio de una revista inglesa decía que era uno de los cinco españoles más conocidos. La primera vez que vi un Open Británico me quedé impactado. Era, con diferencia, el más seguido sin importar cómo estuviera clasificado. Daba espectáculo. Aquí me consta que se ofreció a las autoridades de Cantabria y de Santander para hacer promoción y todavía está esperando. Ahora se está aprovechando su figura, pero a través de personas que no lo conocieron de verdad.
-Hablemos de las Casas de Cantabria. ¿En qué ha cambiado su filosofía en un mundo tan globalizado como el actual?
-Ha cambiado, como la propia sociedad. Se crearon con dos fines. Además de punto de encuentro fue con el afán de convertirse -y en las de América era evidente- en sociedades que defendieran los intereses, la economía y la salud de los cántabros. Por cada cántabro que triunfaba, había cien que no. Y no existía la Seguridad Social. Atendían a los que tenían necesidades con pequeñas aportaciones del resto. Hay casas que han perdido su sentido en ese aspecto tradicional. Porque, además, en Baracaldo, Burgos o La Rioja, que coges el coche y estás aquí en nada, no hay ese sentido de añoranza por la tierra. De unos años a esta parte funcionan -y si no lo hacen, deberían- como centros de promoción e información de la tierra.
-Oiga, ¿y eso del pasodoble?
-Lo que define a la Casa de Valencia es su banda de música. Es extraordinaria, actúa por todo Levante y visita otras casas. Componen alguno de sus pasodobles y tuvieron la deferencia de dedicarme uno.
-Se la pongo para empujar. Recibir el Emboque de Oro es...
-Lo máximo a lo que se puede aspirar en este ámbito de las Casas de Cantabria.
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