La nueva cara del Mercado de Puertochico

Finalmente, porque la reforma integral ha sido tan profunda como lenta, ya que el proyecto se adjudicó en 2016 y ha sufrido incontables imprevistos, problemas y retrasos. Pero ahora, que ya es una realidad patente, queda celebrar el resultado. Parece que se tratara de un mercado completamente nuevo, en el que la entrada de luz natural y las zonas acristaladas son señas de identidad, como el obrador de La Crujiente, 14 metros cuadrados donde se elaborará artesanalmente el pan y otras masas, completamente a la vista de los clientes.

La plaza abrirá al público con un total de seis puestos, cuatro menos de los que había hace una década. De los comerciantes de siempre, se mantienen cuatro (una pescadería, una carnicería y dos fruterías), a los que se suman dos nuevos fichajes, La Crujiente y Quesoba, ya anunciados por este periódico.

Las obras están casi terminadas, a falta de los últimos flecos, y El Diario Montañés ha podido recorrer el interior para comprobar de primera mano el notable cambio. La planta ocupa 600 metros cuadrados completamente renovados, donde predomina el suelo de madera clara a juego con el revestimiento de los mostradores de cada puesto y el azul marinero de las paredes, que irá en algunas zonas recubierto por pizarras de vidrio transparente donde se anunciarán productos del día y ofertas.

Todo el conjunto evoca un aire marinero, con luz indirecta sobre los productos. El principal cambio será la nueva entrada que ocupa el esquinazo con Casimiro Sainz. El acceso es acristalado, lo que permite que el mercado se llene de luz y que desde la calle se vea la actividad comercial del interior del mercado. «La entrada acristalada, con un enorme porche, cambia la visión del mercado desde la ciudad. Entra la luz y deja que se vea un mercado que antes estaba muy oculto», destacó el arquitecto de la promotora Baika Puertochico, Sergio Martínez. «Tras las obras, el mercado nace con más fuerza comercial de la que tenía y un dinamismo muy potente con la entrada de La Crujiente y Quesoba, dos nombres de referencia», añade.

Junto a estos dos traspasos, seguirán cuatro puestos de toda la vida: Frutería Angelines, Carnicería del Castillo, Pescadería Allica y Frutería Isabel. Esta última había cerrado durante el periodo de obras (que se ha extendido durante cuatro años), pero vuelve a abrir y lo hace con el puesto más grande del mercado, que ocupa 40 metros cuadrados. Por detrás, el espacio de Quesoba tiene 20 metros cuadrados destinados a charcutería.

También hay unos amplios aseos con un alicatado en azulejo blanco y las juntas en color azul; una oficina del Ayuntamiento de Santander y una planta baja de 120 metros cuadrados como almacén. A la entrada se mantiene el bar Popi, que lleva todo este tiempo «oculto por unos casetos de obras que nos dijeron estarían nueve meses... y se han quedado cuatro años», se quejaban ayer desde la barra.

En la planta de arriba está pendiente de levantarse un pabellón acristalado con terraza que ocupará la superficie de 225 metros cuadrados y que se destinará a negocios de hostelería, al igual que la planta baja con entrada desde Tetuán. «Todavía seguimos en negociaciones con las posibles opciones de hostelería, que serán entre dos y cuatro negocios»; entre ellos está la posibilidad de que se establezca un McDonald's, pero este asunto «sigue en negociaciones», informan los promotores.

En una semana comenzarán las obras en la zona de hostelería, donde hoy en día siguen establecidos los puestos de los comerciantes hasta su traslado a la parte nueva, algo que se producirá dentro de tres o cuatro días, aproximadamente.

«Tenemos el objetivo de que las obras de la zona de hostelería estén listas en nueve meses, aunque dependerá del tiempo que tarden en tramitarse las licencias de actividad», detallan desde Baika.