Nueva Montaña, el barrio de los sobresaltos
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Su ubicación sobre una marisma ha condicionado la vida del distrito desde que era un área industrial hasta ahora que es una gran zona comercial y residencial de la ciudadSecciones
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Santander ·
Su ubicación sobre una marisma ha condicionado la vida del distrito desde que era un área industrial hasta ahora que es una gran zona comercial y residencial de la ciudadNo sale de un sobresalto y ya sabe que, en un tiempo, estará en el siguiente. Nueva Montaña acumula inquietudes que ponen al barrio en la picota de forma cíclica y siempre con la marisma de Raos en boca de todos. Porque la población de este gran distrito del sur de Santander convive con la ría y vuelve los ojos a ella una y otra vez para explicar casi cualquier incidente. A veces es así: en el verano de 2013, un socavón partió en dos una acera de la calle Tomás y Valiente y los técnicos municipales lo atribuyeron a las aguas que atraviesan el subsuelo, que habrían arrastrado los materiales que la sostenían.
Pero otras veces, su condición marismeña nada tiene que ver. A mitad de 2018, un edificio de la misma calle se agrietó y causó gran alarma. Entre los afectados rebrotó la tesis de los terrenos pantanosos pese a que los expertos no encontraron explicaciones en esa línea.
Sea como sea, el agua marca al territorio desde siempre. Nueva Montaña se ha construido sobre una marisma de 300 hectáreas (tres millones de metros cuadrados), según el dato que aporta el Colegio de Geógrafos, que pone los límites de la zona antiguamente inundada en Mercasantander y en la curva de Parayas. En toda esta superficie permanecen 75 hectáreas sin urbanizar, correspondientes al área de Alday y la ría propiamente dicha (en sentido amplio). Sobre el grave deterioro de ésta surgen también periódicamente denuncias. Hace solo unos meses se la volvió a calificar de «estercolero».
Esa impronta está en la memoria y es difícil de superar. Los más veteranos recuerdan los años en los que algunos vecinos del grupo de viviendas de Santiago el Mayor –la única urbanización que queda de los antiguos poblados obreros asociados a Nueva Montaña Quijano– tenían que salir de casa en barca de remos porque las viviendas se habían construido muy pegadas a la ría «con materiales de la época y prácticamente ninguna cimentación», como relataron a El Diario Montañés en 2006 Manuel Quevedo y Carmelo Ortube, dos históricos dirigentes vecinales.
Y cada cierto tiempo, un incidente se encarga de recordar los cimientos del lugar. En Santiago el Mayor, por ejemplo, en 2001 se hundió parte de una carretera y una acera en el entorno del colegio público. Durante lustros, además, el retraso en construir un colector general de saneamiento para evacuar las aguas de lluvia provocaba inundaciones y las correspondientes quejas. La salud de los terrenos ha sido otro elemento a poner en cuestión, por aquello de que hay áreas donde el material de relleno fueron escorias, los sobrantes de la actividad siderúrgica.
Luego está el caso de 'Las Acacias', que pesa lo suyo. Lo señalan un par de vecinas de las que salieron corriendo de su casa el pasado lunes, que no quieren dar su nombre. Son rotundas: «En 'Las Acacias' las familias han sufrido mucho económicamente» porque las cimentaciones no fueron correctas, lo que provocó que varios edificios se inclinaran y hubiera que desalojarlos. Esa urbanización está solo a un kilómetro largo del parque infantil que se fue abajo la mañana del lunes.
Ese día, con el desplome de esa instalación sobre unos garajes subterráneos, se renovaron los temores. Los expertos de cualquier ámbito prefieren guardar silencio sobre lo que ocurre en Nueva Montaña, a la espera de que pase el chaparrón. Un ingeniero que pide no ser identificado descarta, sin embargo, que sea un riesgo para los bloques el que los terrenos que ocupan hayan sido rellenados. «Cuando se empieza una obra, las cimentaciones se planifican de acuerdo a la calidad de los suelos. Si son deficientes, se hacen asentamientos especiales. Esas alusiones de la gente a la marisma cada vez que hay un problema son demasiado fáciles, porque siempre se baja con pilotes hasta que encuentra la superficie correcta», explica.
El hecho de que una empresa como El Corte Inglés ni siquiera se haya planteado investigar el estado de su sede avalaría esta tesis. La gran superficie comercial hizo sus mediciones en su día –al hilo de su construcción, ejecutada a finales de los 90–. Y el último episodio preocupa a una de las principales marcas de España en calidad de vecina, pero no desde el punto de vista técnico, de modo que no se ha encargado ningún informe, dijeron fuentes de la compañía. Su edificio se levanta sobre el viejo campo de fútbol.
Lo cierto es que Nueva Montaña se ha transformado «radicalmente» en las últimas dos décadas y hay quien apunta a que ha sido esa celeridad en la conversión lo que ha traído los problemas, ya que los vecinos y sus necesidades han llegado con más rapidez que las infraestructuras, «como pasa siempre» en los desarrollos apresurados. En sus inicios en el siglo XIX, la zona no era más que un poblado de pescadores alejado de la ciudad. Empezó a estar en el mapa y a subir en población gracias a la enorme industria siderúrgica que se levantó allí, que necesitaba estar cerca del Puerto y que impulsó hasta su propia línea de ferrocarril para el transporte de materiales. La factoría dio el nombre al lugar, era propietaria de la mayor parte de la superficie y caracteriza la historia reciente: cuando la sociedad lo necesitó para su supervivencia, acordó con el Ayuntamiento de Santander una recalificación de sus dominios, momento en que esta parte de Santander se convirtió en una de las áreas de expansión de la capital.
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En la actualidad perviven allí algunas fábricas, caso de Global Steel Wire (la antigua Nueva Montaña Quijano) o Saint Gobain PAM (anteriormente Funditubo), pero los servicios, el comercio y las urbanizaciones residenciales han ido comiendo el espacio y diversificando la oferta. Ahora el barrio cuenta con gasolinera, una iglesia nueva, colegio público, grandes almacenes de multinacionales (Bricomart, Conforama) y hasta con un McDonald's.
Es una de las zonas más jóvenes de la ciudad. En el estudio realizado para la 'Estrategia de Desarrollo Urbano Sostenible 2014-2020' se señala que su índice de envejecimiento «está alejado del conjunto». Dos datos avalan el comentario: solo el 13% de la población pasa de los 64 años y el 17% de los residentes tienen menos de 16, lo que hace que la edad media del barrio se sitúe en los 40 años, seis por debajo del santanderino promedio.
Esta juventud va ligada al intenso proceso regenerador de los últimos 20 años. Aunque el punto de inflexión, el motor, fue la apertura del centro comercial Bahía de Santander, la recalificación de terrenos de la actual GSW fue determinante para el crecimiento del barrio, ya que propició la construcción de un buen porcentaje de viviendas de protección oficial, más solicitadas por parejas jóvenes. Desde el año 2000, se han levantado en Nueva Montaña seis grandes urbanizaciones promovidas tanto por Gesvicán (la empresa pública de vivienda del Gobierno regional) como por el Consistorio que suman 1.848 pisos a precios asequibles.
Aunque en el Ayuntamiento de Santander consideran técnicamente a Nueva Montaña todo el espacio que va (más allá de las vías del tren) hasta la antigua carretera general N-623 (denominada en un tramo Avenida Primero de Mayo), prácticamente todo el mundo denomina Nueva Montaña al entorno de la Global Steel Wire, un barrio que ha crecido en los últimos 20 años a base de enormes urbanizaciones de pisos. Los mayores del lugar suelen decir que la primera Nueva Montaña se desarrolló en horizontal (en referencia a los grupos de casas que la antigua sociedad Nueva Montaña Quijano levantó para sus empleados en el entorno de la factoría) y que el segundo barrio se ha construido en vertical, aludiendo a los grandes bloques de pisos que copan el espacio en la actualidad.
Desde el año 2000, en la zona han promovido tanto el Ayuntamiento de Santander como el Gobierno regional a través de Gesvicán –empresa pública de vivienda– además de otras privadas, como Cenavi, Metrovacesa, Raimconsa y Urcasa. Todas han desarrollado proyectos con un elevado número de viviendas. La primera, Cenavi, que en el año 2000 entregó 240 pisos. En 2002, Metrovacesa levantó otros 176 en varios bloques. Raimconsa fue responsable de poner en pie un total de 485 viviendas más entre 2003 y 2009. Gesvicán, en 2004 entregó otras 91, en tanto que Urcasa edificó 384 más entre 2006 y 2008. Estas son, por el momento, las últimas de la zona.
Gesvicán, por su parte, promovió en 2005-2006 las 472 viviendas cuyos propietarios están ahora en vilo, tras haberse desplomado una zona de parque infantil y pistas deportivas el pasado lunes sobre una zona de garajes subterráneos. La urbanización sufrió en su día varios retrasos en el proyecto, para disgusto de los beneficiarios de la obra.
En el área también se localizan dos urbanizaciones históricas: el barrio de Santiago el Mayor, que data de los años 50 y donde se contabilizan 90 casas, y el de Isla de Óleo, con otras 71 viviendas y que data de 1971. Otros grandes grupos residenciales de la zona fueron la urbanización Bartolomé Darnis (de 1929 y que se echó abajo para renovar el área), El Carmen, San Juan, La Estación o La Lenteja, todos crecidos al calor de Nueva Montaña Quijano.
El hundimiento del aparcamiento, capítulo a capítulo
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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José A. González y Álex Sánchez
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