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Es el mismo paseo, pero ya no es igual. En mitad del debate interminable sobre los espigones y los rellenos, de las acusaciones políticas y de la falta de decisión definitiva sobre la obra -y con las elecciones no tiene pinta de que llegue pronto-, ... el aspecto del entorno de Los Peligros y La Magdalena ha cambiado. Es evidente si uno camina desde el Museo Marítimo hasta el Balneario. De un par de años a hoy en día, nada que ver a estas alturas del calendario. Y la mejor demostración, lo sucedido el sábado. Una marea alta -ni siquiera un temporal- se llevó los tablones de la pasarela.
Para comprobar que el perfil es distinto es bueno escoger una hora sin trampa. Ni pleamar ni bajamar. En un día, además, con un coeficiente intermedio, sin extremos. El pasado martes, a eso de las diez de la mañana, por ejemplo. A esa hora, frente al Marítimo, había una fila de pescadores con las cañas listas. Unos estaban arriba, sobre el asfalto, pero un par de ellos optó por poner los trastos en la arena. Lo hicieron porque 'La fenónemo', la playa que se formaba en unas épocas determinadas del año con la arena que el mar arrastraba de La Magdalena y Los Peligros, ya no es tan fenomenal. Ahora es permanente, tiene una buena altura -hasta se forma un escalón por efecto de las olas- y llega hasta bien entrado el Museo. Tiene, de hecho, dos partes diferenciadas tras superar el esquinazo de Los Peligros (donde hay una rampa) y un segundo esquinazo más adelante.
Ese arenal nuevo queda a un lado de la 'zona cero'. El espacio de obras sin obras donde hay vallas y todo el material que estaba destinado a la construcción del segundo dique para evitar que se marchara la arena. Se paró el trabajo -hace ahora un año- y todo ha quedado allí, como una postal de abandono. En el paseo y en la propia playa. Frente a la orilla hay un esquinazo con empalizadas y piedras enormes. Una amplia porción de terreno, de playa, cerrada y que dista mucho de la imagen idílica de un día de sol y baños (así ha estado todo el verano).
El paseo sigue. Sin aparentes cambios. Pero los hay. Uno era muy fácil de ver el martes en la pasarela peatonal y ciclista de tablones de madera. A la altura de las escaleras que bajan desde Reina Victoria, justo antes del edificio de La Horadada, la loma forma un ligero saliente y el itinerario iba pegado a esa forma. Lo curioso es que ese punto quedaba casi pegado a la orilla del mar. De un brinco, podía uno saltar de la pasarela al agua, algo que comentaban algunos de los caminantes habituales (que no son pocos). Y justo por eso el sábado, una marea fuerte de las de septiembre se llevó los tablones por delante. Sin necesidad de oleaje. Sin temporal.
Y queda 'El puentuco', que queda allí al lado. Su irrupción ya se comentó en este periódico en octubre del año pasado. Asomaba un poco. Se escribió entonces que era «un pequeño muelle de unos veinte metros de largo que se situaba frente al antiguo chiringuito Polo Norte de la playa de Los Peligros». También que, para los niños de la década de los 60, era el lugar perfecto «de los chapuzones veraniegos». La estructura se construyó alrededor de 1950 y tuvo una vida de poco más de veinte años, porque en 1972 se hizo un primer relleno que empezó a sepultarlo.
Ahora no es que asome, es que se ve nítido. Su perfil en zigzag, unos escalones que se observan sin dificultad cubiertos por el agua y hasta tres noráis, dos algo oxidados en la superficie y uno más en la parte ligeramente sumergida. Todo ya incluido en el paisaje, no como excepción. Ese -el del saliente y 'El puentuco', junto al edificio de La Horadada (en una situación bastante decadente, por cierto)- es el punto en el que más se observan los cambios. Bueno, el que más si no se tiene en cuenta el espigón que ha generado todos los debates frente al Balneario. El que sigue esperando que decidan si se queda en la playa y forma parte del paisaje para siempre o si lo quitan tras parar la obra.
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