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«Las pantallas no son muy precisas, así que muchas veces el aforo queda a nuestro criterio», comenta Álvaro Vigo. Él se encarga de controlar un acceso a la Segunda playa de El Sardinero, el arenal donde más difícil resulta el conteo de bañistas. ... «La gente se cuela por los accesos vallados y los sensores, claro, no los cuentan», afirma. Por ello, «a veces, vemos que la playa está casi llena y la pantalla marca la mitad del aforo», añade. En ese momento, cierran el arenal con las vallas que les acompañan en el puesto de control. Sin embargo, Álvaro Vigo cuenta que nunca cierran completamente la playa, «siempre dejamos uno de los tres accesos abiertos, en la zona donde vemos que hay más hueco». El resto, unas siete entradas, permanecen valladas y está prohibido pasar.
El Ayuntamiento cuenta con 16 controladores de accesos que guardan la entrada de los arenales desde las 10.30 horas hasta las 18.30. Se les reconoce por el polo y la gorra grises. A ellos les acompaña una pantalla donde se actualizan los porcentajes de aforo de la playa. Ese número se cambia cuando una persona cruza el sensor de la entrada, ya sea para entrar o salir. Además, esos porcentajes también aparecen en la página web playas.santander.es. La idea del Ayuntamiento es que los bañistas consulten el aforo de las playas antes de salir de casa para elegir una playa más vacía y evitar aglomeraciones.
Sin embargo, mientras en algunas playas han vivido colas de media hora, como el caso de la Segunda de El Sardinero, en otras todavía no se ha cerrado el acceso. Es el caso del arenal de Los Peligros. «Esta playa es muy tranquila, aún no hemos tenido que poner la valla», indica Lola Gómez. Desde la altura de Reina Victoria ella sí se fía del porcentaje que recoge el sensor. «Lo bueno de esta playa es que sólo se puede entrar por donde están los sensores, así que cuentan a todos los que pasan». Hay dos sensores y dos entradas, aquí no se ha vallado ninguna.
Mataleñas es una playa similar. Sólo hay un acceso. Allí sí han cerrado el aforo en varias ocasiones. «Como sólo hay una forma de subir y bajar no tenemos ningún problema», comenta Sergio Galván, su controlador. Él también se encarga de la playa de Molinucos en alguna ocasión y reconoce que su aforo lo cuentan «a ojo». Al principio, mucha gente se quejaba porque su límite es de 30 personas, pero «cuando el aforo está ya completo ves la playa vacía porque ahí a la gente le gusta ponerse en las rocas», señala Sergio Galván.
También el Ayuntamiento de Santander cuenta con 12 informadores dentro de los arenales. Se les reconoce porque visten polo y gorra blancos. Ellos se pasean por la arena seca y se aseguran de que se cumpla la distancia de seis metros entre las toallas y de cuatro entre las sombrillas. Además se encargan de concienciar a los bañistas para no dejar basura en las playas, ya sea colillas, plásticos o latas.
Sin embargo, en la Segunda de El Sardinero tienen el triple de trabajo. Allí, los tres informadores también tienen que vigilar el paseo, donde tratan de que la gente pase por las tres entradas habilitadas y no por las siete que están valladas o por el cercado azul. Pero también hacen que la gente mantenga las distancias cuando pasea por la orilla. «Les decimos que caminen por la derecha siempre, como no llevan mascarilla intentamos evitar que se acerquen a los que andan en sentido contrario», comenta la informadora Marina Terán.
Mientras responde a este periódico Marina le llama la atención a una mujer mayor y a dos grupos de jóvenes. Todos ellos intentan acceder a la playa por zonas donde está prohibido. Los informadores no pueden sancionarles, pero sí les advierten: «la Policía está poniendo multas a quienes entran por donde no se puede», les avisa. Se vuelve a sentar y afirma que «los jóvenes lo llevan mejor, son los mayores los que se quejan más por tener que andar cien metros hasta otro acceso». Esta es su principal tarea cuando la playa no está tan llena como para controlar las distancias dentro de la arena.
Mientras tanto, en otras playas sólo tienen que ceñirse a reproducir la información que aparece en círculos azules como el que aparece en la foto que acompaña este reportaje. «Yo me centro en asegurarme de que se mantenga la distancia de seguridad en la playa», dice Sergio Salazar, el informador de Mataleñas. A pesar de ello, cuenta que «la gente se comporta bien», aunque sea una de las playas más visitadas. Además, comenta que con el paso de los días la gente se comporta mejor. «Ya ves que la gente trae su bote de chicles o una lata para tirar ahí las colillas», aclara.
En Mataleñas existe el problema de la distancia en las 150 escaleras que hay para acceder. Por ello, Sergio Salazar se ocupa de pedir a los bañistas que usen la mascarilla desde que salen del coche hasta que se colocan en la arena. «Vemos que cada día más gente llega a la playa con ella puesta», añade. Además, la gente que pasea por arriba también la usa, «excepto los que van a correr o en bicicleta», comenta.
En total, son 28 los trabajadores que velan para que se cumplan los aforos en las playas, que se mantengan las distancias y que estén lo más limpias que sea posible. Estos 16 controladores y 12 informadores estarán ahí durante todo el verano, de lunes a domingo. Aunque no son siempre los mismos: libran dos días a la semana.
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