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En octubre, pero en el de 2014, al ruido de las máquinas colocando postes junto al mar le siguió el de las protestas. Fue un tiempo movido. Denuncias, asambleas... Hasta estampas como la de dos vecinos tirados en el suelo frente a una hormigonera para ... que no siguieran trabajando. Para que no remataran el proyecto de la senda costera entre el Faro de Cabo Mayor y la Virgen del Mar. Para que lo dejaran como estaba antes.
Al final, el por entonces Ministerio de Alimentación, Agricultura y Medio Ambiente dio la orden. Alto la obra. Stop. Paren las máquinas. Unos meses después (mayo de 2015) retiraron poco más de cien metros de valla. Muy poco, prácticamente nada. Porque el grueso de lo hecho se quedó como estaba, entre reproches y discusiones sobre un nuevo proyecto o uno reformado. Postes, pasarelas, puentes de madera, selección de caminos... Todo como lo dejaron. Y así sigue cinco años después. Bueno, así no. Mucho peor. Porque buena parte de esa estructura languidece y a la imagen decadente se le suman otros ingredientes: vandalismo, vertederos incontrolados, plumeros expandiéndose, vehículos pesados al borde del mar... Y dejadez. Con el tiempo, la senda ha desaparecido incluso de la primera línea del debate. El Diario recorrió esta semana los aproximadamente doce kilómetros de caminata entre el faro y el aparcamiento de la Virgen del Mar. Libreta y cámara en mano. Lo único que no ha empeorado en estos cinco años es el paisaje si uno mira al mar. Pese a todo -y a todos- sigue siendo maravilloso.
Lo primero que llama la atención, entre lo artificial, son los postes oxidados que hay antes del paso de madera que hicieron frente al derruido Puente del Diablo. Allí, a ambos lados, hay sendos pequeños bosques de postes para avisar del peligro que conlleva acercarse al borde. Están junto a una señal de prohibido el paso para los peatones -algo oxidada- en la que han pintado un 'SOS Senda'. Es como un prólogo de lo que viene después. Posiblemente, el mayor símbolo del fracaso de la obra. Por detrás del campo de fútbol del España de Cueto quedan los restos de una pasarela de madera que colocaron como parte de las ideas del proyecto. Está rota, con tablones arrancados y hasta partes quemadas. Entre maleza y porquería. Le faltan trozos enteros. Un armatoste inútil, roto y una oda al abandono. Por si fuera poco, en esta parte del recorrido -muy cerca de las instalaciones de la Aemet, donde estaba el antiguo campo de tiro- es habitual encontrarse con vertederos ilegales. Un punto negro de basura (uno de muchos en el itinerario de la senda y en los barrios próximos). Esta vez hay maderas, piezas de coches y hasta un bidón de disolvente grasiento en el que está muy visible una señal de advertencia: 'Inflamable'. El paraíso.
En los postes que aún quedan de camino al Panteón del Inglés todavía se leen las consignas que pintaron hace cinco años. «Daño irreparable», «reversión»... Algunas estacas siguen bien visibles. Otras, con la vegetación más alta, casi se han mimetizado. Los postes de la polémica, los que más protesta generaron, están en esta zona. Sobre todo, los que se incrustaron en los roquedales que rodean la conocida construcción -que hace poco limpiaron y pintaron por dentro-. Por esos, por los que se ven en plena piedra, se denunció un presunto daño al patrimonio geológico.
La ruta sigue. De camino al Cabo la Lata o a los Pasajes. Los nombres de la toponimia local. A un lado, tierra adentro, se ven los cascotes y escombros de una construcción que han echado abajo en una finca. Y, de cuando en cuando, aparecen restos de valla. Un trozo aquí, otro más adelante... Con escaso sentido.
Por El Corral de La Cantera (este punto es muy conocido por la Vaca Gigante), junto a los que andan estos días con los tractores recogiendo caloca, podrían grabar un anuncio de esos de 'antes y después'. Hay un muro que mantiene en una parte su forma original, el morio típico de esta zona -piedra sobre piedra-. Pero en ese mismo muro, al final, los pedruscos están unidos por pegotes de cemento. Eso se criticó mucho también durante las obras.
Hay que pasar por un puente de madera (que se conserva bien) y llama aquí la atención una cruz clavada en el suelo y un pequeño altar de piedra con flores y cuidado para recordar a un joven fallecido en 2015. Es justo antes de El Bocal donde, pese a que hace días que no llueve (cayó fuerte justo la noche después del paseo), las rodaduras de un vehículo pesado han dejado un surco de barro bien hundido. Se meten hasta la cocina. Otro contraste, porque justo ahí han escrito sobre una piedra «la costa es de todos, consérvala limpia».
En este lustro ha desaparecido alguna de las construcciones que se edificaron casi pegadas al mar. Lo que sigue, y bien conservados en este caso, son los dos puentes y la plataforma a modo de mirador que, dentro del proyecto de la senda, colocaron cerca de las instalaciones del Oceanográfico. Una zona de fuerte oleaje con buenas vistas.
El Bocal, Rosamunda, La Maruca, el molino de marea de Aldama... Camino de la Punta de la Mesa -por aquí ya pasea menos gente que por el tramo anterior- los caminos se difuminan. Hay distintos surcos, que se separan del itinerario 'oficial' que marcaba el proyecto de la senda. Y llama la atención porque justo en este tramo hay un cartel que indica que es un área en «proceso de revegetación». «Evita el pisoteo. Pasea por un único camino», solicita con poco éxito.
Rostrío (que queda a la izquierda), el Ojo del Diablo... Hay tres detalles que destacan en esta parte, antes de llegar a Ciriego. Lo primero es que vuelven a aparecer postes y vallas tras kilómetros de ausencia. No es que aparezcan, es que es la zona en la que más hay. Largas empalizadas en ocasiones intactas y en otras, con los listones arrancados de cuajo. Lo segundo es la proliferación de plumeros. Parece incontrolado. Pegados casi al mar y con una presencia -según recuerda el que pasea- mucho mayor que la de hace cinco años.
Y queda lo peor. Aquí, junto a una antena visible y muy reconocida para identificar el punto exacto, está el vertedero más infame. Una enorme explanada en la que huele a basura quemada -porque la queman- y en la que uno se puede encontrar 'mercancía' tan variada como ropa vieja, restos de un televisor, un inodoro o una bombona en la que se lee 'carburos metálicos'. Todo, con el idílico ruido del mar de fondo.
La senda enfila ya hacia el muro trasero del cementerio, con los últimos grandes tramos de valla y una sorpresa final. Para llegar a Ciriego desde el acantilado hay un sendero en pendiente. Forma parte del recorrido 'oficial', el que marcaba el proyecto. Pero hoy en día atravesarlo es trasladarse a una película de aventureros por la selva. Zarzas y plumeros por encima de las cabezas y que cierran el paso. Es casi el final. Desde allí hasta la Virgen del Mar, lo que queda es carretera. Asfalto. Cinco o diez minutos más en los que uno ya no espera encontrarse nada reseñable. Falso. Aún queda tiempo para otro vertedero ilegal.
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