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Antes de poner un pie en la calle habrá más de uno que se asome a la ventana para hacerse una idea del día que hace. La mejor manera de evitar sorpresas. Pero Santander no lo pone fácil. Y el tiempo puede cambiar en lo ... que dura el viaje en ascensor. «Es complicado acertar», reconocía entre risas Carmen Rus, vecina de Madrid, mientras se sacaba una foto con su sobrina y su madre en una de las terrazas del Centro Botín. Llevar el jersey puesto es demasiado, da calor, pero quedarse en manga corta, tampoco vale, es como si hubiera un par de grados menos y uno se queda frío. Y ese es el resumen de cómo fue el domingo 15 de agosto en la capital. Un día que no encaja en lo que cabe esperar del verano. El que es el fin de semana más fuerte del año para el sector hotelero fue más de paraguas que de playa. «Aunque está nublado, hace buena temperatura», reconocía Carmen. Un tiempo que, por otro lado, para ellas estaba «genial» si lo comparan con las altas temperaturas que han dejado sin aire a parte del país. Precisamente muchos de los turistas eligen Cantabria para huir de esa ola de calor.
El tiempo despista o, al menos, no encaja en la estación. Ayer por la mañana no parecía un día de verano. El día arrancó con lluvia. Luego el sol decidió despertar e hizo acto de presencia, pero sólo un rato y siempre escondido detrás de las nubes. A primera hora de la tarde volvió a saludar. Así que uno de los complementos más popular fue el paraguas. Acompañado por las gafas de sol para protegerse de ese resol que sí estuvo presente. Hubo quien apostó por uno de ellos, pero muchos prefirieron no jugársela y cogieron ambos antes de salir de cruzar la puerta de casa.
Fue una jornada tan cambiante que complicó eso de elegir el plan para el domingo. Aunque para muchos el día no invitaba a ir a la playa, en la capital cántabra fueron bastantes los que decidieron disfrutar de los arenales. Quizá más de los que podía esperarse. A eso de las 13.00 horas el sol aun estaba escondido detrás del cielo gris. Por eso el aforo de la Primera de El Sardinero podía controlarse con un vistazo. Un par de familias jugaban a las palas mientras varios grupos de amigos pasaban el rato sentados en sus toallas, de charla y con las camisetas puestas. En general poco movimiento y en el agua apenas dos o tres personas. Para hacerse una idea, había más curiosos observando desde el paseo que gente en el arenal.
Sigue la ruta. Y sí es cierto que la segunda playa tenía más éxito. No había problemas de espacio, pero la foto de gente en la playa desentonaba con el color del cielo, más cerca del gris que del azul. Había más grupos de los que cualquier podría esperar mirando el cielo. Ese fue el momento en el que el tiempo parecía dar una tregua y el sol ganaba terreno en el cielo. Nada, falsa alarma. Empezaron a caer gotas que dejaron otra imagen curiosa. Las sombrillas cambiaron de misión y empezaron a utilizarse para resguardarse del agua y quienes no tenían, utilizaron el paraguas.
No fue día de playa, pero para muchos dio igual porque la lluvia no detuvo a quienes tenían claro cuál era su plan e incluso quisieron pegarse un baño. «La temperatura del agua es muy buena y de todas formas tampoco hay mucho contraste con la que hace fuera», comenta Javier, vecino de Palencia, mientras regresaba a la toalla acompañado de su hijo. Están de escapada y el tiempo no les va a romper los planes que, en todo caso, organizaron porque «daban bueno para hoy (por ayer)», añade. Conocen varias zonas de la región y este verano tocaba dejarse caer por Santander. ¿Y el resto del día? «Haremos turismo, si no se puede de una forma, buscaremos alternativas», comentaba.
Quizá la mañana no animaba a sentarse en la arena, pero desde luego sí a pasear. Y bastaba darse una vuelta por la zona de El Sardinero, Plaza de Italia y los Jardines de Piquío. Había momentos en los que incluso hacía falta esquivar gente. Casi seguro que muchos vecinos de Cantabria estarán cansados de no ver el sol, pero para los miles de turistas y visitantes el tiempo no es un problema. Más bien al contrario. «La temperatura es muy buena», señalaba Paloma, de Burgos. En ese momento con el paraguas abierto. A su lado Antonio, con las gafas de sol en el bolsillo de la camisa. «Por si sale un rayo de sol», añadía. «Hace dos minutos parecía que saldría». Nada.
Lo cierto es que la imagen de la ciudad fue cambiando conforme avanzaba la jornada. Sobre todo en las terrazas. A eso de las 12.30 el suelo aun lucía mojado, el cielo amenazaba con volver a regar y las mesas de los establecimientos estaban, en su mayoría, vacías. Pero no la calle. Por los alrededores del Centro Botín y en los jardines, ya había muchos grupos paseando. Nada de quedarse en casa. Lo mismo ocurría por el Paseo Marítimo y Castelar. Incluso los autobuses rumbo a El Sardinero iban llenos.
Una hora después, ese ajetreo se trasladó también a las terrazas, que ya eran otra cosa. A esas alturas parecía que Santander se había despedido de la amenaza de lluvia y eso se notó. Lo que no cambió en todo el día fue el color del cielo que se mantuvo gris también por la tarde. Las horas de luz se hacen de rogar en la capital cántabra.
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