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A Rufino Sánchez, un lector de este periódico, le resultaba «patético que, a estas alturas, las discusiones políticas enreden un asunto que debiera encontrar solución por razones técnicas o de sentido común». Era una carta al director en agosto de 2018 sobre los espigones. «¿ ... En qué quedamos? ¿Culminamos los diques de La Magdalena o los retiramos?», se preguntaba. Es posible que don Rufino sepa ya que quitar el que queda en pie -cuando lo hagan, porque va para cinco años parado- saldrá más caro que lo que costó levantarlo (sumando una cosa y otra, tres millones). O que un trozo de rampa se vino abajo sobre Los Peligros hace dos y allí sigue. Caído. O que viera este verano a unos turistas saltando una valla para bajar a la Segunda por un acceso cerrado. O que se pinchara con las rocas de la orilla. Lo que no tendrá claro don Rufino si escucha a los políticos en estos años es cuándo van a arreglar todo eso y quién debe hacerlo. Según unos, Costas. Según otros, el Ayuntamiento. Espigón sí, espigón no. Rellenos sí. Rellenos no. Reproches, cartas, discursos... Pero apenas se ha movido un dedo para revertir el estado de unas playas, las de Santander, que languidecen. No se mueve nadie más allá de señalar con el dedo a los culpables. Bueno, sí. La arena sí sigue moviéndose. Tanto que -para rizar el rizo de un relato increíble- ha creado dos playas nuevas, algo que contó ayer El Diario y dio lugar a la enésima tormenta -de arena- política en la capital.
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Es un fenómeno curioso -y demostrable-. Cada vez que este periódico describe (y van muchas) cómo están las playas, se suceden las notas de prensa y las declaraciones. Muy parecidas siempre. La culpa de que no se haga nada la tiene el otro. Ayer, desde el PP transmitieron en un comunicado a primera hora que han vuelto «a exigir los rellenos de las playas y a denunciar el maltrato del Gobierno de Sánchez a los santanderinos», Ciudadanos planteó a preguntas de los medios negociar con Costas que el Ayuntamiento pueda reponer arena y el PSOE -que había convocado el lunes por la tarde una rueda de prensa para el martes- prometió un Servicio de Playas independiente si alcanza la Alcaldía y achacó a «la crisis provocada por los populares» el estado de dejadez de los arenales.
Los argumentos de ayer resumen las posturas de los últimos años. Una nueva entrega. La concejala de Medio Ambiente, Margarita Rojo (PP), informó del envío de una carta, «como todos los años y en varias ocasiones», a Costas para pedir «por enésima vez» que cumplan -dijo- con sus competencias y sus obligaciones. Denunció la negativa de realizar los «rellenos», a lo que suma «la inacción ante el derrumbe del acceso desde Reina Victoria». Y lanzó que al Gobierno de Sánchez «le da igual todo, incluso que el sistema arenoso Los Peligros-Magdalena-Bikinis se esté convirtiendo en un pedregal, que, de no actuar, acabará con su desaparición». Es el argumento que ha mantenido el PP, que, si todo arranca con los espigones, fue quien defendió su construcción pero acabó pidiendo su retirada como parte del pacto con Cs para conservar la Alcaldía.
Que -por resumir- la culpa es de Costas, que no rellena y no arregla los destrozos.
Por contra, el portavoz municipal del PSOE, Daniel Fernández, habló de un «servicio muy deficiente» de mantenimiento como consecuencia del «fracaso del contrato de las basuras», que ha deparado «incumplimientos en las playas de más de un millón de euros, según el informe del interventor». Y respecto a destrozos como el de la rampa caída, básicamente, que se debe ocupar el Ayuntamiento en virtud de un acuerdo de 2002. «Se firmó que el Ayuntamiento se haría cargo del mantenimiento de los accesos a la playa y que Costas sólo haría reparaciones si se estropeaba por culpa de los temporales. En veinte años no ha habido ningún descalzamiento, ha ocurrido a raíz de la construcción del espigón, así que es competencia municipal». El espigón, señalan como posible culpable de los últimos desperfectos. El espigón que ordenó paralizar el Ministerio (PSOE) en septiembre de 2018 desde Madrid, que fue el mismo que después indicó que «lo más razonable» era acabar la obra (aunque actuarían en función de lo que se dijese desde Cantabria) porque no estaban dispuestos a más rellenos.
O sea, que -por resumir- los problemas con Costas obedecen a la falta de diálogo desde el Ayuntamiento, que es el que tiene que arreglar las cosas.
Es un calco -las dos posturas- a los episodios recurrentes de un largo relato. Una sucesión de reproches sin acción que va camino de prolongarse por una tercera legislatura mientras los que pasean por la playa ven el deterioro. Ojo, el espigón se paró en septiembre de 2018 y ahí sigue. La rotonda en la que estuvieron los restos del segundo dique (que estuvieron abandonados muchos meses) quedó maltrecha y ahí sigue. La rampa de Los Peligros se vino abajo en enero de 2021 y ahí sigue. La Horadada es una estampa vergonzosa y ahí sigue. Hubo que quitar la pasarela peatonal porque ya no hay playa si sube la marea y así sigue...
Con unos reclamando a otros responsabilidades -Costas llegó a multar al Consistorio por mover arena sin permiso- y con los ciudadanos -atónitos- paseando entre destrozos. Bueno, o por nuevas playas. Como la que enseñó ayer El Diario junto a la rampa que se usó para el Mundial de Vela y que dio lugar a la enésima tormenta -de arena- política.
¿Se saben el cuento de la buena pipa?
El PP y el cambio de postura. Los populares pasaron de «el espigón es la única opción para salvar las playas» a pedir su retirada y los rellenos para conservar el poder tras pactar con Ciudadanos.
El PSOE, desde Madrid. El mismo Ministerio que paralizó la obra de los espigones dijo que «lo más razonable» era terminarlos porque se negaba en redondo a volver a pagar por los rellenos de arena.
Los euros que se lleva la orilla. Retirar el espigón (van camino de los cinco años para hacerlo) costará 1,5 millones de euros, algo más incluso de lo que costó construirlo. Casi tres millones 'de quita y pon', tirados.
Una rampa dos años caída. El acceso a Los Peligros desde Reina Victoria se vino abajo sobre la playa hace más de dos años. Y así sigue. Costas y el Ayuntamiento no se ponen de acuerdo para el arreglo.
La Horadada, como Bosnia. El edificio es una oda al abandono en mitad de la playa. Costas se lo ha cedido al Ayuntamiento, que dice que es una «imposición unilateral» y lo rechaza. Todo parado.
Turistas entre cintas de obra. La estampa del último verano en la capital dejó escenas con zonas de playa acordonadas, pedregales en las orillas o rampas de acceso clausuradas con vallas de 'prohibido el paso'.
A por la tercera legislatura. Si los conflictos se remontan a 2016, las elecciones de mayo supondrán iniciar una tercera legislatura con todo empantanado sin que las instituciones competentes arreglen nada.
Movimientos vecinales. La polémica de los espigones dio pie a dos grupos vecinales: 'Salvar La Magdalena' (para que lo quiten) y 'Salvar el espigón para salvar La Magdalena' (para que lo mantengan).
El IH ya prefiere no hablar. Los espigones fue una de las opciones que presentó este grupo de expertos. Cansados de años de polémica y política, ya declinan explicar en el periódico cómo se mueve hoy la arena.
Lo último, dos playas nuevas. Con todo parado durante años, menos el tira y afloja político, la arena continúa moviéndose y se han formado dos arenales nuevos. El de la rampa del Mundial cada día es más grande.
Mientras en el PP anunciaban el envío de una carta a Costas para volver a pedir reparaciones y rellenos, Daniel Fernández (PSOE) prometía crear un Servicio de Playas que actuaría durante todo el año si sale elegido como alcalde. Independiente de Basuras y Parques y Jardines (donde ha estado incluido), contaría «con dos millones de presupuesto –más del doble que en la actualidad– y hasta cincuenta operarios». Y, entre tanto, Javier Ceruti abogó por «negociar» con Costas que el Consistorio pueda mover arena. «Aquí se nos piden informes de impacto ambiental, expedientes larguísimos y en Coruña lo resuelven con una llamada de teléfono», censuró.
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