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Primero fue la pandemia y luego el tiempo. La Romería del Faro no lo ha tenido fácil en los últimos años. Una fiesta que pone de manifiesto el folclore regional con fuerte arraigo en Cueto y Monte y que por norma general se celebraba el ... último domingo de agosto. En 2020 el Ayuntamiento de Santander se vio obligado a cancelar la romería para garantizar la salud pública y ahora la ha vuelto a recuperar. Eso sí, ha costado. En principio la fiesta se iba a celebrar el 21 y 22 de septiembre, pero la previsión del tiempo volvió a obligar al Ayuntamiento a tomar una decisión: posponerla al primer fin de semana de octubre. Ahora sí que sí. Este fin de semana la campa de Mataleñas se ha convertido en un escenario perfecto para poner de manifiesto las tradiciones de la zona. A pesar de que esta vez los partes del tiempo tampoco eran los mejores, el sol salió y cientos de personas no quisieron perderse el reencuentro con la Romería del Faro.
Dos días de celebración. La organización -Ayuntamiento de Santander, Gobierno de Cantabria y asociaciones de vecinos de Cueto y Monte- tenía claro que la fiesta tenía que volver por todo lo alto y, por eso, han sumado un día más de actividades -normalmente solo se festejaba el domingo-. El sábado se llevaron a cabo tres actuaciones que pusieron en valor el folclore cántabro: Agrupación Puertochico, Jaya Folk y Ramón Bueno. Hoy domingo, día grande, la música y el baile han continuado de la mano del Coro Ronda Altamira, Romancero en la Calle, Pandereteras de Ruente y Tente Nublo. A lo largo del día también actuarán Miguel Cadavieco y Agnieszka Marciniuk, Álvaro Fernández y Puri Díaz y los Hermanos Cosío, que cerrarán el evento.
Todo esto en un entorno pensado también para los más pequeños. En la campa de Mataleñas, desde donde se aprecia buena parte del abra de El Sardinero, se han instalado cinco grandes hinchables gratuitos y dos mesas talleres en las que los niños han podido diseñar su bandera cántabra, entre otras manualidades. Un evento pensado para todos. «Es perfecto porque mientras el peque disfruta en las colchonetas nosotros lo hacemos de los picayos o de los piteros», cuenta Marina Solana. Y es que las actuaciones están siendo simultáneas. Algunas, a pie de campo. Otras, en el gran escenario situado al fondo del recinto.
Y hay más. A lo largo del espacio reservado para el evento también se han instalado puestos de venta artesanales. Uno de dulces típicos, otro de embutidos y quesos, otro de miel y otros dos de complementos. Todo un éxito, especialmente entre los numerosos turistas que se acercaron, curiosos, a ver qué se estaba celebrando. «Nos llevamos para Murcia un montón de embutido y tres tarros de miel para mi suegra, que le encanta», dice María José Gutiérrez, que hoy es su último día de vacaciones en Cantabria. Tanto ella como su marido, Julián Martínez, se han quedado «prendidos» con el folclóre cántabro. «Es muy divertido de ver», confiesan.
Luis Rodero es otro de los turistas que no ha querido perderse el evento. Sentado en una de las mesas acondicionadas con pacas de paja a modo de asiento, ha resaltado las vistas del lugar. «Pasábamos por aquí para conocer el entorno del faro y, de casualidad, nos hemos encontrado con este tinglado. Nos vamos a quedar aquí un buen rato con unas cervecitas y apreciando estas maravillosas vistas», confiesa. La familia Ruiz, de Cueto, ha ocupado otra de las mesas. En este caso, han ido equipados: «Traemos bocadillos, bebida e incluso café». No se han querido perder la vuelta de la Romería del Faro, esa que tanto tiempo llevaban esperando. «Ya era hora de que se volviese a celebrar. Nosotros veníamos todos los años y ya lo echábamos de menos. Esperemos que se siga celebrando durante los próximos años».
Al igual que los Ruiz, otros muchos comieron en la campa de Mataleñas. Los que no se llevaron el bocadillo o la tortilla de casa, han tenido otra opción: las foodtrucks. Una de hamburguesas y otra que ofrecía un plato de paella de marisco por diez euros, algo que convenció a los santanderinos y que se vio reflejado en la larga cola que se formó a eso de las 14.00 horas. Eso sí, nadie llevó postre. El Ayuntamiento ya anunció que, después de comer, se repartirían mil raciones de quesada. Este típico dulce cántabro no podría faltar en un día en el que se ensalza la tradición cántabra.
Todos los asistentes, cántabros o turistas, disfrutaron de una jornada de fiesta folclórica que muchos llevaban reclamando cuatro años, desde que tuvo que ser suspendida por la llegada de la pandemia. Ahora, habrá que esperar para ver si ha vuelto para quedarse.
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