Regalos Pico cumple cien años

A la cabeza del negocio está Ana Pico, que pertenece a la tercera generación familiar vinculada a la tienda. Fue su abuelo Ceferino quien inició esta andadura y su padre, del mismo nombre, quien tomó su relevo décadas después. No habrá una cuarta generación. «Mis hijos han emprendido otros caminos y no viven en Santander, así que la tienda aguantará mientras esté yo», afirma la propietaria.

La calle San Francisco ha sido casi siempre su hogar. Allí inauguraron su primera tienda en el número 17, a escasos sesenta metros de donde están hoy. Desde allí se fueron, en 1928, a la Plaza Vieja, que estaba localizada junto a la iglesia de La Compañía y que fue arrasada por las llamas en 1941, al igual que este comercio y el resto de edificios de la zona. Ceferino no tiró la toalla y, tras el desastre, decidió trasladar su negocio a la plaza José Antonio (hoy plaza Pombo), donde se construyeron unos barracones para acoger a personas cuyas viviendas y negocios habían sido destruidos por el incendio más demoledor de la historia de Santander. Ya en 1952 regresaron a San Francisco, al número 21, donde continúan hoy.

Si Ana tuviera que elegir la mejor época del año para su negocio, se decantaría por la Navidad. Porque en Regalos Pico son especialistas en nacimientos. Además del escaparate, que acoge cientos de figuras, en su planta baja hay un despliegue con todo tipo de elementos: misterios, pastores, animales, edificaciones... «Mucha gente viene a comprar figuras para el belén y nos cuentan que, de pequeños, venían con sus abuelos. También ellos son tercera generación». El verano, sobre todo julio y agosto, también es una buena temporada. «Viene mucho turismo nacional y más de una vez, algunos que llegan de Madrid, se sorprenden por la atención y por el mimo con el que envolvemos los regalos. Nos dicen que eso allí no pasa». También reciben turismo francés: «Tienen una forma de moverse similar a la nuestra. Otros visitantes, como los ingleses, prefieren buscar el sol en el sur». El resto del año, Ana está encantada de recibir a sus clientes «de toda la vida». Tanto los que residen en Santander como los procedentes desde el resto de Cantabria.

En la ciudad, Ana calcula que «deben quedar tres o cuatro negocios más que superen los cien años». Y eso contando con el reciente cierre de la Perfumería Calderón. No es fácil llegar hasta ahí y Pico reconoce que el comercio sufre constantes transformaciones que juegan en su contra. «Mucha gente joven prefiere las franquicias, compra por internet... No valoran tanto la atención personalizada». Pero afirma que Regalos Pico «resiste». «Tenemos clientela fija que viene desde hace muchos años y, aunque no se vende tanto como antes, aquí seguimos». Si echa la vista atrás, recuerda esas Navidades en las que «apenas entraba gente en la tienda de lo llena que estaba, y teníamos muchos más dependientes».

El confinamiento y las restricciones por el covid también han supuesto un duro golpe pero, como reitera la dueña, «resistimos». Si ni siquiera las llamas de 1941 pudieron con Pico, esto tampoco. Al menos, hasta que Ana así lo decida.