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La senda costera que recorre el litoral norte de Santander desde el Faro de Cabo Mayor a la ermita de la Virgen del Mar parece, más que una ruta, un circuito de obstáculos. Las pasarelas que llegaron a construirse en 2014 están hoy conquistadas ... por las zarzas y la basura. Eso, en los tramos que continúan en pie, porque hay zonas donde las tablas directamente ya no existen. También hay vallados que se prolongan apenas unos diez metros, sin principio ni final. Ni sentido. Hay edificaciones abandonadas, grafitis en las rocas y las indicaciones brillan por su ausencia, por lo que es más fácil perderse que completar este paseo junto al mar de once kilómetros. Y no parece que la situación vaya a resolverse próximamente.
La senda costera empezó a definirse como una ruta -con pasarelas, indicaciones y caminos- en 2014, pero las intervenciones se pararon por la oposición vecinal. El proyecto se modificó en 2017 y se rebajaron las actuaciones previstas para tratar de contentar a todas las partes, pero nunca llegó a reactivarse. Ahora, las tres Administraciones involucradas -Demarcación de Costas, Ayuntamiento de Santander y Gobierno de Cantabria- se pasan la pelota y no se aclaran sobre quién debe dar el siguiente paso y desatascar la parálisis.
Y a día de hoy, la senda está como quedó cuando se pararon las obras hace ya diez años. Peor. Porque a la parálisis de las intervenciones hay que sumar muchas circunstancias ligadas al paso del tiempo: las inclemencias meteorológicas, la cercanía del mar y el vandalismo. Y el abandono se percibe a los pocos metros de empezar la ruta. Recorriendo la distancia entre el observatorio meteorológico y el Panteón del Inglés, separados por medio kilómetro, ya puede imaginarse uno lo que le espera en el resto del camino.
Uno de los elementos más llamativos son las pasarelas que se instalaron en su día, muy cerca del acantilado, para que los paseantes pudieran caminar junto al mar sin riesgo de caída. Pero las que quedan están destrozadas. Una de ellas tiene un 'boquete', por llamarlo de alguna manera, de unos cinco metros de largo. Y el resto no está mucho mejor, porque también le faltan tablones y sobresalen los clavos, que están oxidados y pueden ser un peligro si alguien los pisa. Otra pasarela está totalmente conquistada por las malas hierbas y las zarzas complican atravesarla. Además, entre los huecos de los tablones que faltan, acumula latas de cerveza y más basura, incluso neumáticos. A 'la mano del hombre' se suma la de la naturaleza, y la madera está llena de musgo, con zonas podridas por la exposición a la lluvia.
El camino sigue y en algunas zonas hay vallas -sin principio ni fin- de apenas diez metros de largo y en otras hay directamente postes, que sirven para guiar el camino y que aquellos que se animen a hacer la ruta no se pierdan. Por supuesto, estos también están rotos y algunos están llenos de grafitis. Las pintadas han llegado incluso a las rocas que recorren la senda costera.
Cerca de La Congria quedan los escombros de lo que parece que alguna vez fue una cuadra -en esta zona hay mucha ganadería y las vacas y los caballos son compañeros de viaje en muchos puntos del camino- . Cuando este periódico recorrió esta ruta en 2021, dicha estructura tenía un grafiti. Hoy, esa firma está medio borrada, pero las pintadas se han multiplicado y ahora hay tres más. Por La Cantera, El Bocal o Rosamunda, lo más llamativo es la rodadura de vehículos pesados que entran hasta el borde mismo del acantilado o la playa. Eso embarra y ablanda los caminos, lo que hace complicado continuar la ruta y prácticamente obliga a jubilar el calzado con el que se recorre.
La adecuación de la senda costera comenzó en 2014, con un proyecto ejecutado por la Demarcación de Costas. Aunque no hubo alegaciones antes de que empezasen las intervenciones, cuando la maquinaria empezó a trabajar en esta zona del litoral, los vecinos pusieron el grito en el cielo. También el Ayuntamiento. Las actuaciones eran más 'agresivas' de lo que pensaron y, por ejemplo, los muros habituales de esta zona de Santander, que son piedras colocadas unas sobre otras y sirven para delimitar fincas y caminos, se hormigonaron, perdiendo toda su identidad.
Las obras se pararon y Costas se puso manos a la obra para modificar el proyecto y 'naturalizarlo'. Contaron con la participación de los vecinos y del Consistorio y lo sometieron a información pública en 2017. Y a partir de ahí no hubo más avances. Costas asegura que ahora es el Gobierno de Cantabria quien tiene que confirmar que el proyecto se adecúa a su Plan Especial de Sendas y Caminos Litorales de Cantabria. Uno de los requisitos para que le den el visto bueno es presentar una copia compulsada del expediente municipal, que en principio se hizo pero que no confirman desde el Consistorio. A la par, la Consejería de Fomento de la que depende este Plan de Sendas, aseguran que allí «no hay nada».
Lo que sí explican desde el Ayuntamiento es que están desarrollando, aparte, un Plan de Sostenibilidad Turística que depende únicamente de ellos y mediante el que pretenden señalizar la ruta y crear otras en esta zona del litoral. En el mismo plan se incluye la recuperación del monumento al Pescador y la adecuación de parkings de caravanas en la zona.
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