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Alba se encontraba durmiendo plácidamente con sus dos hijas, de dos y cuatro años, cuando oyó una explosión. «Me ha caído todo encima, nos hemos despertado de golpe». Como ella tenía que madrugar para ir a trabajar, su pareja, Rubén, decidió dormir en el sofá. ... Él también se despertó sobresaltado al escuchar el estruendo. «Estaba medio drogado por el gas, amarillo, y no podía levantarse».
Esta familia vivía en la planta baja del edificio siniestrado desde hace más de tres años, justo debajo del piso del vecino fallecido y donde se habría originado el fuego. «No podíamos salir de casa porque teníamos escombro delante de la puerta. Un vecino de al lado ha quitado una piedra, he dado una patada y hemos podido salir por un hueco pequeño. Un minuto después ha explotado el gas. Hemos salido de milagro. Hemos oído un 'boom' y teníamos el techo encima», relataba ella, horas después de la tragedia, preocupada por saber si su perro de 16 años seguía con vida entre los escombros (los bomberos lo rescataron sano y salvo después). «Yo he salido de casa casi de rodillas», apuntaba él. Una vez que pudieron salvar su vida, Alba se llevó a sus dos hijas, «asustadas», a casa de sus suegros a dormir. «Ha sido una locura. Había un montón de fuego y muchas explosiones seguidas... tres o cuatro a la vez».
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Kimi, que también vivía en el bajo del edificio, se encontraba aún despierto cuando escuchó la explosión y empezó a ver las llamas del incendio. También logró salir con su familia –sus padres y otras dos mujeres– y con sus dos perros, pero «estamos muy preocupados y muy nerviosos porque no sabemos nada de nuestros vecinos ni cómo va a quedar nuestra casa. No hemos podido rescatar absolutamente nada».
Junto al lugar de los hechos también se encontraba un matrimonio con su hijo, que reside en un edificio próximo al afectado y cuya intervención fue crucial para que se salvara una de las dos hijas del matrimonio fallecido. Se trata de Santiago González y Yara Jiménez. «He notado una explosión gordísima. Me he despertado y he visto que estaban todos los casquillos allí tirados y ha empezado a arder todo», contaba él. «La explosión ha sido como una bomba. Ha sido horrible. Mi mujer no se había enterado. La he avisado y hemos bajando a ayudar al matrimonio que ha fallecido».
Yara cuenta que cuando se acercó al inmueble que ardía en llamas vio a una mujer pidiendo socorro. «Pedía ayuda y nadie la socorría. He ido corriendo y le he dicho que me diese a la niña de dos años y la ha soltado desde el balcón (el primero izquierda). Cuando tenía a la niña conmigo me he girado pero no he vuelto a ver a la madre, yo creo que ha ido a buscar a su marido y se les ha caído el techo encima y no han podido salir».
Esta vecina no podía entender qué es lo que había ocurrido. «Creía que se había abierto la tierra y que me estaba tragando. El estruendo ha sido muy fuerte». Tanto que César Zorrilla, que vive a 200 metros del edificio afectado, pensaba que se trataba de un «coche bomba». «Ha sido como una bomba, me he acordado de cuando escuché la que puso ETA aquí también».
David, un vecino de otro inmueble de la zona, también se sobresaltó por lo ocurrido. Estaba viendo la televisión «tranquilamente» y oyó de repente la explosión, a las cuatro de la mañana. Su mujer, Bernardina, también escuchó el impacto, «pero pensaba que había sido mi gata que me había tirado algo en casa».
Su hija, Adriana, no se enteró de nada. Dormía profundamente. «A ella la tuve que despertar», cuenta su madre, mientras la niña no puede evitar emocionarse. «Por lo que he oído el fuego ya había empezado a las tres y pico de la madrugada y hasta las cuatro no se ha producido la explosión. Mi marido incluso ha notado una vibración en nuestro edificio». Varios vecinos gritaban desde la calle en ese momento y les llamaron para que bajasen enseguida de sus viviendas. «Esto es una tragedia», afirmaba una y otra vez.
Durante las horas posteriores al siniestro y a la espera de que se confirmasen los tres fallecimientos, los vecinos de la zona afectada aguardaron en la calle a la espera de poder entrar en sus viviendas para recuperar algunas de sus pertenencias y coger algo de ropa.
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