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Las imágenes captadas por los vecinos desde las ventanas hablan por sí solas. Chicas tirándose de los pelos, gente haciendo sus necesidades en la acera, otros dando patadas a los coches aparcados y discusiones a gritos que llegan a las manos. Los vecinos de ... Alcázar de Toledo están «hartos» de convivir con la discoteca La Santa, donde los conflictos se repiten noche tras noche. Porque sí, abren más allá del fin de semana. «En invierno, abren desde el jueves a la madrugada del martes. En verano, solo cierran el miércoles». Eso, si un tercero no alquila el local: «A veces abren también a mediodía». Y los horarios pueden prolongarse hasta la mañana.
Muchas de las imágenes tomadas por los vecinos son ya a plena luz del sol. El responsable de la sala, Francisco, apunta que, en el interior, «trata de que haya el máximo orden posible» pero que, de puertas para fuera, «no es de mi competencia». Por su parte, desde el Ayuntamiento apuntan «que no pueden revocarle la licencia si no comete infracciones graves» y la inmensa mayoría de las 45 denuncias registradas en 2021 y 2022 se han registrado fuera del local «por diferentes infracciones como consumo de alcohol en vía pública, riñas, ruidos o molestias. En definitiva, por perturbar la convivencia».
45 denuncias registradas
en 2021 y 2022, según el Ayuntamiento. La mayoría, en la calle
Los vecinos ya no saben qué hacer y además tienen miedo. Julio lleva años sin dormir (la discoteca abrió hace más de cinco años), casi siempre está de baja y toma medicación. No es el único de la zona que tiene que recurrir a las pastillas para conciliar el sueño. Aunque a la mayoría ya no le hacen efecto. «Es como tenerlos dentro de casa, el sonido es terrorífico», apunta Almudena. Las llamadas a la policía «son constantes», aseguran. «Pero muchas veces no aparecen, o nos dicen que no tienen efectivos suficientes. Cuando vienen, se quedan mirando desde lejos o pasan con el coche».
Desde la asociación de vecinos Alcázar de Toledo piden que desde el Ayuntamiento reduzcan el horario del ocio nocturno, igual que ha ocurrido en Torrelavega, basándose en la Ley de Espectáculos y el Decreto de Horarios del Gobierno de Cantabria. «Tienen que proteger el descanso de los vecinos, ¿por qué allí sí y aquí no?», se cuestionan. Esta norma impediría que el local estuviera abierto más allá de las tres o las cuatro de la mañana (dependiendo de la temporada del año).
Los vecinos prefieren no posar mirando a cámara, ya que tienen miedo de las represalias. También prefieren no dar sus nombres. Una de las cuestiones que más miedo les causa son las marcas de disparos en los cristales de La Santa.
Dejan claro que no se quejan porque sí. «Antes de La Santa había otros locales de hostelería, como el Domenico o el Café de Noa, y nunca nos quejamos. También había movimiento y ruido, pero dentro de lo normal». Además, consideran una provocación y una ironía el cartel que han puesto en la fachada de la discoteca, donde puede leerse: «Respeten el descanso de los vecinos». Otro de los problemas derivados es la devaluación de la vivienda. «Alquilo la primera planta, la que está enfrente. Los inquilinos quieren irse y no puedo culparlos», lamenta una vecina.
Desde el Ayuntamiento, explican que han mantenido diversos encuentros con los representantes de la asociación de vecinos, con miembros de la Policía Local y Nacional y del Ayuntamiento, como la alcaldesa Gema Igual. «Este asunto también ha sido objeto de análisis en Junta Local de Seguridad con la Delegación del Gobierno porque sabemos que preocupa», apuntan.
El responsable, Francisco, asegura entender a los vecinos: «Estoy de acuerdo en que al cierre, o durante la noche, en la calle puede haber reuniones, voces... Pero eso no es competencia mía». También lamenta que ataquen al negocio. «Hay un complot contra la discoteca, un ambiente hostil en el que tenemos que trabajar, sabiendo que estamos constantemente en el punto de mira, pero no puedo hacer nada. Tengo mi licencia, cumplo con los requisitos que marca mi licencia, y trato de que dentro haya el máximo orden posible, que lo hay. A partir de ahí, fuera trato que las cosas se suavicen lo máximo que pueda, pero ni yo ni los controladores de acceso tienen la potestad para imponer a la gente unas normas en la calle, eso ya es una cuestión policial».
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