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En un vistazo rápido al libro de reservas: «Mira, para hoy (por ayer) tengo una mesa de una persona. Yo no le digo nada». Y enseguida encuentra otra de hace unos días. «Aquí hay más», continúa Violeta Montes, del Asador Lechazo Aranda, en la ... calle Tetuán de Santander. La hostelera insiste en que allí atienden «a todos». Y admite que cada vez es más la gente que acude sola al establecimiento. Lo único que debe hacer, como con cualquier otro comensal, es «adecuar el sitio». Y si ve que no hay espacio, siempre queda el hueco en la barra. «Pero no hay ningún problema», resume. Una polémica que, sin embargo, sí ha surgido en otras ciudades como Barcelona donde algunos restaurantes han rechazado a clientes que iban solos. Limitar las mesas y el espacio a los consumidores que llegan «depende de cada uno», admite Montes y entiende que es también una cuestión de números. Aunque a ella lo que más le descuadra la caja es que un grupo haga una reserva «para 10 personas y luego vengan sólo cinco». Ese es el mayor problema.
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Para David Mora, propietario de la Taberna La Prensa, un comensal único tiene «el mismo derecho» a comer en su terraza que un grupo. «Y no es un problema. Si yo voy como cliente también querré que no me miren mal, me gaste lo que me gaste», explica el hostelero con una comparación. Es más, añade entre risas, «igual hasta le invito a un chupito». Porque lo que más le «mosquea» es tener reservada una mesa grande para 22 personas «y que luego no se presenten», valora también el hostelero. Da el número exacto de memoria porque es algo que le ha pasado este verano.
«Supongo que limitar el número de comensales es un criterio empresarial. Cada negocio gestiona sus recursos como puede aunque no sé si es legal»
«Si vienes solo, no te voy a prohibir ocupar una mesa. Tienes el mismo derecho. Me mosquea más cuando reservan para 22 personas y luego no se presentan»
«Atendemos y damos de comer a quien venga. Sólo tengo que adecuarme al sitio. Ysi no queda, igual puedes estar en la barra, pero no hay problema»
Entre los clientes es un asunto que también ha generado cierto recelo: «No lo entiendo y si fuera solo a comer, me molestaría», reconocía ayer Fernando, residente en Ibiza, sentado en una de las mesas de la terraza de Bodegas Mazón, en Hernán Cortés. Aunque él nunca ha acudido a un restaurante sin compañía. Y lo cierto es que cuesta encontrar mesas con alguien comiendo solo. En un recorrido por algunas de las principales calles de la ciudad es más fácil y habitual toparse con parejas o grupos.
La ruta continúa por El Sardinero. «Si no me atienden porque voy solo, no vuelvo a ese sitio», comentó Nacho, vecino de Salamanca, a las puertas del restaurante Dondenando, en la calle Joaquín Costa. Él sí ha ido más de una vez solo a comer a establecimientos y nunca ha tenido ningún problema. Más allá de que «siempre hay alguien que te mira algo raro o algún camarero que responde molesto», reconocía el visitante, recién llegado a la capital cántabra. También contaba que si acude a un local como único comensal y el responsable le indica que la mesa libre está reservada «pero veo que sigue sin ocuparse, pido la hoja de reclamaciones». Y es que esa fue una de las excusas que recibió un vecino de Barcelona en su búsqueda de terraza.
«Lo mismo que hoy vienes solo, la semana siguiente igual vuelves en grupo. Con esto no debería haber ninguna polémica siempre que haya sentido común»
«Si no me dejan sentarme, igual no vuelvo a ese local. Y si viera que sigue libre la mesa que no me han dejado ocupar, pediría la hoja de reclamaciones»
«Siempre ha habido clientes que vienen solos a comer, no debería haber ninguna polémica», resume Ramón López, de la Taberna del Herrero. Y si un día acude solo, puede que «la semana siguiente venga con más gente», compara. Lo fundamental es que haya «sentido común». Igual que muchos negocios cobran un extra por atender en la terraza: «Ya hay tarifas para cubrir esos costes». Son complementos. Y lo cierto es que en el sector han surgido más estrategias como, por ejemplo, la decisión por la que se decantó Óscar Solana, de La Solía (Liaño), en octubre del año pasado, de cobrar 1,50 euros por sentarse y no consumir.
El presidente de la Asociación de Hostelería de Cantabria, Javier Bedia, opina que detrás de limitar el tiempo o no dejar a una persona comer sola hay un «criterio empresarial». Cada profesional «gestiona su negocio como puede e intenta maximizar sus recursos», añade aunque, en este caso, «he leído el informe de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) y sí lo considera mala praxis». En concreto, tacha de una práctica «abusiva».
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