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«Vivo junto a la mejor costa que hay»
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Los primeros usuarios de la residencia ya disfrutan de las instalaciones, a las que llegan de tres en tres para que su adaptación sea personalizadaHeidimarie Martínez se mudó a la residencia La Pereda el mismo día que abrió sus puertas. Tenía claro que era allí donde quería vivir: está ... al lado de la que ha sido su casa durante los últimos años, en una zona que conoce, cerca de sus amigas y con todos los servicios que necesita. Es una de las 72 residentes que ya viven en las instalaciones, a las que cada día llegan tres nuevos usuarios –abrió el 1 de septiembre–. Este ingreso escalonado facilita la atención personalizada que dan desde la empresa, donde recalcan lo importante que es conocer las necesidades de cada residente para dar la mejor atención.
El caso de Heidimarie es el claro ejemplo de que la vida puede dar muchas vueltas. Nacida en Alemania, conoció a su marido, natural de Burgos, trabajando en Deutsche Bank, donde ambos desarrollaron su carrera profesional. Veraneaban mucho en Santander, «aunque en las agencias de viaje alemanas no sabían, en los años 60, dónde estaba», recuerda la mujer. Ambos tenían claro que era la ciudad donde querían retirarse. Con lo que no contaba Heidi, como cariñosamente le llaman en La Pereda, era con el triste desenlace de su pareja, quien falleció al poco de jubilarse a principios de los años 2000. Eso no le hizo cambiar de parecer y, desde entonces, reside en la capital cántabra, donde se compró un piso que aún conserva: «Vivo junto a la mejor costa que hay».
A sus 79 años se vale perfectamente por sí misma, pero le da miedo vivir sola porque ya se ha caído alguna vez:«Temo que me pase estando sola y nadie se entere; aquí estoy acompañada y tengo todos los servicios que necesito». Vivir en la residencia le da tranquilidad, pues tiene en el mismo edificio a su médico, enfermera, fisioterapia... Además de espacios como gimnasio o cine. De todos modos, Heidi hace mucha vida fuera de La Pereda: «Doy muchos paseos con mis amigas y vamos al Chiqui a tomar café con vistas al mar». También ha hecho amistades en la residencia, con quienes comparte buenos momentos durante las comidas. Aunque es muy activa, ahora, por una de sus últimas caídas, tiene que usar andador y silla de ruedas y los auxiliares están siempre atentos para echarle una mano cuando necesita desplazarse. «Por la mañana hago ejercicios, tengo tres sesiones de fisioterapia a la semana, hacemos actividades de relajación... Aquí no tengo ninguna queja», cuenta.
En la residencia hay usuarios de todo tipo, desde personas totalmente independientes que prefieren vivir allí que en sus casas, pero que hacen su vida, a dependientes que necesitan atención total. «Hay que quitarse la imagen de que cuando una persona llega a una residencia su vida ha terminado. Aquí todavía les queda mucha vida por delante y si no son dependientes tienen libertad de hacer lo que consideren», explica la directora de La Pereda, Mara González. «La residencia es como una comunidad en la que tienes todos los servicios, como médico o peluquería, pero en un mismo edificio, lo que lo hace muy cómodo», añade.
Ejercicio. Los usuarios de la residencia hacen ejercicio en el gimnasio regularmente para garantizar su salud.
Comunidad. Tienen todos los servicios a su alcance. Desde los más básicos, como el médico, hasta peluquería o cine.
Libertad. Los residentes sin dependencia pueden salir cuando quieran de la residencia y hacer vida normal.
Nati, que ya supera los 90 años, es otra de las usuarias independientes que, un día sí y otro no, utiliza la bicicleta estática para garantizar que sus piernas sigan funcionando correctamente. Otro de los residentes, Paco, aunque padece deterioro cognitivo, está muy bien físicamente y le gusta ayudar a aquellos compañeros que no tienen tanta movilidad. Además, ayer disfrutó de una sesión de 'termo spa' en una cama de agua caliente que 'abraza' a los usuarios y que, con una serie de vibraciones, favorece la relajación y un mejor ritmo cardíaco.
Cuando llega un nuevo inquilino a La Pereda, lo primero que hace, además de conocer su habitación, es reunirse con el médico y la enfermera para que le hagan una valoración general de la salud. También le preparan una dieta personalizada y trasmiten a los auxiliares las necesidades de cada uno de ellos. En los siguientes días, se reúnen con el trabajador social, el psicólogo y el resto de profesionales. «Sin agobios, cada uno a su ritmo, lo importante es dar a cada usuario lo que necesita, que estén lo más a gusto posible», concluye González.
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Ana del Castillo
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