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JOSU GARCÍA
Domingo, 17 de julio 2016, 08:28
«Yo creo que en el cuartel de la Guardia Civil de Grazalema todavía se están riendo de los dos agentes que nos pararon. Es sólo una impresión, pero pienso y espero que la multa no me llegue porque no tiene ni pies ni cabeza». ... La persona que habla es un baracaldés de 46 años que la semana pasada fue sorprendido por las fuerzas de seguridad con media pastilla de viagra en su poder. El alijo se produjo en el kilómetro 28 de la carretera A372, muy cerca de la población de El Bosque. Los agentes le requisaron la sustancia y le denunciaron por incumplir la ley de Seguridad Ciudadana.
El vizcaíno viajaba en una furgoneta en compañía de su pareja. Estaban de vacaciones. Venían de disfrutar de unos días en la playa y se dirigían a la sierra gaditana a hacer senderismo. «Nos pidieron que detuviéramos el vehículo y nos dijeron que era un control rutinario en busca de drogas y armas», asegura el protagonista de esta rocambolesca historia. El hombre accede a hablar con EL CORREO con la única condición de que su identidad permanezca en el anonimato. «No porque piense que haya hecho nada malo, sino porque si sale mi nombre a la luz, iba a ser objeto de todo tipo de chanzas», lamenta.
El baracaldés cumplió la orden y estacionó en el arcén la furgoneta. Una de esas camper que están preparadas para dormir. «Llevábamos muchísimo equipaje», cuenta. El trato de los guardias civiles fue «muy correcto y amistoso en todo momento». «Nosotros les dimos todas las facilidades: les abrimos las puertas, les enseñamos los bártulos y ellos comenzaron a buscar», relata.
La pareja se mostró «totalmente abierta a colaborar». «Entre otras cosas, porque no teníamos nada que ocultar». Eso pensaban, debieron de concluir los agentes. En un momento del registro, uno de los funcionarios halló un diminuto envoltorio de papel de aluminio. En su interior había media pastilla de Viagra. «Me salió un espontáneo: ¡Hostia! y me puse nervioso».
Las cosas comenzaron a torcerse. El agente preguntó a ver qué era ese pequeñísimo pedazo de píldora azul que amenazaba con escurrírsele entre los dedos. «Una viagra; la tengo ahí desde hace un montón de tiempo», le dije. «Pensaba que nos íbamos a echar unas risas por la situación... Ya sabes, mi chica estaba delante...». Pero, en lugar de eso, según su versión, el guardia civil le instó a que presentara una receta que demostrara que era usuario del medicamento por razones de salud.
«300 euros, es de locos»
«Me advirtieron de que si no podía acreditar que me la había prescrito un doctor, me la tendrían que incautar», apunta. «Les contesté que sin problema, que no tenía pensado usarla». Su sorpresa vino un rato después, cuando se despidieron de la patrulla y se detuvieron a leer el documento que le habían entregado. «No me lo podía creer, era una denuncia. Luego me informé y me puede caer una multa de 300 euros; es de locos».
Consultado por este diario, el Colegio de Farmacéuticos de Vizcaya aseguró que «no es ningún delito portar un medicamento totalmente legal pese a que no esté en su embalaje y no se tenga su receta». «Nadie sale de casa con los papeles del médico; yo no veo nada ilegal en llevar media pastilla de Viagra por la calle. Incluso si te la ha dado un amigo», asegura Ibon Etxeberria, gerente de la institución farmaceútica.
Etxeberria califica de «dislate» el proceder de la Guardia Civil. «Es un disparate. No hay nada punible», insiste. «Consumir viagra sin receta médica es una imprudencia, pero no está perseguido», añade. Otra cosa habría sido el tráfico o la comercialización de fármacos de manera clandestina. En Cádiz, hay personas que pasan a Gibraltar y sacan de El Peñón cajas de este vasodilatador para revenderlas. «Pero no es mi caso», afirma el baracaldés, que espera que la sanción no le llegue a su buzón y todo quede en «una anécdota».
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