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En Murcia se practica un juego tradicional que se conoce como el bolo huertano, que consiste en derribar el mayor número de estacas alargadas de madera (de un total de nueve) lanzando una bola de un peso aproximado de un kilo. En el bolo huertano ... se popularizó la expresión «si rula, no chamba». Significa que, mientras la bola esté en movimiento, la jugada no ha terminado.
A las 6:01, la centralita del teléfono de emergencias 112 recibió una llamada de una persona que estaba dentro de la discoteca Teatre, en el polígono de Las Atalayas, y que alertaba de un incendio. Simplemente manifestó que «alguien» había lanzado «algo». La policía investiga ahora ese testimonio, que podría ser muy relevante en el caso.
La comisaría mantiene un dispositivo nocturno y permanente contra el robo en el interior de vehículos, un tipo de delito que se daba casi por erradicado con la desaparición de los radiocasetes de los coches y que ha vuelto a resurgir de la mano de la heroína y el revuelto en los barrios periféricos a los supermercados de la droga, como La Fama. Por eso los agentes de la Policía estaban al lado de la zona de las discotecas y tardaron muy poco en llegar.
Las Atalayas está en la carretera de salida hacia Alicante. Es un lugar variopinto en el que se mezclan edificios de viviendas, un polígono industrial donde aún se mantienen concesionarios de las principales marcas, un centro comercial y una atípica concentración de hoteles. En la misma manzana se ubica el Palacio de los Deportes de Murcia, que se convirtió en el refugio temporal de las familias de los 13 desaparecidos en el incendio de las discotecas del domingo 1 de octubre.
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La aparición de Las Atalayas como zona de marcha surgió hace más de 20 años. La discoteca Teatre, que tiene licencia desde 2008, se hizo muy popular. Ocupó la superficie de las naves de empresas que abandonaron el polígono para buscar ubicaciones más céntricas. Su evolución se explica con la del propio ocio murciano: en sus inicios, Teatre era frecuentado por un público de mediana edad, pero luego se puso de moda el 'tardeo' y esa clientela se desplazó a los locales del entorno de la plaza de las Flores.
Pero Teatre se reinventó y se puso de moda entre los más jóvenes, especialmente entre la comunidad latina y los universitarios. En la zona se había instalado un macrobotellón que congregaba a miles de personas en la explanada de los aparcamientos del centro comercial y que vino a menos cuando Teatre, y posteriormente Golden y Fonda Milagros, modificaron la oferta de ocio nocturno en la ciudad de Murcia. Así que todos contentos. Si rula, no chamba.
Cuando los policías llegaron a la boca del incendio, aún salían a la carrera los últimos clientes del interior de las discotecas. Los bomberos tardaron solo seis minutos en llegar y movilizaron los recursos disponibles de todos los parques de Murcia. Pero el muro de fuego que se encontraron les impedía entrar. Desde fuera pudieron escuchar los gritos de las personas atrapadas. Ahora están recibiendo asistencia psicológica.
La policía está haciendo una reconstrucción milimétrica del suceso. La hipótesis de los investigadores –el peso recae en los agentes del Grupo de Homicidios y de Policía Científica– es que el fuego se originó por una imprudencia y alcanzó su máximo apogeo en 10 minutos. En realidad, todo fue muy rápido. Demasiado rápido. Y eso les conduce a una sospecha: las discotecas carecían del suficiente material ignífugo.
La intensidad del fuego, que superó los 1.000 grados en algunos puntos, provocó el colapso de la estructura de la Fonda Milagros. La primera planta cedió, dejando atrapadas a 13 personas. Una de ellas era una camarera del local y las otras 12, familiares y amigos de Eric Hernández, un joven nicaragüense que esa noche celebraba su 30 cumpleaños. Su reservado estaba al fondo, junto a los baños, donde algunos de ellos se refugiaron tratando de guarecerse del fuego, que para entonces ya se había apoderado de todo.
Al sur de Murcia hay un pulmón verde coronado por una montaña de 604 metros de altitud. A la cima se la conoce como el pico del Relojero. Desde ese punto, la perspectiva de la ciudad es perfecta, de ahí que se hayan instalado numerosas antenas y una cámara que controla toda la urbe. Desde la cumbre, se vio con nitidez el momento en que el calor hizo saltar por los aires el techo de la Fonda y una lengua de fuego asomó en mitad de la noche en Las Atalayas.
Las llamas, calculan los integrantes del dispositivo de extinción, superaron los 10 metros de altura. «Aquello ardió como una tea», señalan. Pero el incendio se comportó de un modo extraño. En diez minutos alcanzó su punto más crítico y adquirió tal temperatura que el agua que salía de las mangueras de los bomberos se evaporaba antes de debilitarlo. Y ese vapor les quemaba la cara y les impedía avanzar.
Sin embargo, al cabo de una hora se vino abajo de pronto, como un suflé. Desde la misma cámara del pico del Relojero se pudo observar cómo perdía por completo su virulencia y se extinguía poco a poco. Para los investigadores eso tiene una explicación: las llamas encontraron al principio abundante combustible –madera, papel y cartón entre el mobiliario y el decorado de las discotecas–, pero en cuanto consumieron ese material, el fuego se ahogó.
Al principio, los policías y los bomberos creyeron que el incendio solo había causado daños materiales. Aparentemente, a los clientes de la Fonda Milagros y Teatre les había dado tiempo a desalojar por sus propios medios las discotecas. Entonces, alguien echó de menos a una camarera de la Fonda. Los bomberos buscaron entre los escombros y encontraron el primer cadáver. Todos pensaron que era el de la trabajadora. Luego aparecieron dos más. Y así, hasta 13.
En las cinco horas que van de las seis a las once de la mañana, el incendio de Las Atalayas viró de suceso a catástrofe. «Sea quien sea, caiga quien caiga, cueste lo que cueste y pese a quien pese esto se va a aclarar», sentenció en caliente el alcalde de Murcia, José Ballesta, en una comparecencia ante los medios la tarde del domingo.
Al día siguiente, la bola se desvió, como una apisonadora, hacia la administración que representa el regidor, y los bolos echaron a temblar. En una rueda de prensa que pasará a la historia (negra) española, los concejales de Urbanismo de PSOE (anterior) y PP (el actual) escenificaron unidad de trinchera y desvelaron que las discotecas tenían orden de cese de la actividad desde enero de 2022 y que en octubre de ese mismo año se decretó el precinto de ambas. Pero la medida nunca llegó a ejecutarse. Una fuente policial expresa, entre la indignación y la rabia: «Esto no tenía que haber pasado nunca».
El miércoles, Ballesta apartó cautelarmente a los funcionarios del Servicio de Inspección presuntamente implicados en la inacción municipal. Ya han caído los primeros bolos. Si rula, no chamba.
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