Dos de cada tres transexuales han pensado en quitarse la vida y un tercio lo intentó

El trabajo, en el que el equipo liderado por María José Belza entrevistó a 1.823 trans y no binarios de todas las autonomías, con una edad media de 26 años, indica que dos de cada tres miembros de estos colectivos han tenido en alguna ocasión ideaciones suicidas (un tercio solo en el último año) y que más de la mitad se han autolesionado. Pero el drama no se queda en los pensamientos. Un tercio de todos los encuestados admitieron que habían, de hecho, intentado quitarse la vida; una tercera parte de ellos en los últimos doce meses.

Los investigadores creen que estos ciudadanos llegan a semejante situación límite hartos de luchar contra todo y contra todos, pero subrayan que hay un factor especialmente determinante: las barreras legales, burocráticas y médicas que les dificultan e incluso impiden poder hacer la transición que desean al género sentido.

Entre quienes tuvieron dificultades o impedimentos para cambiar el nombre o el sexo registral la ideación suicida aumentó entre un 25% y un 33%, especialmente entre los no binarios, que carecen de casilla oficial para hacerlo. Pero cuando los pensamientos autolíticos se disparan es entre quienes padecieron trabas para su transición de sexo farmacológica o quirúrgica, o incluso no la consiguieron. Entre ellos las ideaciones suicidas suben de 60% a un 80%.

Para ilustrar el enorme tamaño de estas barreras baste decir que el estudio detecta que solo uno de cada diez de estos ciudadanos ha logrado visibilizarse como es y se siente en todos los aspectos de la vida (legales, familiares, laborales o médicos) y que dos de cada tres de quienes se sometieron a cirugías de readaptación de género terminaron acudiendo a la sanidad privada ante las discriminaciones, trabas y listas de espera de años de la pública.

Este alarmante porcentaje de ideación suicida y autolesiones en ambos colectivos está íntimamente vinculado a la generalización de los trastornos psicológicos entre estos ciudadanos. Casi la mitad tiene diagnosticados problemas de ansiedad, el 40% está en tratamiento por depresión, un 14% sufre trastornos alimentarios, un 30% padece otro tipo de patologías mentales y un tercio tiene un consumo problemático de drogas. Son once veces más diagnósticos de ansiedad que entre la población general española y diecisiete veces más trastornos depresivos.

Los investigadores defienden que este desfase se debe a la discriminación y las violencias estructurales que padecen estos ciudadanos en todos los aspectos de su vida y que, como admiten ocho de cada diez preguntados, les dejan secuelas en su salud y bienestar.

El propio estudio sustenta con cifras el volumen y reiteración de las agresiones sociales que padecen y que minan su salud. Nueve de cada diez han sufrido violencia o discriminación alguna vez en su vida por su identidad de género y casi la mitad en el último año. En el 87% de las ocasiones se trata de comentarios ofensivos o insultos, pero en el 62% son amenazas verbales y hasta la mitad de las veces padecen agresiones físicas.

El 80% se ha sentido discriminado, vejado o desatendido alguna vez en la sanidad pública, donde al 10% le tildaron de enfermo, y uno de cada cinco ha dejado de hecho de usar este servicio público para evitar más sufrimiento y el 40% piensa que los sanitarios no saben cómo atenderlos. Otro de los problemas más graves que confiesan a los expertos es el enorme número de miembros de ambos colectivos que han sufrido agresiones sexuales, tanto en su vida en pareja como fuera de ella, y que oscila entre el 20% y el 25%.