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Pascual Perea
Madrid
Lunes, 18 de septiembre 2017, 08:16
l futuro está a la vuelta de la esquina, pero si uno pretende atajar para llegar el primero puede pegársela contra un muro. Le ocurrió en mayo del pasado año a Joshua Brown, que circulaba en su Tesla S por una autopista en Williston, ... Florida, cuando chocó con el remolque de un tractor que cruzaba ante él. Lo llamativo del caso es que Brown viajaba distraído mirando el paisaje mientras el piloto automático del vehículo se encargaba de conducir. l accidente, que le costó la vida, puso sobre el tapete la sensatez de permitir que cualquiera pueda dejar alegremente su seguridad y la de los demás usuarios de la vía pública en artilugios que distan mucho aún de ser infalibles.
Después de un año de investigación, la Comisión para la Seguridad del Transporte Nacional (NTSB, por sus siglas en inglés) de EE UU acaba de concluir que el sistema encargado de conducir automáticamente el turismo jugó «un papel fundamental» en el mortal accidente. El Autopilot –así se llama– falló al no distinguir el remolque blanco del cielo nuboso del horizonte, y ni éste ni el conductor, que según se demostró posteriormente contó con siete segundos para actuar, activaron el freno. El problema, concluye la Comisión, es que permitió al conductor activar el piloto automático en una carretera no apta para ello –estaba diseñado para utilizarse en vías de acceso limitado, libres de cruces como el del fatal accidente– y despreocuparse de todo. «El efecto combinado de un error humano y la falta de suficientes controles determinó que sucediera lo que nunca debió ocurrir», señaló Robert L. Sumwalt, presidente de la NTSB.
La tecnologia ya esta aqui Radares, sensores, cámaras de vídeo, escáneres y dispositivos de navegación conectados a satélites son solo una parte de la panoplia utilizada en muchos modelos de automóviles de gama alta que frenan automáticamente ante un choque inminente, advierten el cambio de carril, evitan los ángulos muertos, se encargan de conducir en atascos y retenciones, adecúan su velocidad a la cadencia de los semáforos, localizan una plaza de aparcamiento o estacionan sin ayuda.
2016 El pasado año, las autoridades de EE UU asumieron la realidad que viene al considerar que los vehículos autodirigidos que desarrolla Google son ‘conductores’ desde el punto de vista legal, lo que supone un gran paso adelante de cara a la aprobación futura para que circulen en las carreteras del país.
Su conclusión se conoce cuando multinacionales del automóvil como Ford o General Motors, fabricantes emergentes como Tesla y empresas tecnológicas como Google y Apple luchan a brazo partido por ser los primeros en desarrollar sistemas que sustituyan al conductor, mientras los juristas y reguladores tratan de acotar el campo. El Departamento de Transportes de EE UU presentó el pasado martes un marco de referencia para probar automóviles autónomos en vías públicas, que será de aplicación voluntaria. La Administración Trump apuesta decididamente por estas tecnologías frente a la política más precavida del Gobierno de Obama, que exigía a los fabricantes superar unas evaluaciones de seguridad antes de probar sus modelos de conducción automática en calles y carreteras.
El sector, por supuesto, aplaude estas normas menos restrictivas, que «permitirán desarrollar innovaciones mientras el Gobierno se limita a vigilar», según un portavoz del ‘lobby’ Alianza de Fabricantes de Automóviles. Se juega mucho en el envite: para 2030, según las previsiones, un 15% de los coches que circulen por las carreteras estadounidenses serán autopilotados.
Frente a ellos, grupos de consumidores y campañas de seguridad vial critican que se deje a la voluntad del fabricante cumplir o no las normativas de vehículos autónomos, reduciendo aún más un control que ya consideraban demasiado laxo. Jason K. Levine, director ejecutivo del Centro para la Seguridad del Automóvil, señaló a ‘The New York Times’ que la renuncia gubernamental a imponer medidas obligatorias de seguridad cede poder a la poderosa industria, «que ha probado en frecuentes ocasiones que no se puede confiar en ella para proteger el interés público en su carrera por obtener más y más beneficios».
Para los fabricantes, en cambio, la tecnología de conducción autónoma reducirá drásticamente el número de siniestros y salvará miles de vidas; en 2015, 35.000 personas murieron en las carreteras de EE UU en accidentes de tráfico.
En cualquier caso, hoy por hoy el sistema dista mucho de ser perfecto. Cuando Joshua Brown se estrelló contra el remolque a 120 kilómetros por hora, ni siquiera tenía las manos en el volante. «El Autopilot no es una tecnología para la conducción totalmente autónoma, los conductores deben mantener la atención puesta en la carretera todo el tiempo», puntualiza la NTSB. Pero no siempre se hace:en las redes sociales abundan las imágenes de conductores leyendo al volante o incluso retrepados en el asiento trasero desentendiéndose de lo que ocurre en la carretera. Si a uno le ofrecen el futuro, no quiere medias tintas.
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