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R. C.
Jueves, 11 de julio 2019, 20:29
La Delegación del Gobierno para la Violencia de Género ha incluido a la joven paraguaya Romina Celeste Núñez, presuntamente asesinada por su marido y desaparecida desde la noche de Año Nuevo, como víctima mortal de la violencia machista.
Núñez, de 29 años y madre de ... dos niños, desapareció aquella noche y su marido fue detenido trece días más tarde. Ayer, tras meses de investigación, el Gobierno confirmó oficialmente que se trata de un caso de violencia de género, en realidad del primero de 2019.
El marido de la joven, español, no denunció su desaparición hasta una semana después, cuando los familiares empezaron a inquietarse tras no saber nada de ella.
El presunto asesino, sobre el que existían denuncias previas por maltrato, aseguró tras su detención que él no la mató, que se la encontró muerta al regresar a casa, y que se asustó y se deshizo de su cadáver, primero intentando quemarlo en el jardín de su casa y después arrojando sus restos en diferentes puntos de la costa de Lanzarote. Días después de la desaparición, se encontraron restos de tejido del pulmón de la víctima en la costa. El agresor está en prisión provisional desde el 13 de enero, con cargos por homicidio y malos tratos.
El asesinato de Romina Celeste Núñez eleva a 30 el número de víctimas mortales de la violencia machista en 2019, aunque todavía hay otro posible caso en investigación. Solo en el 20 % de las víctimas, en seis, existía denuncia previa.
Como consecuencia de estos crímenes, 23 niños han quedado huérfanos, una cifra que asciende a 254 menores desde 2013. Romina Celeste es la víctima mortal 1.005 de la violencia machista desde 2003, después de que la Delegación del Gobierno comunicase ayer que saca de sus registros a Antonia G.O., una mujer de 45 años hallada muerta el 8 de octubre de 2012 en Jaén, tras la sentencia absolutoria que recibió su cónyuge en 2014.
Esta jienense, que había ingerido medicamentos y cuyo cadáver fue encontrado por su marido, apareció muerta en su cama con la cabeza colgando, postura que al parecer provocó en la mujer una intensa congestión facial que pudo acabar con su vida.
El tribunal de jurado consideró que no quedaba acreditada la culpabilidad del marido y que no se apreciaban en el cadáver «lesiones externas, ni signos de lucha ni defensa», y que en la casa no había desorden ni signos de lucha.
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