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Fermín Apezteguia
Martes, 10 de noviembre 2020, 13:32
La vacuna contra el coronavirus que el consorcio formado por la multinacional estadounidense Pfizer y la alemana Biontech ha anunciado como inminente y segura al 90% podría no serlo tanto. Los primeros resultados conocidos sobre la investigación resultan muy alentadores, esperanzadores y optimistas, como se ... ha apresurado a afirmar la compañía. Pero con aliento, esperanza y optimismo no basta.
La investigación se alimenta de ilusión, que permite al investigador encerrarse en su laboratorio para estudiar y a las empresas que financian su trabajo interés suficiente como para pagar el proyecto. Pero para que el sueño y la idea genial se conviertan en certeza se necesita la demostración de que la teoría funciona en la práctica. Es así como funciona la ciencia. Dos reconocidos investigadores que trabajan en uno de los más ilusionantes proyectos de vacuna en España, el director del laboratorio de coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), Luis Enjuanes, y su compañera Isabel Sola analizan para EL CORREO los aspectos positivos y negativos del proyecto estadounidense.
- Alta eficacia. Los resultados preliminares apuntan a que la vacuna de Pfizer/Biontech confiere una protección del 90%, lo que significa que 9 de cada diez pacientes quedarían inmunes ante el nuevo coronavirus de Wuhan.
- Ensayo a gran escala. Más de 44.000 personas sanas han participado en el ensayo. La mitad fueron vacunadas y la otra mitad recibieron una dosis de placebo. Todos ellos se expusieron a contraer la enfermedad. Pasado un tiempo, se comprobó que un número determinado de voluntarios estaba infectado. El análisis de los resultados obtenidos con un grupo reducido de ellos, 94 de los que estaban vacunados, permite a la compañía asegurar tan alta eficacia de su prototipo (90%).
- Aval de confianza. Pfizer tiene experiencia en el desarrollo de vacunas. Comercializa la famosa 'Prevenar' contra la meningitis, en sus distintas modalidades de niños y adultos; 'Trumenba' (contra la meningitis B), 'Nimenrix' (también contra la meningitis) y ,'Neisvac', para la prevención de enfermedades infecciosas. Nadie duda de que se trata de «una empresa de absoluta confianza» en el terreno en el que se maneja.
- Rigor científico. Pfizer y Biontech figuran entre los laboratorios que se negaron a las pretensiones del presidente en funciones de EE UU, Donald Trump, de anunciar resultados de la investigación antes de las elecciones presidenciales. «Los tiempos de la política no son los de la ciencia», le dijeron.
- La vacunación requiere dos dosis. El prototipo de vacuna que se propone precisa que el paciente reciba dos pinchazos, separados entre sí por un plazo de tiempo de tres semanas, lo que puede resultar incómodo. Se ha diseñado así para lograr una respuesta inmunitaria más fuerte.
- Dificultosa conservación y manipulación. La vacuna debe conservarse para su uso a una temperatura de 70 grados bajo cero, porque de lo contrario se pierde. Los congeladores domésticos llegan, como mínimo a los 17 grados bajo cero, pero tampoco mucho más. Esta condición encarece el producto. Además, solo los hospitales occidentales están en condiciones de garantizar el buen manejo del medicamento. Los países pobres tienen muchas posibilidades de quedarse sin ella.
- El nivel de eficacia podría caer. La información se ha publicado sólo una semana después de que los pacientes recibieran la segunda dosis. Lo correcto hubiera sido esperar tres o cuatro semanas para verificar la respuesta inmunitaria real. Por otra parte, la compañía reconoce que aún falta por verificar los resultados en, al menos otros 70 infectados, un número lo suficientemente importante como para que el porcentaje de eficacia se reduzca de manera considerable.
- Falta el estudio de seguridad. No se ha completado, porque requiere que pasen esas dos o tres semanas desde el segundo pinchazo para comprobar los efectos adversos que provoca el preparado. No se conocen porque no ha dado tiempo a verlos.
- Es incompleto. El trabajo, además, tampoco ha sido evaluado por pares, una condición imprescindible que exige el método científico. Todo ensayo ha de ser repetido por otro grupo investigador independiente para verificar si con el mismo procedimiento se logran los mismos resultados. Es una exigencia para su publicación científica, que con la pandemia se ha evitado con el fin de ganar tiempo al avance del virus, y desde luego para la aprobación de la comercialización y uso de cualquier medicamento por parte de las agencias correspondientes de Estados Unidos (FDA) y Europa (EMA). Llegará pero aún no se tiene.
- Otras incógnitas. Se desconoce en qué grupo o grupos de población permitiría lograr una mayor inmunidad y si la protección que confiere permite superar la infección (cura de infectados) o prevenirla (vacuna tradicional para personas sanas)
En conclusión, los grandes laboratorios se marcaron la Navidad como la fecha objetivo para lograr la vacuna y la hoja del calendario está al caer. Hay una auténtica carrera por llegar, porque están en juego grandes intereses económicos y comerciales, incluso de tipo geopolítico. La noticia dada por Pfizer/Biontech ha permitido reactivar aparentemente la economía de EE UU, que podría ser uno de los objetivos que se buscaba, aunque un anuncio con tanta laguna también podría responder al interés del laboratorio por animar a sus posibles grupos de financiación. Es una estrategia habitual en la investigación, que permite justificar resultados ante la opinión pública, ganar imagen de marca y obtener nuevos fondos económicos.
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