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Seis de cada diez adolescentes y jóvenes españoles han sufrido alguna forma de violencia sexual a través de su móvil u otros dispositivos electrónicos conectados a internet. Así lo constata una investigación de FAD Juventud y la Universidad Complutense de Madrid, que han entrevistado a ... 1.212 españoles de entre 16 y 29 años
El trabajo desvela que las formas más comunes que adoptan estas agresiones digitales son la recepción no solicitada de pornografía o de imágenes sexuales explícitas y el acoso por el aspecto físico, ambas padecidas por algo más del 20% de los jóvenes. Con algo menos de frecuencia, el 17%, está el acoso de adultos a menores y la presión para que se hagan vídeos de tipo sexual (14%). Con el 6,4%, pero dando ya los primeros pasos relevantes, está ser víctima de la creación de imágenes sexuales suyas con inteligencia artificial.
Las chicas son las víctimas más frecuentes de estos ataques, sobre todo a la hora de recibir contenido sexual no solicitado (28,7% ellas y 16% ellos), insultos por la apariencia física (24,5% ellas y 18,3% ellos), acoso por un adulto siendo menor (18,8% ellas y 14,6% ellos) o presión para hacerse fotos o vídeos de tipo sexual (16,4% ellas y 11,6% ellos). Los canales preferentes de las agresiones son las redes sociales (39,7%) y las aplicaciones de mensajería instantánea (34,9%).
Los agresores, en algo más de la mitad de los casos, el 53%, son personas conocidas de la víctima, la mayoría no muy cercanas, pero también son amigos en un 23% o la propia pareja en un 27%. No obstante, en cuatro de cada diez casos la violencia procede de un desconocido.
Las mujeres no solo son víctimas en más ocasiones sino que el impacto personal y social de la agresión sobre ellas tiende a ser más grave y a dejar más secuelas. Las consecuencias que experimentan con más frecuencia incluyen el aislamiento social o la reducción de actividades fuera de casa (29%), el abandono o el uso limitado de las tecnologías (21%) y la aparición de autolesiones o pensamientos suicidas (19%). En cantidades muy significativas sufren también vergüenza y culpabilidad, ansiedad, miedo y deterioro de la autoestima.
La mayoría cuenta lo ocurrido a su entorno de amistades, bloquea a los agresores o acude a canales de notificaciones de las operadoras, pero solo el 12% da el paso de contárselo a la policía. Además del miedo, la vergüenza y el temor a que le responsabilicen de estos ataques, las víctimas huyen de las comisarías y los juzgados porque temen que los atestados y procesos legales las revictimicen.
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