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Nacho Cavia
Domingo, 2 de abril 2017, 10:04
El robledal que suministró la materia prima con la que se construyó la Armada Invencible oculta en pleno monte Canales, en el pueblo de Silió, una antigua ermita que desde hace muchos años viene llamando la atención de vecinos y montañeros. No es fácil verla y menos encontrarla, pero no es extraño encontrar reseñas escritas sobre esa capilla excavada en las rocas, secreto íntimamente guardado por los habitantes que pueblan esos lares, en pleno valle de Iguña.
Avelino Molina González tuvo las primeras noticias sobre la cueva del Santo o ermita de San Martín leyendo un artículo de Ramiro Mesones sobre un extinguido lago en Cantabria en el que se citaba una ermita situada en el robledal del monte Canales, «una pequeña capilla primitiva labrada en la roca» que, a juicio del propio Avelino Molina, bien podría ser una auténtica joya del arte rupestre que hasta ahora ha pasado prácticamente desapercibida para el público en general.
Ubicada en el pequeño pueblo de Silió se la conoce también como la Cueva de los Milagros, una cavidad artificial excavada por la mano del hombre sobre roca blanda que mantiene los elementos propios de esa clase de habitáculos, según el propio Avelino Molina, tras innumerables visitas solo y acompañado al lugar.
Cuenta que en el interior se dibuja una sola nave central de unos dos metros por un metro unida a un arco triunfal de medio punto con una cruz latina grabada en la parte hundida del fondo de la ermita. En la boca de la cueva se aprecia el derrumbe de una visera que la daba mayor longitud y causante del sesgo de las tumbas practicadas en el suelo. También señala el parecido de esa ermita con la del Tobazo, situada en Villaescusa del Ebro, municipio de Valderredible.
A falta de estudios pormenorizados, Molina González adelanta que la cueva del Santo pudo ser un espacio elegido para el culto pagano y precristiano del que saben mucho en Silió, donde cada verano recrean el izado de la Maya, santificando los rectos y regios árboles que aún hoy se pinan en plena plaza de Santiago. Siguiendo la lógica histórica de cavidades como la del monte Canales, defiende que los primeros cristianos pudieron ocupar esos lugares sacralizados por los paganos, para reconvertir el lugar en un centro cristiano.
Sobre su ubicación exacta, Molina señala que se encuentra situada en el centro de una peña rodeada de robles. Partiendo del pueblo de Silió y cogiendo la pista que conduce a Canales, se llega a altura de la cabaña que llaman de Guillermín, de la que, a la derecha, parte una pista «con gran pendiente» que muestra «a unos doscientos o trescientos metros», de nuevo a mano derecha, la gruta, tras pasar un arroyo que se conoce como del Santo.
A pesar de las indicaciones que fue recogiendo a lo largo de su investigación, reconoce que le costó años encontrar el lugar exacto, y que fue gracias a un vecino de Silió.
El primero que le detalló el lugar fue Gumersindo Peña Pérez. «Mi padre, José Peña Gómez, que fue guardabosques en Silió, me contó muchas veces historias sobre la cueva. Se encuentra partiendo de Bernías a la izquierda donde hay una pista forestal con pendiente que sube a la Llana del Alisal, y a la izquierda de esta Llana está pegado el regato y la cueva», le relató a Avelino.
También su amigo Guillermín le dibujó un croquis que sitúa el inicio del camino en su cabaña, pasando el puente sobre el río Erecia para continuar, siguiendo ese arroyo, por una cambera que termina en lo que él conoce como la Cueva de los Milagros, un nombre que viene de una historia bien regada por leyendas.
No fue hasta el 25 de mayo de 2013 cuando por fin pudo visitar la ermita por primera vez, de la mano de dos vecinos de Silió, Frutos y Luis, «conocedor éste como nadie del monte y bosque de Canales».
Avelino pone énfasis en la necesidad de proteger la ermita y su entorno. En su última visita comprobó que alguien había hecho fuego en su interior. Antes incluso algún paseante había dejado su huella inscribiendo su nombre y fechas.
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