Los afectados por el ocio nocturno estudian denunciar al Ayuntamiento y algunos pubs

De momento, ni la propuesta de la coalición para adelantar el cierre de los bares nocturnos, pubs y discotecas entre semana –dirigida a la Consejería de Presidencia– ni los trámites para instalar cámaras y sonómetros, portátiles y fijos, en los aledaños de la zona de vinos convence a los afectados, «hartos» de los ruidos, los altercados y unas molestias que, al margen del ocio nocturno, se propagan fundamentalmente en el exterior de los establecimientos.

Las palabras de los residentes concentrados este pasado martes refleja el abanico de situaciones del que son testigos: desde «el lanzamiento habitual de botellas» que Begoña –prefiere no publicar su apellido– sufre en su terraza; el encuentro matutino entre Blanca Araujo y los jóvenes «visiblemente afectados» que se acomodan en su portal; o el «incumplimiento flagrante» de la ordenanza por parte de esos negocios que tienen las «puertas abiertas» e impiden, con la música, el descanso del propio Crespo, uno de los muchos que no puede dormir «hasta las cuatro y media de la madrugada».

Miguel Ángel Fernández encarna a todos ellos cuando echa mano del móvil y revela las escenas de todo tipo que se suceden en el barrio San José. Vídeos de peleas, gritos, jóvenes meando junto a un coche de la Policía Nacional... «No queremos acabar con la hostelería ni nada parecido. Lo único que queremos es poder descansar», enfatiza este vecino, vicepresidente de la asociación de afectados y encargado de ampliar su altavoz hasta la Delegación del Gobierno en Cantabria, hace unas semanas. Y, de momento, con éxito. Ainoa Quiñones se ha comprometido a mantener una reunión con Fernández alrededor de estos altercados. Entre tanto, su departamento ya ha solicitado informes a la Policía Nacional para arrojar luz sobre el alcance de estas alteraciones del orden público.

Como presidente de la Asociación de Hostelería 39300, Ramón Gómez es el primer interesado en alejar ese tipo de conductas de la zona de vinos y el entorno del sector en general. «Necesitamos un espacio de trabajo lo más limpio posible. Cuanto menos gente enturbie nuestro sector, mejor», declara el propietario, convencido del buen hacer por parte de la mayoría de sus colegas. «El problema son dos o tres locales, pero se nos hace pagar a todos», declara, antes de rogar «medidas selectivas» contra aquellos que no cumplan la ley.

Dicho eso, y después de tres décadas en la zona, Gómez no termina de considerar tan grave la situación actual de la zona de vinos. Es más, a su juicio, el barrio San José vive ahora «una de sus épocas más tranquilas», en comparación a años anteriores. «Estamos pagando los dos años de silencio de la pandemia. ¿Puede haber algunas molestias? Sí, pero no estamos de acuerdo con la visión que se está reflejando. No es justo», lamenta el hostelero, antes de negar la existencia de locales con las puertas abiertas.