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El encargado del Barco de Oro, el restaurante envuelto en la polémica por sorprender la semana pasada a los vecinos de Torrelavega y a la Policía Local con una cabra recién sacrificada en la puerta trasera de su establecimiento, asegura que adquirió el animal ... sin vida y con la única idea de consumirlo junto a su familia el día 10 de septiembre, en el marco de la conmemoración del Medio Otoño, fiesta nacional en su país de origen (China). «Yo no degollé a la cabra en el restaurante. Sólo limpié la sangre y retiré el pelo», declaró ayer Meijuan Xu, antes de reconocer el «error» que supuso exponer la cabeza de ganado en la vía pública y a la vista de los vecinos: «Mal hecho, pero no la maté aquí». «Ni siquiera hay nada parecido en la carta del establecimiento», añade.
Afectado por las consecuencias que este despropósito puede generar en el futuro del negocio familiar, que durante sus cuatro años ha funcionado «de maravilla», el propietario aseguró haber adquirido el animal tras contactar con un «campesino de Solares» a través de internet. «Lo traje por la noche para ser más discreto, pero los vecinos avisaron a la Policía», lamenta Meijuan Xu, firme a la hora de declarar que la cabra -finalmente requisada y trasladada al Mercado Nacional de Ganados- contaba con un código identificativo en la oreja.
«Sólo quería disfrutar de la fiesta nacional y comerlo junto a mi familia. Hubiera sido mejor ir al supermercado y no perjudicar mi negocio», lamenta el hostelero, que abrió ayer las puertas de su restaurante a El Diario Montañés para salir al paso de la rumorología y poner fin a un episodio que, según mostró, ha llegado a algún diario digital de su país.
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La alfombra que el propietario colocó aquella noche del 27 de agosto para evitar que la sangre y otros restos del animal se esparcieran por la acera no evitaron que la escena se multiplicara en las redes sociales. «La gente llamó a la Policía pensando que lo había matado yo, pero no es así. Sólo lo he limpiado. Esa es la verdad. Luego vi las redes y no me lo podía creer», explica Meijuan Xu.
Lo que él, su familia y los empleados del negocio quieren ahora, por encima de todo, es pasar página y reanudar la actividad del restaurante tal y como era antes de este suceso. Esa fue su primera voluntad desde que tuvo que dar explicaciones a los uniformados municipales y también a los inspectores de Sanidad, el jueves de la semana pasada. Tras la visita del Servicio de Seguridad Alimentaria, durante el cierre cautelar de 24 horas, todos ellos estuvieron «catorce horas limpiando, todo el día, de doce del mediodía a dos de la madrugada».
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