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Muchos torrelaveguenses miran hacia arriba los días de viento cuando pasan junto a La Lechera. Una de las abrazaderas de hierro que refuerzan la parte superior de la chimenea del emblemático edificio está rota y golpea contra el pararrayos cuando sopla el aire. ... Los restos del cincho amenazan con precipitarse sobre el suelo desde 50 metros de altura, algo que ya ocurre con cascotes que se desprenden de los ladrillos con que está hecha la centenaria estructura. Los trabajadores del edificio más próximo, el Centro de Investigación del Medio Ambiente (CIMA), ya no aparcan cerca de la chimenea por miedo y cuando se organiza algún evento en La Lechera se suele vallar el entorno por precaución.
El historiador José Ortiz Sal recuerda que el edificio fue una de las grandes fábricas de la ciudad. Primero funcionó como azucarera, a principios del siglo pasado, y después como fábrica de leche -de ahí viene su nombre-, desde los años veinte y durante varias décadas. Finalmente, fue reconvertida en Feria de Muestras a principios de la década de los ochenta, actividad que perduró hasta principios de esta legislatura. Ahora el inmueble languidece una vez más, sin apenas uso, a la espera de un nuevo destino, el de ser un gran centro cultural, que no acaba de llegar.
Mientras tanto, las instalaciones se deterioran y la chimenea es un ejemplo de ello. El concejal de Seguridad, Pedro Pérez Noriega, reconoce que «algo hay que hacer para arreglarla», pero hasta ahora los intentos han resultado infructuosos. Se requiere un trabajo especializado en altura y desde el departamento de Obras una empresa que pueda hacerlo. La escala de los bomberos se queda corta (alcanza 39 metros) y la ayuda que se pidió el año pasado a la Unidad Militar de Emergencias (UME), aprovechando que fijó en La Lechera su sede durante las últimas maniobras, tampoco tuvo éxito. Los militares llegaron a realizar uno de los ejercicios en la propia chimenea -simularon que la reforzaban ante la llegada de una galerna-, pero no lograron solventar el problema de la altura.
Los años pasan y la oposición pide soluciones. La portavoz de Torrelavega Sí, Blanca Rosa Gómez Morante, recuerda que vienen exigiendo «desde hace tiempo» que la chimenea se repare, pero «hasta ahora no han hecho nada, que es lo habitual en este equipo de gobierno». «Es un peligro -explica-, una amenaza para la gente. Incluso tememos que la abrazadera rota arrastre en su caída algunos ladrillos». Su compañero de grupo Arturo Roiz hace hincapié en que la propia UME «detectó en la chimenea de La Lechera uno de los posibles peligros en caso de fuertes vientos y lluvias».
Los trabajadores del CIMA también han alertado de la situación al Consistorio y añaden que en la parte superior de la chimenea hay grietas que han podido ser provocadas por la caída de un rayo. Además, se aprecia como se han desprendido algunos ladrillos, fruto del paulatino deterioro de la vieja estructura, que se dibuja en el aire como uno de los símbolos de una ciudad industrial que no atraviesa por su mejor momento.
Torrelavega perdió en 2016 una de sus señas de identidad. El Ayuntamiento liquidó la sociedad municipal encargada de la organización de las ferias comerciales, que alcanzaron fama en la ciudad durante varias décadas. Atendiendo lo establecido por la ley reguladora de las Bases de Régimen Local, puso fin a la Feria de Muestras de Torrelavega por registrar pérdidas dos años consecutivos. Los cuatro trabajadores de la entidad denunciaron al Consistorio por entender que su despido era improcedente.
Desde entonces, el recinto de La Lechera, con más de 5.000 metros cuadrados, se encuentra infrautilizado a la espera de que se haga realidad el compromiso adquirido por el Gobierno de Cantabria y el Ayuntamiento: convertir la antigua Feria de Muestras en un gran centro cultural de referencia regional. Era la compensación por otro fracaso: el intento de convertir La Lechera en sede del Museo de Arqueología y Prehistoria de Cantabria (Mupac). Parece que el hecho de que los gobiernos local y autonómico sean del mismo color político en esta legislatura en poco ha favorecido hasta ahora los intereses de la capital del Besaya, muy castigada por la crisis económica y el desempleo.
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