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Alejandro Sánchez y William Crespín llevan 20 y 12 años, respectivamente, contribuyendo como voluntarios en el Banco de Alimentos de Cantabria. Pocas personas conocen, como ellos, la foto real y tan reveladora de las necesidades, la demanda y la pobreza que, en España y según ... los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), sufre el 26% de la población residente en nuestro país. A veces, un testimonio vale más que cualquier índice o estadística. «No salimos de una crisis y entramos en otra», «la demanda ha aumentado muchísimo, quizá no tanto como en la anterior crisis (2008), pero se nota una barbaridad», «hay muchísimas personas que no están mal sino muy mal», alternan ambos, dos de los cerca de veinte trabajadores que, de cara al 2, 3 y 4 de junio, vienen engranando la maquinaria del almacén de Torrelavega -entre Tanos y Viérnoles- para afrontar la 'Operación Kilo', una apelación directa a la solidaridad de los ciudadanos para que, cuando pasen por la caja del supermercado, hagan una aportación con su tarjeta y mitiguen las dificultades de los más necesitados. Si van a hacer un recado y compran algo, pueden cooperar dejando unos pocos euros de más. No es un decir: cada euro cuenta y enriquece este acopio organizado por la Federación Española de Bancos de Alimentos (Fesbal), una especie de cesta de la compra gigante a la que, en Cantabria, contribuyen 120 supermercados. Este fin de semana toca sumar kilos de arroz, legumbres, conservas y, sobre todo, mucha solidaridad.
Igual que Sánchez o Crespín, Alfredo García, Luis Miguel Cano o Belén Palacio encarnan el espíritu del voluntariado esta semana. Preparan el almacén, revisan los datos, el 'stock' y se encargan de la logística en general. «Hay una demanda enorme, sobre todo desde la pandemia», corrobora ella, antes de centrar las legumbres, el arroz, el azúcar, el aceite, la leche, los alimentos infantiles o las conservas entre las grandes prioridades de la colecta. «Se trata de que todos los clientes de la grandes superficies aporten alimentos o dejen un dinero», sintetiza Cano, volcado, como el resto del equipo humano, en revisar el inventario, el correcto etiquetado de las cajas y hasta trasladar la mercancía de un lado a otro de la nave con una carretilla elevadora. No paran.
Todo el esfuerzo cuenta y cada uno de esos kilos vale su peso en oro. Ese euro de más o esos garbanzos que deje como donativo a partir de mañana en su supermercado de siempre se pueden traducir en una comida indispensable para miles de personas y familias en riesgo de exclusión social, un sector de la población creciente por culpa del encadenamiento de crisis en la última década. La distribución de esos dones en hasta 54 bancos de alimentos de España viene arrojando resultados muy efectivos en ediciones pasadas. Para hacerse una idea, en 2022, la federación nacional repartió más de 151 millones de alimentos entre 1,2 millones de beneficiarios, gracias a la ayuda de más de 6.900 instituciones y una plantilla de voluntarios sin cuya ayuda esta iniciativa sería impensable.
Y hablando de voluntarios. Nunca sobran. De ahí el llamamiento de la organización, que apela a la participación de todos para echar una mano en los puntos de donación. En casi todas las comunidades, incluida Cantabria, todavía hay puestos vacantes en los que colaborar. Para apuntarse, basta con inscribirse en la página web -fesbal.org.es-. A mayor número de voluntarios, mayor capacidad recolectora y posibilidades de plantar cara a la tasa de riesgo de pobreza.
¿Y cuál es foto fija de la exclusión social en España? Atendiendo a la European Anti Poverty Network (EAPN), una coalición de ONG y grupos volcados en la lucha contra la pobreza en Europa, ese índice cayó casi dos puntos desde de 2021 (27,8%) a 2022 (26%). Esos datos revelan una tendencia positiva, propia de una sociedad que, poco a poco, sale de una pandemia que fue letal para las familias. Para muestra, las caídas en el porcentaje de población en riesgo, del 21,7 al 20,4%; el de los hogares con carencia material y social severa, seis décimas hasta el 7,7; y en el de situaciones de baja intensidad en empleo, del 11,6 al 8,6%.
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