Malvís que estás en los cielos

Por eso había más medio millar de personas en la pista cubierta del colegio Pintor Escudero Espronceda –de no ser por la previsión de lluvia, se hubiera celebrado en Los Picayos–. Porque Julián, a secas, o 'Julianín', como se refirieron a él muchísimos asistentes, dejó un vacío «irremplazable». Era, además de un cantante prodigioso y el embajador de la canción montañesa por excelencia, el amigo de mucha gente, como se demostró no sólo en forma de una pista abarrotada, sino en imágenes, vídeos, discursos y mil anécdotas. «Amigos del folclore cántabro y de Julián Revuelta, el Malvís», ha presentado Carmen Olarreaga, de la Agrupación 'Virgen de las Nieves', antes de dar paso a los bailes y los coros sobre el escenario. «Esto le hubiera encantado», «era un fuera de serie», alternaba, mientras, un grupo desde las sillas, alguno sin poder evitar emocionarse.

Era difícil, con la música, las imágenes y ese sentimiento de pertenencia que tan bien le sentaba a Julián. No fue un evento triste, para nada; fue una fiesta llena de alegría, pero costó contener las lágrimas al recordar a un Malvís que sentía pura devoción por lo suyo, su gente y el folclore de su tierra, esa que llevó a gala por todo el mundo. Los coros, las danzas, esas tonadas a micrófono abierto… Cuando sonó su voz durante la proyección del vídeo, muchos cantaron con él; otros sacaban el pañuelo.

Precisamente, como le hubiera gustado a Julián, después de las actuaciones, la fiesta ha continuado con una romería montañesa por todo lo alto. El olor a chocolate con churros inundaba el entorno del cole, que cantó y bailó en un tributo que, además de cariño, respiró arraigo, orgullo y muchas ganas de disfrutar del sábado.

Y así lo han hecho pequeños y mayores, del último al primer vecino, profesando un profundo respeto y reconocimiento a un vecino, el Malvís, criado en el seno de una familia abundante en cantantes y al que le entró la afición «como a cualquiera que se hubiese criado en esas circunstancias», como solía razonar él. Dejó claro su amor por la música desde temprano, pidiendo, en lugar de juguetes, instrumentos de música por Navidad. Ese niño terminó siendo el mejor embajador de la canción montañesa, llegando a interpretar 'No hay pueblo como mi pueblo' en la Quinta Avenida de Nueva York.

Su legado es impagable, como coincide todo el mundo. «Julián era una persona excepcional. Cuando cantaba te ponía la piel de gallina. Llevó el nombre de su pueblo, Tanos, allá donde fue por bandera. Es una verdadera pena que nos dejase», declaró el alcalde, Javier López Estrada. Casi desde que se conoció su desaparición, el Consistorio se volcó en coordinar esta despedida. «Es un más que merecido homenaje a un referente del folclore de Cantabria que ha dejado un gran legado cultural», decía la concejala de Cultura, Esther Vélez.

Palabras como esas siempre estuvieron presentes, pero en enero inundaron las redes, las calles y los discursos en las instituciones, desde el propio Gobierno de Cantabria hasta el Consistorio de Polanco. Este último municipio –a donde Julián se trasladó pasados los años–, de hecho, promoverá la celebración en julio de un festival de la canción montañesa como homenaje.