![Los agentes de la Policía Nacional informan a los clientes y al responsable del Bar Estadio de la orden de cerrar el negocio.](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202009/12/media/cortadas/inmobiliaria%20(1)-k0tB-U120154649510OQC-984x608@Diario%20Montanes.jpg)
![Los agentes de la Policía Nacional informan a los clientes y al responsable del Bar Estadio de la orden de cerrar el negocio.](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202009/12/media/cortadas/inmobiliaria%20(1)-k0tB-U120154649510OQC-984x608@Diario%20Montanes.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Puede que el testimonio más ilustrativo del ambiente en el barrio fuese el de una mujer que hablaba por teléfono en la puerta de su establecimiento sin saber, en ese momento, si debía cerrar o no. «Es que yo tengo esto aquí y mi casa a la vuelta de la esquina. Es mi negocio y es mi vida. Hemos estado sin salir, del negocio a casa, desinfectando, haciendo las cosas bien y, a la vez, estabas viendo a diario a los que cometían imprudencias, entrando y saliendo de locales sin mascarilla, ellos y los niños, sin guardar las distancias. Nada. Todos lo veíamos. A todas horas. Y ahora esto. Es impotencia, pura impotencia». Esa misma mujer (que prefería que no se supiera su nombre ni el de su negocio cuando el periodista le preguntó si quería hablar), le contaba una hora más tarde a un vecino en otro punto del barrio que su hija, que iba con ella, había quedado para comer con otras niñas a la salida del colegio –antes de que se tomara la decisión de confinar una zona–. «¿Y sabes qué ha pasado? Pues que varias amigas no han ido porque dicen que no querían estar con nadie de La Inmobiliaria. No han querido quedar con mi hija por vivir aquí. Y eso no es justo».
Son dos relatos –de una misma persona– que sirven para hacerse una idea del ambiente en un barrio que ayer era un manojo de nervios. Pocos minutos después de que el consejero de Sanidad hiciera pública la decisión del cordón sanitario, se sucedieron las escenas. A la carrera. La de los agentes de la Policía Nacional cerrando establecimientos. La de varios operarios que iban en un camión deteniéndose en cada acceso para colocar bloques de hormigón. La de vecinos cargados de bolsas marchándose a otra parte para evitar estar encerrados catorce días –«es una desbandada», comentaban algunos–. O la de la cola que se formó ante el colegio José María de Pereda, que se vio obligado a cerrar sus puertas. Su director, Ignacio Díaz, contaba que a los niños les mandaron deberes para hacer en casa en previsión de lo que podía pasar y antes de tener la comunicación oficial para transmitir a sus familias. «Nos ha tocado esto, pero creo que la medida es buena. Había muchos contagios en la zona. Estábamos preocupados, pero considero que es lo mejor. Y han tomado el centro como zona sanitaria». Sí. Allí mismo se montó un puesto de toma de muestras para pruebas PCR. Por eso se formó la cola. Dieron el aviso de que había que pasarse y desde muy pronto se formó una fila. Tanto, que cambiaron de planes. «Sólo se hará la prueba a los residentes en Leonardo Torres Quevedo y Marqueses Valdecilla y Pelayo», comunicaron por la megafonía de un coche patrulla para enfado de más de uno. «Tenemos que ordenar el espacio. Hay capacidad para unas 600 pruebas al día y debemos ordenarlo para que no exista riesgo de contagio en la propia fila», explicaba el concejal Pedro Pérez Noriega.
Noticia Relacionada
En los primeros puestos de esa fila estaban Aurelio López y Cecilia Diego, un matrimonio de jubilados. «No vivimos aquí, pero estamos de vacaciones un par de meses. Nos ha avisado una sobrina de que iban a confinar y nos dijo que viniéramos rápido». Se lo tomaron «mal, como todo el mundo», pero «con la intención de ayudar en todo lo que podamos y que nos ayuden a nosotros». «Pensábamos volver la semana que viene a Alemania. A ver si nos dejan...». Esa era su preocupación. La de Marco Gómez, a pocos metros, era «un tema laboral». «Trabajo en un quiosco y debo hacerme la prueba para saber si puedo ir a trabajar, salir de la zona... Vivo aquí arriba, en un edificio de la zona cerrada y no si podré ir a trabajar». Él no estaba muy de acuerdo con la decisión adoptada. «Si saben quiénes fueron y dónde están –en relación a los participantes en la ceremonia de una parte de la comunidad musulmana señalada como origen principal del brote–, que no cierren todos los portales. En mi portal, según tengo entendido, no vive ninguna de las personas que dio positivo. No pueden castigarnos a todos. Pagamos justos por pecadores».
Ver fotos
Preocupaciones laborales como la de José Manuel López, del Bar Estadio. «Es más fácil cerrar los locales que buscar a los que tienen que buscar, que se sabe dónde están. Lo que deberían hacer es colaborar con los rastreadores. Nosotros nos tenemos que ir para casa mientras que ellos se esconden. Están escondidos en casa», denunciaba respecto a los que no han cumplido las normas. El mensaje de su compañero de profesión, Carlos Linares, del Bar California, sonaba a resignación. «La salud manda y debe primar. Y el sentido común. Pero esto es un mazazo. Arrastramos tiempos de crisis, casi tres meses cerrados y ahora otros quince días. Todo suma y es un año desastroso». Incluso para los que pueden seguir abiertos, la perspectiva se llena de incertidumbres. «Yo –contaba Edith Cortés, de la Librería Nala– vendo prensa y seguiré abierta, pero estoy obligada a hacerme la prueba. Veremos si nos la hacen. Pero la gente no sale de casa y tendremos que ver si, así, seguimos trabajando o no».
«Si es positivo, me lo dicen mañana (por hoy). Si es negativo recibiré un SMS en 48 horas. Y si no me llega, debo ponerme en contacto el lunes con mi médico de cabecera», contaba uno de los primeros en hacerse la PCR (el profesorado del colegio inauguró el nuevo puesto).
A eso de las cinco menos cuarto, Juan XXIII, una de las principales arterias de la zona, estaba desierta. Silenciosa. Se escuchaba, eso sí, alguna conversación de ventana a ventana. Eso y lo que comentaban un par de miembros del operativo –patrullas de la Policía Nacional recorrían el perímetro y las calles, y también de la Policía Local–. Con los accesos cortados al tráfico por los bloques de hormigón. Pero –es lo que decían entre ellos– «andando esto es un coladero».
Los rastreadores militares solicitados por trece comunidades autónomas están ya trabajando en Madrid, Valencia, Canarias, Murcia, Castilla y León, Ceuta y Melilla y este sábado comenzarán las labores en Cantabria. Además, está previsto que se desplieguen la próxima semana también en Andalucía, Asturias y Baleares. Antes de su plena incorporación, los militares deben someterse a un periodo de formación al que sigue una segunda fase de adaptación de sus procedimientos y protocolos a los de la comunidad autónoma correspondiente, según explicó ayer el general jefe de la Unidad Militar de Emergencias , Luis Martínez Meijide.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.