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Desfile de camiones, ruido, polvo, barro... Los vecinos de Barreda soportan con paciencia y muchas quejas las obras que se realizan en la autovía para acabar con las retenciones. Los más afectados viven en el barrio de La Palmera y protestan especialmente por el ... ruido y el enorme muro que se levanta a escasos metros de sus pisos. El Ministerio de Fomento les ofreció la posibilidad de expropiar el bloque, pero la rechazaron porque «nos iban a dar una miseria».
Colocando estacas para delimitar el área de actuación y desbrozando el terreno. Así comenzó el pasado verano la obra más importante de los últimos años en Torrelavega, la construcción del ramal de continuidad de la Autovía de la Meseta (A-67) entre Sierrapando y Barreda, que pondrá fin a las retenciones de tráfico que se producen al no estar concluido el cruce con la otra autovía, la del Cantábrico (A-8). Los trabajos tienen un presupuesto de 109 millones y un plazo de ejecución de 40 meses.
Las obras empezaron en Barreda, a la altura de La Palmera y El Salvador, barrios construidos a mediados del siglo pasado para acoger a obreros de la empresa Sniace. En la calle más afectada por los trabajos, que se está «reventando» por el desfile de entrada y salida de camiones -es el único acceso a las obras-, vive Manuel Ortiz, que preside la asociación de vecinos El Salvador y Santo Domingo, la más «veterana» de Torrelavega. Él dice que no eran partidarios de la obra, pero que colaboran en su ejecución para que «acabe cuanto antes», porque «es inútil tratar de oponerse a ella».
Ortiz, que vive en el barrio El Salvador desde hace 71 años, señala que lo tienen «asimilado» y que soportan las obras con «mucha paciencia», aunque cree que en mejores condiciones que cuando se hizo la autovía, hace más de tres décadas. «Esta vez -explica- se ha levantado acta notarial del estado de las viviendas. No queremos que nos pase lo mismo que entonces, que todo fueron promesas pero lo único que sacamos fue la cesión del terreno para hacer el parque, la reparación de la calle y que pusieran semáforos. La vibración de los camiones hizo que se abriesen grietas en las casas».
El dirigente vecinal lamenta que ningún político se haya acercado para conocer la situación, salvo el concejal del área, Javier López Estrada. También ha visitado la zona el candidato de Vox, Ángel Bercedo, que ha mostrado su apoyo a los afectados. Ortiz confía en que los responsables del Ministerio de Fomento en Cantabria cumplan «su palabra» de que «todo va a quedar como estaba o mejor», ya que «sobre el muro que están haciendo para habilitar el tercer carril colocarán pantallas acústicas», atendiendo así una vieja reivindicación. Mientras tanto, dice que «no queda otra que seguir aguantando». «Cuando te sientas en el sofá y hace sol -confiesa- ves como flotan las partículas de polvo que entran por la ventana y cuando llueve esto se convierte en un patatal. Menos mal que me hacen caso y lo limpian con una manguera los viernes».
A unos doscientos metros, en el barrio La Palmera, entre casetas prefabricadas y camiones que bombean el hormigón con el que se levanta el muro, se encuentran las 18 viviendas más afectadas, divididas en tres bloques. La peor parte se la lleva el número 17, en el que Antonio Isla es jefe de escalera: «Mi habitación está a seis metros del muro. A veces tengo que trabajar por la noche y no puedo dormir al día siguiente. A las ocho de la mañana empieza la 'fiesta' y no termina hasta por la tarde. He ido con mis ojeras a protestar y la contestación es que las obras es lo que tienen».
Antonio, que vive en el segundo piso desde que nació, hace 55 años, reconoce que Fomento les planteó la posibilidad de expropiar el bloque, pero para eso «teníamos que ponernos de acuerdo todos y no hubo interés porque nos iban a pagar una miseria». Mientras tanto, hay otras cosas que le preocupan al margen del ruido: «Ese muro nos está dejando enterrados, vamos a tener que encender la luz desde por la mañana porque no vamos a ver el sol, sobre todo en invierno. Imagínate cómo va a quedar esto con la humedad y lo que se van a depreciar nuestras viviendas». Entre las molestias que tienen que sufrir a diario, destaca también el tener que dejar el coche alejado «para que los camiones puedan maniobrar» y la desaparición de las huertas que cosechaban en el talud de la autovía, aunque «yo la tenía como jardín».
Más perjudicado aún se siente Jesús Ángel Álvaro, que vive en la planta baja. «Es una vergüenza, a mí me dejan como si estuviera en un zulo -explica-. Dicen que es una obra de interés general, pero a nosotros nos están haciendo una chapuza. No vamos a ganar para pagar la luz y la calefacción, porque todo va a ser humedad. Eso por no hablar de que mi casa puede quedar fuera de ordenación y no la va a querer comprar nadie». Al igual que sus vecinos, Álvaro también se queja de la falta de información: «Un día levantas la persiana de la cocina y ves aquí a dos chicas, dos topógrafas, colocando unas estacas, y te dicen que se va a levantar un muro».
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