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Velar por la salud pública y el bienestar animal. Ese es el objetivo del proyecto que acaba de desarrollar el Ayuntamiento de Torrelavega para iniciar el control de las 70 colonias de gatos callejeros o asilvestrados que hay en la ciudad y su entorno, ... programa que se espera tenga continuación con otro para la esterilización de los felinos. El Consistorio cuenta con la ayuda de 60 voluntarios, a los que ha entregado carnés de gestores o alimentadores de estos animales, una acreditación que les afianza frente a algunos vecinos, muy pocos, que llegan a insultarles e incluso agredirles por considerar que son culpables de la proliferación de los felinos.
El Consistorio ha llevado a cabo la geolocalización, descripción, categorización y control de las colonias gracias a un programa de empleo (Corporaciones Locales) en el que han trabajado durante seis meses un ingeniero técnico de minas y una veterinaria. El concejal del área, José Luis Urraca, muestra su satisfacción por el resultado: «Hemos logrado sentar las bases para llevar a cabo el control y garantizar el bienestar de las colonias felinas del municipio. Se ha realizado un buen trabajo que ahora hay que continuar desarrollando. Queda aún mucho por hacer. Esto ha sido el comienzo».
Entre los voluntarios del programa se encuentran las integrantes de una protectora, Gatucos Torrelavega, que muestran a este periódico una de las colonias, situada en el jardín de un chalé de Torres. El alimentador, Pedro, prefiere no hablar, pero ellas no tienen inconveniente. «Están todos sin esterilizar», señala Gema, mientras nos enseña una camada de recién nacidos. «Hay gente mayor -explica- que les alimenta, pero no tiene redes sociales, no sabe como darlos en adopción, curarlos, conseguir apoyo para castrarlos...».
Para paliar esa situación, Gatucos Torrelavega ha puesto en marcha una especie de «cooperativa» con la que intenta ayudar a los alimentadores en el control de las colonias. Las casas de las voluntarias de la protectora se han convertido en espacios de acogida para camadas, gatos enfermos... En medio año de vida que tiene la asociación han logrado dar en adopción un centenar de animales.
Los trabajadores del programa municipal encontraron en ellas al mejor aliado: «No sabían por dónde empezar y nosotras ya teníamos localizadas 50 colonias». Pero la tarea no es fácil, especialmente para los alimentadores: «Todo el mundo tiene un vecino que es idiota y hay voluntarios que han sido agredidos. Incluso están dando de comer a los gatos de madrugada para que nadie les vea». La entrega de carnés solo es el primer paso, pero «es muy importante porque ahora están acreditados y, si es necesario, pueden llamar a la Policía». Además de los alimentadores, disponen de carné los gestores de las colonias, que velarán por su cuidado y mantendrán contacto directo con el Ayuntamiento.
Estela Miera, presidenta de Gatucos Torrelavega, agradece la «buena actitud» del Ayuntamiento, pero recuerda que hay que seguir adelante con el programa para «capturar, esterilizar y devolver a los gatos a las colonias». «Nosotras vamos castrando poco a poco, pero no tenemos recursos suficientes», afirma.
El proyecto que se ha llevado a cabo señala que en los últimos años y en los países más avanzados, una parte importante de la sociedad ha ido evolucionando claramente en favor de la defensa, protección y bienestar de los animales, como seres dotados de sensibilidad, exigiendo paralelamente de los responsables públicos la adopción de medidas con ese propósito. Fruto de lo anterior, hay ciudadanos que ejercen la protección de los gatos ferales, que carecen de dueño conocido y viven alejados del hombre en espacios públicos y privados de la ciudad, sin que se ejerza sobre ellos la adecuada vigilancia sanitaria. Tampoco tienen una alimentación correcta, ya que en los cascos urbanos las posibilidades de comer bien por sus propios medios son mucho más bajas que en las zonas rurales, por lo que suelen depender de restos de la nutrición humana.
Al ser el gato una especie prolífica, puede llegar a perpetuarse en determinados espacios. En el caso de que existan alimentadores, personas que les proporcionan comida y agua al ver las difíciles circunstancias en las que viven, es fácil que la agrupación prospere y el número de ejemplares se multiplique, creándose una colonia incontrolada.
La superpoblación de estos felinos puede acrecentar problemas como la insalubridad, ya que los animales sin control sanitario pueden ser portadores de enfermedades infecciosas transmisibles al hombre (toxoplasmosis, bartonellosis, rabia...) y también parasitarias (pulgas, garrapatas, sarna...). Tampoco hay que olvidar la conflictividad social, basada en las molestias ocasionadas a personas que viven próximas a las colonias: riesgo ocasional de arañazos y mordeduras, malos olores, concentración de deposiciones y orines, entierro de heces en espacios de juego infantil o huertos urbanos, y acumulación de restos de comida aportados de forma descontrolada por parte de algunos ciudadanos, lo que puede atraer a ratas y otros depredadores ocasionales.
Igualmente, las colonias incontroladas provocan ruidos y peleas nocturnas en época de celo; accidentes de tráfico y atropellos de los felinos, y déficit de bienestar animal, ya que estos animales pueden sufrir enfermedades, hambre, actos vandálicos y envenenamientos.
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