![Mujeres (en primer término) y hombres (al fondo) de la comunidad musulmana rezan para despedir la fiesta del Ramadán, este miércoles al amanecer, en el parque Manuel Barquín de Torrelavega.](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2024/04/10/meca-Rm3nE6CMntlWuDn1u8arCAJ-758x531@Diario%20Montanes.jpg)
![Mujeres (en primer término) y hombres (al fondo) de la comunidad musulmana rezan para despedir la fiesta del Ramadán, este miércoles al amanecer, en el parque Manuel Barquín de Torrelavega.](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2024/04/10/meca-Rm3nE6CMntlWuDn1u8arCAJ-758x531@Diario%20Montanes.jpg)
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No había amanecido del todo y decenas de sandalias, zapatillas de deporte, alpargatas y hasta botas de monte llenaban un pequeño espacio del Manuel Barquín, a las siete y media de la mañana. Una hora después ya eran cerca de medio millar, tras la llegada ... de más de doscientas personas de fe musulmana al parque. Aquí, este miércoles, mientras algunos chavales iban al instituto y otros sacaban al perro temprano por la mañana, en una mañana fresca y con el cielo de color de naranja y arrosado, otros se descalzaron para arrodillarse y rezar a Alá mirando hacia La Meca, en dirección a Tanos, como bromeó un fiel antes de sentarse, en el marco de la despedida de la fiesta del Ramadán (Eid al-Fitr). La cita venía celebrándose en otras zonas (el Ferial, La Lechera...) en los últimos años; sin embargo, y tras la solicitud de la comunidad, esta vez ha recaído en el Manuel Barquín, dejando una estampa única en el centro de una Torrelavega que, desde hace mucho, se erige como la capital de esta doctrina en Cantabria.
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Como Mydris Samlali, que llegó al parque desde Barreda y de la mano de su hijo, Omar, cientos de vecinos de Torrelavega y toda Cantabria ataviados con sus chilabas -una túnica tradicional- se mostraban encantados esta mañana. «Hoy es un día de fiesta», sonreía, equiparando la jornada al «año nuevo» y cifrando en unos dos mil los vecinos musulmanes que hay en esta ciudad. Aunque son mayoría, no todos son naturales de Marruecos ni proceden de la capital del Besaya. Llegaron de Los Corrales de Buelna, Reocín, Piélagos… Y, en origen, de todas partes del globo, desde Mali, Senegal, Egipto, Túnez, Argelia, Mauritania, Costa de Marfil, Ghana, Guinea Ecuatorial y hasta de Europa del Este.
Todos se descalzaron y colocaron una pequeña alfombra individual sobre la parcela, cubierta a su vez con una gran lona blanca para evitar que los fieles se mojaran con el rocío. Para entonces, poco antes de las ocho, los mismos que habían colocado ese toldo enorme sobre el césped se encargaban ahora de ultimar todos los preparativos técnicos, como si de un pequeño festival se tratara. La megafonía, una pequeña zona frente a todos para el imán, Mustafa Elhlaibi El Maiki, el espacio reservado para las mujeres y las niñas, unos metros más atrás… Todos pusieron de su parte. Ahí al lado, en un banco, alguien había colocado unos dulces tradicionales para todos unos minutos antes.
Desde ese mismo costado, el presidente del centro islámico de Torrelavega, Bachir Halloumi, miraba a su comunidad con orgullo, intercambiaba saludos y abrazos con muchos de los que llegaban -a pie y también en monopatín-. «Felicitamos las fiestas a todos los musulmanes de Cantabria», dedicó, antes de colocarse como uno más sobre la lona, arrodillarse y pronunciar el rezo unísono junto al imán durante cerca de veinte minutos. Eran las ocho y cuatro y la devoción se adueñó de toda esa parte del parque, la más próxima al Vicente Trueba, mientras el sol empezaba a asomarse del todo por encima del pabellón y el resto de vecinos, aquellos ajenos a la cita islámica, iniciaba su rutina. De camino a clase, al trabajo o en pleno paseo al perro por el parque, no podían evitar girar la cabeza hacia la ceremonia, hacia esas doscientas personas arrodilladas practicando el rezo musulmán (azalá) e inclinándose sucesivamente para despedir la fiesta más señalada de su credo -junto a la fiesta del cordero (Eid al-Adha), en junio, que consiste en la ofrenda de un sacrificio animal-.
Las mujeres, muchas menos -quizá una veintena-, rezaban en un ambiente mucho más distendido que ellos por separado, unos metros más atrás. Por lo menos algunas, que cogían en brazos a sus pequeños, se recostaban para escuchar el rezo o comparían en voz baja lo llamativo que para muchos vecinos resultó toda esta jornada religiosa. Sus miradas cómplices y sonrisas tímidas hicieron de diálogo con ellos en varias ocasiones, como presentándose y diciendo «buenos días, sí, este año lo hacemos aquí».
Fatima Essoussi estaba entre esas mujeres. «Llevo 23 años aquí, en Torrelavega, la mitad de mi vida. Me siento de aquí y no puedo vivir en otro sitio que no sea esta ciudad», sonreía, antes de mirar alrededor y celebrar la cantidad de fieles de todas partes que se habían acercado al Manuel Barquín. «Somos muchos ya, no como hace años que había muy poca gente». Ella es una de las miles de personas musulmanas que, en la capital del Besaya y toda Cantabria, convive todos los días con vecinos de su misma y otras religiones, ateos y agnósticos. «Vivimos todos juntos y nos llevamos estupendamente. Nosotros somos una comunidad de mucha paz, de verdad. Hay que llevarse bien, en total convivencia», declaró, antes de volver al grupo con su hija, Hafssa, ataviada con un traje morado.
Había gente mayor, pero también muchos jóvenes, como ella o el propio Anas Rached, de 15 años. «Me siento feliz. Todos sentimos mucha alegría durante toda la fiesta y nos gusta hacer el Ramadán», explicó orgulloso. A él, como a decenas de personas, el imán Mustafa Elhlaibi El Maiki dedicó dos besos y un abrazo al finalizar la ceremonia, cerca de las nueve menos cuarto. Con esos gestos de cariño, los abrazos, las sonrisas y la recogida de los altavoces en cinco minutos, terminó este adiós al Ramadán en Torrelavega, un acto que, como confesaron algunos paseantes después, en la Avenida de la Constitución, dejó «flipando» a más de uno.
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