'Masterchef Celebrity' Adivina quién viene a cocinar esta noche

XLSemanal. No hay concursante que pase por el programa y no llore…

David Bustamante. Escúchame una cosa: habrán lloriqueado. Llorar, llorar, yo, que soy el profesional [se ríe]. La gente hace amagos, pero no están acostumbrados, yo tengo un máster.

XL. ¿Pero qué le pasa a ese jurado?

D.B. Se hacen los duros, pero luego hay un ambiente maravilloso. Lo que ocurre es que estamos en una situación absoluta de fuera de confort. Es lo más heavy que he hecho en muchos años. Se podría comparar con mis comienzos en Operación Triunfo.

XL. Ni le pregunto si ha venido a ganar o a participar…

D.B. Es que yo soy muy competitivo, no puedo evitarlo [se ríe]. No soy de hacer la zancadilla a ningún compañero, pero si puedo ganar con mis propias armas, créeme que no lo voy a regalar. Y el que te diga que solo viene a participar, te miente [se ríe].

XL. ¿Vamos a ver alguna faceta suya que desconocemos?

D.B. Sí, y además me apetece que la gente me vea trabajando en algo tan duro. Si yo ya antes miraba bien a la gente de la hostelería, ahora los idolatro. Es de los trabajos más duros que existen. Ahora, cuando voy a un restaurante, pido entrar en el cocina para aplaudirles.

XL. ¿Llegó aquí ya sabiendo cocinar?

D.B. Empecé durante la cuarentena, como tantos otros, por entretenerme con algo, pero sabía hacer cuatro cosas. Muy ricas y muy bien, pero cuatro. He pasado de hacerle el sándwich a mi hija para que se lo lleve al cole a cocinar platos de vanguardia.

XL. ¿Fue usted de los que agotó la harina durante el confinamiento?

D.B. Que va, soy poco de repostería. Nunca guardo sitio para el postre. Soy más de ternera marinada, pescados, guisos, arroces… Así me pasó, que subí 12 kilos de peso en tres meses. Lo bueno es que luego bajé 26 en otros tres meses. Hice una dieta sin hidratos y me pegué una paliza entrenando. Pero todo muy controlado por profesionales.

XL. También ha comentado que tuvo una mala relación con la comida.

D.B. Hay personas que confundimos la ansiedad y el estrés con el hambre. Comes con voracidad y eso hace que te mires al espejo y no te reconozcas. Te da bajón y vuelves a comer… Es el pez que se muerde la cola. Y luego la gente es muy cruel.

XL. ¿A qué se refiere?

D.B. Subes una foto y la gente es salvaje y te critica todo. Eso ha sido muy duro durante un tiempo. Hasta que supe quererme y tuve fuerzas para redirigir mi vida. Al final vuelvo a ser yo y vuelvo a ser feliz, pero siempre estamos expuestos a esos momentos más oscuros.

XL. Nos estamos pasando con el tema de la imagen…

D.B. La gente tendría que preocuparse más de mirarse a sí misma y dejar de decirle a los demás cómo deberían estar. ¿Y qué me dices del postureo? De ostentar riquezas, yates, cochazos, joyas, bolsos, ropa… Yo no sé, estamos perdiendo un poco los valores.

XL. ¿Qué le dice usted a su hija para que no caiga en el salvaje mundo de las redes?

D.B. Yo hablo mucho con ella. La mayoría de la gente vende una irrealidad pasada por filtros y las personas, por buscarla, se frustran constantemente. Eso es peligrosísimo.

XL. Ahora presumirá de padre chef.

D.B. El otro día vinieron a merendar sus amigas a casa y me dice: «Papá, ¿nos puedes hacer esas costillas coreanas y la sopa fría de chocolate con crujiente de no sé qué?». Y le digo: «Pero ¿tú de qué vas» [se ríe].

XL. ¿Y de qué nivel hablamos? ¿Les hace esferificaciones?

D.B. ¿Perdona? Me pongo la chaquetilla que me regaló un amigo y hago esferificaciones, aires, pescado a baja temperatura… Me he vuelto un flipado [se ríe].

XLSemanal. ¿Se lo ha pensado mucho antes de decir que sí a MasterChef?

Victoria Abril. Bastante. Me lo propusieron hace dos o tres años y les dije que no estaba preparada, pero este año insistieron... Para la prueba, preparé un emblanco. Quería impresionarlos y parece que les gustó, así que me vine arriba.

XL. ¿Y ha conseguido mantener el nivel?

V.A. Qué va. Después de haber firmado, me puse a ver algunos programas anteriores y pensé: «Dios mío, me van a comer con patatas. No paso ni de la tercera semana». Total, que empecé a dar clases con el chef José Carlos García y luego me metí de pinche en el restaurante BiBo, en Madrid. Quería saber si era capaz de aguantar el tute. Iba de diez a seis y, cuando llegaba a casa, soltaba el bolso y me quedaba frita, me dolía todo. Así que empecé el programa ya agotada.

XL. ¿Es de las que aguanta la presión?

V.A. No, y te aseguro que no he visto nada más difícil. Yo estoy acostumbrada a ir a trabajar con los deberes aprendidos, y aquí es justo al contrario. Tú te preparas mucho en casa, pero luego… Se te pone una bola en el estómago que no puedes ni comer. Yo he perdido ya ni sé cuántos kilos.

XL. ¿También la han hecho llorar?

V.A. Aquí llora hasta el apuntador. Es tal el cansancio que, en cuanto te dicen cualquier cosa, se montan unos dramas…

XL. ¿Está ahora más tranquila después de la polémica por sus declaraciones sobre la pandemia?

V.A. Claro que sí. Ya no tengo ni tele ni redes sociales, con lo cual la vida es mucho más llevadera. Hasta que no se acabe la pandemia y no nos devuelvan nuestras libertades, hasta que se pueda discrepar sin violencia y sin que acabes linchada por los medios, no pienso responder a ninguna pregunta.

XL. ¿Y eso cuándo cree que ocurrirá?

V.A. Cuando nos devuelvan los derechos que nos han quitado, cuando nos quiten la mordaza no solo para que podamos respirar, sino también hablar y opinar.

XL. ¿Qué hizo cuando vio la que se había montado?

V.A. Cortar con la propaganda e intentar vivir y sentir la realidad. Cuando te das cuenta de que llevas siete horas al día buscando en Internet, esa angustia vital, la depresión profunda..., la única manera de dar un patadón y subir para arriba es cortar con medios y redes.

XL. ¿Meter la cabeza bajo tierra?

V.A. Y conectarse con los seres humanos que tienes a tu alrededor e intentar seguir viviendo como humanos y no como ganado o como cobayas.

XL. ¿Había vivido algo semejante antes?

V.A. Nunca, y mira que he vivido en dictadura.

XL. ¿Fue mejor después de pedir disculpas durante la entrega del premio Feroz de Honor?

V.A. Pedir disculpas siempre sirve. Yo quería disculparme por si había gente que se había sentido herida cuando hablé del tema. Porque yo nunca he negado nada, lo único que he dicho es que no estoy de acuerdo con las medidas sanitarias que tienen que ver con todo menos con la salud de la humanidad. A mí nunca antes me habían llamado «no esencial».

XL. Y mientras, ¿seguirá refugiada en la cocina?

V.A. Por supuesto. La cocina es terapia. La comida es el mejor medicamento. Mira, el año pasado mi acupuntora me vio tan mal, tan deprimida, que me puso a verduras y frutas. Y me sentó muy bien.

XL. Estarán sus hijos deseando que vuelva para que practique en casa.

V.A. Les mando vídeos de los platos que cocino y están emocionados. Solo te digo una cosa: en 50 años que llevo haciendo cine, mi familia nunca ha mostrado ese interés [se ríe]

XLSemanal. Lo mismo es usted la ganadora y estamos aquí como si nada…

Vanesa Romero. Ni te imaginas el ejercicio que estoy haciendo para no contar nada [se ríe]. Pero no podemos hacer spoilers de ningún tipo.

XL. «Durísimo a nivel emocional», dicen casi todos los que han pasado por allí…

V.R. ¡Uf! Suscribo la frase. Pasas por todos los estados emocionales y muestras todas tus debilidades.

XL. Y eso que se tiene usted bien estudiada, porque ha publicado varios libros sobre autoconocimiento y superación personal.

V.R. Porque siempre he considerado básico el tema de la introspección. Es la única manera de conocerte y avanzar.

XL. ¿Cuánto estereotipo ha tenido que vivir para titular su libro Reflexiones de una rubia?

V.R. Bueno, pero al final yo siempre intento buscarle a todo el punto cómico. Afortunadamente, topicazos como este ya están evolucionando. La idea del libro era profundizar en mi camino porque no he tenido una vida fácil. Sufrí acoso escolar y era una niña con la autoestima muy baja. Me llegaron a pegar. Tuve que cambiarme de colegio dos veces.

XL. ¿Dónde encontró ayuda?

V.R. En mis padres. Supieron ver lo que me estaba pasando y darme la mano. Ahora sabemos lo que es el bullying, el acoso, pero en aquella época no se le ponía nombre.

XL. También ha contado lo mal que lo pasó el año pasado por el coronavirus.

V.R. Terrible. Ya ha pasado más de un año y sigo notando el frío. Es como si mi cuerpo no fuera capaz de autorregular su temperatura, me dan tembleques. Siempre he tenido una energía brutal y, de repente, lo perdí todo, hasta el tono muscular, sufrí una debilidad absoluta. Lo peor es que fue al principio, cuando todavía no se hablaba de secuelas y yo no entendía qué me estaba pasando. Pero bueno, ya estoy fenomenal, casi al cien por cien.

XL. ¿Habrá tenido el jurado un poquito de empatía al respecto?

V.R. [Se ríe] Sí, sí, han estado pendientes. Pero cuando estaba metida en el ajo, yo seguía tirando aunque me temblara el cuchillo en la mano [se ríe].

XLSemanal. Después de MasterChef, ¿se le han quitado las ganas de seguir siendo la gran cocinera de su familia?

Carmina Barrios. No, pero que no se esperen 'esperificaciones', como yo digo, y ellos me entienden [se ríe]. Se me han quitado las ganas de hacer comida sofisticada. No es que me resulte difícil, es que no me aprendo esos nombres tan raros.

XL. Así que nada de preparar táperes con comiditas modernas…

C.B. ¿Tú sabes lo que yo le hice el primer día de MasterChef a mi marido? A él le gusta mucho la sopa de puchero con fideítos y un huevo cuajado. Y yo pensé: «Aquí en la vanguardia es todo muy chiquitito». Así que le puse una tacita con unos pocos fideos y un huevo de codorniz [se ríe]. Y mi marido: «¿Pero esto qué es?». Y le digo: «Coño, vanguardia. Que en la vanguardia es todo así, en miniatura». Se partía de la risa.

XL. ¿Alguno de sus hijos le ha salido también cocinillas?

C.B. Mi hijo Alejandro. Es militar y lleva la parte del comedor de los soldados. Guisa divinamente. Paco se defiende y María también, pero el cocinillas es Alejandro.

XL. Dice su hijo Paco que, para usted, la base de la educación son la comida y los besos.

C.B. Por supuesto, yo le diría a todas las madres y los padres que eso es lo más importante: que tengan bien alimentados a sus hijos. Nada de tonterías de dulcecitos y bollicaos. Sus buenos bocadillos y quererlos mucho.

XL. ¿Los suyos siempre han sido agradecidos con lo que les cocinaba?

C.B. Sí, mucho. Había veces que les ponía alguna comida que les gustaba mucho y me tocaban hasta las palmas. ¡Qué lástima, mis niños!

XL. Y ahora, ¿los nietos le meten mucha caña con la comida?

C.B. No, no. Mis nietas tienen muy buen saque. No te ayudan en nada, pero se lo comen todo. Yo les digo: «Tenéis el mal de milano, la patita mala pero el piquito sano».

XL. ¿Quién es la persona más difícil para la que ha tenido que cocinar?

C.B. Ninguna. Cuando yo invito a alguien a casa sé lo que le voy a cocinar y sé que le va a gustar. Y, si no, le mando a tomar por saco.

XL. ¿Quién la ha estresado más: el jurado o sus compañeros?

C.B. El jurado, por supuesto. Pero lo peor eran esos cacharros que nos daban para cocinar, que yo en mi vida los había visto, te lo juro. Si es que no me sé ni los nombres. La primera semana estaba haciendo un sofrito, tiro del cajón, cojo la cuchara y me dicen: «Carmina, con la cuchara de madera no, con la lengua». Y yo, impresionada: «¿Qué dices? ¿Qué tengo que hacer con la lengua?». Pero se referían a la varita esa con una espátula de plástico muy aplastado de goma. Eso es la lengua [se ríe].

XL. ¿Le han contado que después del programa va a ser todavía más conocida por la calle?

C.B. Pero yo lo llevo bien. Algunos me dicen que soy muy ordinaria porque suelto muchos tacos y digo algunas barbaridades, pero es mi forma de ser. Eso sí, que sea ordinaria no quiere decir que sea mala persona. Y la gente se confunde. Pero a mí me quieren más que me odian.

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