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Jueves, 26 de Diciembre 2024
Tiempo de lectura: 6 min
La entrada de la época de celo alteró por completo su comportamiento. Los sobresaltos por la incesante invasión de seres humanos en su territorio lo mantenían en un estado de nerviosismo permanente, y la necesidad de encontrar una hembra con la que aparearse sumaba tensión, convirtiéndolo en un urogallo irritable.
Decidido a atraer una hembra, buscó una zona más despejada del bosque y, abriendo su cola en abanico, comenzó su canto abrupto, acompañado de llamativos movimientos de cabeza. Pero el cortejo no consiguió atraer a una hembra de urogallo, sino a un grupo de personas que disfrutaban de un día de senderismo por las montañas de Benasque. Para los caminantes ver de cerca un urogallo en libertad era algo excepcional. Pero para el urogallo las cosas eran muy diferentes: aquellos seres que impedían su cortejo no solo no calmaban su ansiedad, sino que aumentaban su estrés y, con ello, su mal humor.
Cuando los agentes de Medio Ambiente del Gobierno aragonés llegaron al lugar, atraparon al ave con intención de soltarla lejos del público. Lo hacían para protegerla, pero, para su desesperación, aquel maravilloso macho, uno de los menos de 50 reproductores que quedan en los Pirineos, murió poco después. La necropsia posterior mostró datos alarmantes: no había sido una muerte por estrés, sino por el golpe contundente de alguna de las personas que se acercó demasiado y al que el urogallo probablemente atacó. Sucedió el pasado mes de mayo. Y la historia podría volver a repetirse.
A finales de julio, la Conferencia Sectorial de Medio Ambiente declaraba al urogallo cantábrico, junto con otras cinco especies animales y una planta, en «situación crítica», el último paso anterior a la extinción.
En España tenemos dos subespecies de urogallo. Una, la pirenaica, sufre un declive paulatino en el que, en los últimos 15 años, ha perdido el 25 por ciento de su población. La otra, aún más amenazada, es el urogallo cantábrico, cuya población ha disminuido un 45 por ciento en los últimos 20 años y está a punto de dividirse en dos, con la pérdida de vigor genético que eso representaría. A pesar de que desde 2010 se han invertido 5,9 millones de euros en un proyecto para su conservación (Life+), nada parece frenar el declive de nuestro urogallo cantábrico. Ninguna de las actuaciones llevadas a cabo han dado resultados determinantes, porque evitar la extinción del urogallo cantábrico va a depender de tareas tan gigantescas como frenar el cambio climático.
Según ha demostrado un estudio genético liderado por Rolando Rodríguez, investigador de la Universidad de Exeter (Reino Unido), la caza intensiva a la que se sometió a los machos en época de reproducción durante el siglo pasado es una de las causas del declive de la subespecie. La desaparición de los mejores machos fue disminuyendo el vigor y la variabilidad genética de los urogallos cantábricos, y la herencia de esta pérdida se está empezando a notar con el paso de las generaciones. Pero no es, ni mucho menos, la única ni la más importante de las amenazas que se ciernen sobre nuestros urogallos.
Estos son animales muy sensibles a las perturbaciones en su medio. La colonización imparable de nuestra especie ha hecho que desaparezca el 70 por ciento de los lugares donde hace apenas 30 años era fácil encontrar urogallos. Hoy, las carreteras, los cercados, los cultivos, los tendidos de las estaciones de esquí e incluso las pistas de senderismo amenazan y matan a nuestros últimos urogallos. Los pollos, que se alimentan de los insectos que viven junto a los arándanos silvestres, apenas consiguen sobrevivir porque ha aumentado el número de herbívoros, salvajes y domésticos, que se comen los arándanos. Y luego está el enemigo invisible, la amenaza intangible del cambio climático.
Las modificaciones en el clima están desajustando el ciclo vital de muchas especies. Los urogallos dependen de forma determinante del ciclo anual de los arándanos y otras plantas del bosque. Los insectos que viven en estos arándanos, y de los que depende la vida de los pollos de urogallo, están sujetos a un calendario estricto. El cambio en las temperaturas de los meses previos al verano está llevando a los urogallos a cambiar su época de cría y, cuando nacen los pollos, su alimento aún no está disponible.
Con la declaración de especie en ‘situación crítica’, las acciones para luchar por la supervivencia del urogallo cantábrico serán más rápidas y determinantes. Pero, a la espera de tener más datos y conclusiones científicas, habiendo por medio factores tan a largo plazo y tan determinantes, como el cambio climático, y sabiendo que en el siglo pasado empobrecimos a tiros la carga genética de sus poblaciones, el futuro de los urogallos españoles empieza a desdibujarse.
Una de las políticas de lucha contra su extinción pasa por potenciar su reproducción en cautiverio. Las tareas se vienen realizando en un centro en Valsemana, en León, y de los 26 huevos de puestas silvestres recogidas en 2023 —tres de origen cantábrico y uno pirenaico— eclosionaron 24. De ellos viven hoy 10 individuos cantábricos y 3 pirenaicos, lo que representa una tasa de supervivencia del 54,4 por ciento. Queda por delante uno de los grandes retos y de los pasos más complicados: reintroducir a las aves en la naturaleza, en la que son presa de otros animales, al margen de los peligros humanos ya descritos.
Radiografía de una especie milenaria
Vida del urogallo
Hembras frente a machos | El urogallo presenta un gran dimorfismo sexual. Los machos y las hembras se diferencian radicalmente por su tamaño y coloración. Los machos son más grandes, pesan entre 3,3 y 6,7 kg, pueden medir de 74 a 115 cm y llegan a tener una envergadura alar de 1,2 metros.
Mucho más discreta | La hembra es más pequeña que el macho -mide entre 52 y 68 cm y pesa entre 1,5 y 2 kg- y su forma y plumaje son mucho más discretos. Es parda con manchas oscuras y blancas que desdibujan su contorno ayudándola a camuflarse en su hábitat.
Sobrevivir a ‘ice age’ | Durante la última glaciación europea, hace 20 mil años, los urogallos entraron en la península huyendo del avance de los hielos. Cuando estos se retiraron, se quedaron en dos poblaciones que, con el tiempo, dieron lugar a dos subespecies: la cantábrica y la pirenaica.
Los parientes nórdicos | Las diferencias entre los del Cantábrico y del Pirineo no son uy grandes. Los primeros son más pequeños y de pico más corto. El pirenáico tiene, además un color más oscuro. Los urogallos viven también en la Europa boreal. Escandinavia, región báltica y Rusia.
Con mucho estilo | El urogallo es de color negro pizarra, con alas pardas y pecho azulado verdoso. La cola es oscura, con manchas blancas, que abre en el cortejo en forma de abanico. Sobre el ojo tiene una zona carnosa, como una ceja de color rojo intenso, que se denomina carúncula. Bajo el pico, el macho cuenta con unas plumas hirsutas a modo de barba.
Vivir de los arándanos | Se alimentan principalmente de arándanos, de los que se lo comen todo. hojas, tallos y frutos. A sus crías las alimentan con gusanos de los arándanos. También comen hojas y frutos de plantas como acebos, hayas, robles y abedules.
La difícil supervivencia | Los urogallos tienen una puesta de entre cinco y diez huevos. Eclosionan a las cuatro semanas. Las hembras ponen los huevos en un hoyo en el suelo, donde son objetivo fácil para jabalíes y comadrejas. La mortalidad es muy alta en las primeras semanas de vida.