Diez claves para conocer al mejor chef del mundo El decálogo del éxito Dabiz Muñoz: «¡Joder, cómo molo!»
Innovar y divertirse. Bajo estas dos premisas, Dabiz Muñoz ha conquistado el cetro mundial de la cocina por segundo año consecutivo. Elegido mejor cocinero del mundo por sus propios colegas, diseccionamos al chef madrileño en diez ideas compartidas con ‘XLSemanal’.
Miércoles, 21 de Septiembre 2022
Tiempo de lectura: 4 min
Qué noche, qué aventura. Gracias a Madrid, mi ciudad, la mejor del mundo. No me siento como el mejor chef del mundo, pero es un honor y algo maravilloso». Así agradeció Dabiz Muñoz su elección como el Mejor Chef del Mundo, en la sexta edición de The Best Chefs Awards, celebrada ayer en Madrid. Vence Muñoz por segundo año consecutivo, tal y como lo hiciera Joan Roca en 2017 y 2018. Los dos únicos chefs, ambos españoles, en conseguirlo.
"Todo el mundo debería levantarse, mirarse en el espejo y poder decir. '¡Joder, cómo molo!'. Soy feliz, me gusta lo que hago y cómo lo hago"
El chef de DiverXo, StreetXo, RavioXo y GoXo, sus cuatro locales, no olvidó incluir a su esposa, Cristina Pedroche, entre los factores de su éxito: «Sin ella no hubiera sido posible todo lo que hemos hecho en el XO estos años. Ocho años después me siento mejor cocinero y mejor persona». Repasamos en diez ideas, las claves del éxito de este vanguardista madrileño internacional de 42 años.
Objetivo: comerse el mundo
«Nunca he peleado por premios. Es verdad que son necesarios, que ayudan a la cohesión del equipo e incluso te animan. Pero nuestro objetivo es intangible: ¡comernos el mundo! Quiero expandir nuestra forma de cocinar en diferentes continentes. El éxito estará en ser la bomba allá donde vayamos. Otro reto es generar nuevos conceptos. ¡Tenemos hambre! Para seguir innovando, toca volver a soñar».
Vivir con pasión
«Nunca sentaré la cabeza. Es una actitud frente a la vida. Si lo hiciera, sería mala señal. ¡Solo se vive una vez! Y prefiero hacerlo de forma apasionada y absolutamente a tope. Si no te gusta tu vida, cámbiala. Otra cosa es que sea arriesgado, que pueda salir bien o mal. Pero forma parte de vivir con pasión».
Creatividad, sí, pero sana
«Con la creatividad siempre quieres hacer cosas únicas, seguir avanzando y se pone en marcha algo muy caótico que se mueve por procesos obsesivos. En algún momento, me generó mucha ansiedad y terminó convirtiéndose en un problema más que en una virtud. Hasta que aprendí a gestionarla. Hoy entiendo la creatividad de una manera más sana, vinculada con momentos de felicidad y de euforia».
Deporte y cocina
«Llegué a pesar 35 kilos de más. La ansiedad me hacía llegar a casa a las dos de la mañana y comer como si no hubiese un mañana. Esto, además, me hacía descansar peor, tenía menos energía… Pero dije: ‘Esto no puede ser’. No me gustaba verme así. Empecé a comer de forma sana y a hacer mucho deporte. Hoy para mí es imprescindible, tan importante como que el plato esté bueno. Gracias al deporte, luego estoy a tope mentalmente».
Un hombre de libretas
«La obsesión va a ser mi compañera de viaje toda la vida, porque he sido así desde niño. Yo trabajaba con 17 años en un restaurante y apuntaba en libretas lo que me gustaría hacer y cómo. Tengo 200 con 200.000 locuras».
¡Joder, cómo molo!
«Todo el mundo debería levantarse, mirarse en el espejo y poder decir. «¡Joder, cómo molo!». Soy feliz, me gusta lo que hago y cómo lo hago. Hay gente que piensa que esta frase es soberbia. ¡No! Ojalá. Creo que es algo que debería ser así para todos».
Esto no es arte, es cocina
«Es una frivolidad decir que los cocineros somos artistas o que hacemos arte. No es cierto. Yo quiero que la gente viva una experiencia única en la que hay una parte artística muy pequeña y hay mucha creatividad, mucha locura, mucha diversión y ganas de pasárselo bien pero, sobre todo, quiero que cuando se meta en la boca cualquiera de mis platos diga: «Guau, este tío es un hijo de puta». Ahora bien, para que eso ocurra hay un oficio de artesano detrás, de cocinero. Tiene que haber pura cocina: fuego, aceite de oliva, verduras, sofritos, estofados…».
La importancia de Cristina
«Cuando la persona que tienes al lado te hace tan feliz y te ayuda tanto en todo, no importa lo que pase alrededor. Cristina me ha ayudado muchísimo a colocar muchas cosas en su sitio de forma tangible e intangible. El resto me da igual. Me gustaría llegar al aeropuerto y que no hubiese 20 paparazis esperando, pero es lo que hay y lo importante es que soy muy feliz. Hay gente que ejerce su profesión de forma respetuosa y gente que piensa que todo vale. A mí, esa gente no me interesa».
La vanguardia empieza en casa
«La vanguardia debe nacer de la pura cocina. Y esto se aplica a cualquier ámbito de desarrollo personal o artístico. No puedes hacer ningún tipo de vanguardia si no conoces la base. Tienes que conocer lo que se ha hecho hasta llegar aquí. Cuando llegué a la escuela de hostelería yo llevaba desde los 12 años cocinando con mi madre. Ella era ama de casa y cocinaba cada día. Y yo con ella. Fueron seis años cocinando antes de ir a la escuela».
La cena que cambió su vida
«Un día cené con mis padres en Viridiana. Yo tenía 12 años… Y todo cambió. Era el primer restaurante de Madrid en hacer una cocina viajera, eminentemente creativa. Y para mí fue un descubrimiento vital. Tuve claro que algún día quería tener un restaurante como aquel, donde la gente se pegaba por ir».
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