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«Si quieres hacer literatura cómoda, que te contraten Pedro Sánchez o Isabel Díaz Ayuso para escribir las mamonadas que dicen en sus discursos»

Juan Manuel de Prada

«Si quieres hacer literatura cómoda, que te contraten Pedro Sánchez o Isabel Díaz Ayuso para escribir las mamonadas que dicen en sus discursos»

Fotografía: Carlos Carrión

Monumental, escatológica, esperpéntica y polémica. Así es Mil ojos esconde la noche (Espasa). La nueva novela de Juan Manuel de Prada retrata con crudeza a los españoles que estaban en París durante la ocupación nazi: Picasso, Ruano, Marañón... «El 90 por ciento de lo que cuento es verdad», dice.

Viernes, 03 de Mayo 2024

Tiempo de lectura: 11 min

Llega al pabellón del Café del Espejo de Madrid cargado con el colosal manuscrito de su última novela. Es una torre de folios escritos por una cara (reutiliza papel usado), de arriba abajo y de extremo a extremo, sin márgenes, colmados por una caligrafía azul, grande y oronda. A mano y del tirón, así escribe Juan Manuel de Prada. Y no le cuesta: las frases brotan en cascada, cuenta. Apenas hay tachones. Luego, su 'abnegado padre' (así lo llama él) pasa los textos al ordenador.

Todo en Prada es desmesurado: su prosa brillante y riquísima; sus opiniones, da mandobles a diestro y siniestro; y también su último libro, un novelón donde hace malabares con el lenguaje, despliega ocurrentes metáforas y construye una historia tenebrista, esperpéntica y ciclópea: Mil ojos esconde la noche (Espasa), de 800 páginas, es la primera entrega de una novela colosal que ocupará en total 1600. «Creo que a muchos lectores les fascinará leer una novela que no responde a los tópicos –nos dice–. Es una novela de los españoles en París de 1940 a 1944 que quiere mostrar la realidad de la época de una manera muy cruda».


XLSemanal. ¿Por qué dice que es un libro un poco salvaje?

Juan Manuel de Prada. Porque el protagonista, Fernando Navales, es un falangista del año 40 con una visión muy corrosiva y habla sobre cosas que hoy son innombrables con una naturalidad desgarrada y brutal. En la novela se habla de cosas de las que hoy en día está prohibido hablar.

XL. ¿Por ejemplo?

J.M.P. Él se regocija de ver a los rojos, a los exiliados, escondidos en la miseria y viendo a los alemanes apolíneos desfilando por París. Se regocija también de pisotear a quienes lo rodean. Y luego está el clima antisemita y poco complaciente con la homosexualidad y con tantas cosas que es propio de la época, y todo eso está expuesto desnudamente.

«Picasso se regocijaba viendo cómo sus amantes se pegaban entre ellas, y Buñuel daba palizas a homosexuales. Esto es cierto»

XL. Hay muchos personajes reales.

J.M.P. A pesar de que la novela tiene un tono esperpéntico, las historias que se cuentan son ciertas en un 90 por ciento.

XL. ¿Era Picasso un maltratador tan cruel y salvaje?

J.M.P. Desde nuestra óptica, querida amiga; a lo mejor desde la óptica del año 40 no era tan salvaje. Se cuenta que él se regocijaba viendo cómo sus amantes se pegaban y peleaban entre ellas. Que las maltrataba física y psicológicamente, sin duda. Que se regocijaba humillándolas, sin duda. Esto es real.

XL. ¿Buñuel daba palizas a homosexuales?

J.M.P. Sí, lo cuenta él en sus memorias sin ningún tapujo. Buñuel pegaba palizas a homosexuales en los urinarios de la plaza del Progreso, en Madrid. Lo acompañaba Johnson, un negrazo que era su entrenador, porque en aquella época Buñuel boxeaba. Esto es cierto.

XL. ¿El periodista y escritor César González-Ruano y el poeta francés Paul Éluard se intercambiaban a sus mujeres en la cama?

J.M.P. Es un juego literario. Tanto Ruano como Éluard compartían mujeres. Ahora, que entre ellos las compartiesen, esto ya es una licencia del escritor. Pero que Ruano les pedía a sus amigos que mantuvieran relaciones con su mujer esto me consta, me lo ha contado Manuel Alcántara: Ruano le requería que le hiciera el favor de hacer realidad su perversión. Y hay muchos testimonios de que Éluard cedía a su mujer a otros hombres. Es una perversión sexual que hoy en día está homologada dentro de la degeneración reinante. Esto es muy habitual.

Españoles en París. En Mil ojos esconde la noche, Prada retrata a muchos personajes reales. A la actriz María Casares (arriba) intentando triunfar en el cine y el teatro; a Pablo Picasso (abajo a la izquierda), en su turbia relación con las mujeres; y al médico y escritor Gregorio Marañón (a la derecha) lo muestra en sus añoranzas por España. /
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XL. Ah, ¿sí?

J.M.P. Hombre, el intercambio de parejas, los tríos... esto hoy en día está normalizado, ponlo entre comillas.

XL. En el libro hay bastante sexo.

J.M.P. Yo diría que no. Solamente hay una escena explícitamente sexual y el protagonista es remiso a mantener relaciones sexuales. Es un personaje incapaz de amar y, a fin de cuentas, la sexualidad, aunque no siempre, suele ser una expresión de amor. Lo que hay es mucha sexualidad contenida, insinuada. Pero no tiene una presencia explícita. ¿Tú crees que sí?

XL. Me asombra, por ejemplo, la cantidad de referencias eróticas a los muslos femeninos.

J.M.P. Yo creo que no tanto. Quizá lo que te impresiona es que mis descripciones son muy vívidas. Cuando describo algo carnal, resulta muy llamativo. Pero no negaré que es una parte del cuerpo femenino que me resulta bonita.

XL. El sexo está permanentemente en la cabeza del protagonista.

J.M.P. Es un personaje muy complejo, un resentido. Su mirada es muy microscópica, hace un fichaje brutal a las mujeres que hoy en día se consideraría grosero. Es brutal en sus referencias de todo tipo: sexuales, políticas, culturales, literarias… La nota predominante en su carácter es el desgarro cínico y la brutalidad.

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Mano a mano. Juan Manuel de Prada con su manuscrito, casi dos mil páginas escritas íntegramente con bolígrafo. Luego, su 'abnegado padre' (así lo llama él) pasa el texto en limpio al ordenador.

XL. ¿No teme que lo identifiquen con él?

J.M.P. A un lector rudimentario le puede ocurrir, a un lector inteligente no. Eso nos llevaría a identificar a Camilo José Cela con Pascual Duarte o a Nabokov con Humbert Humbert. Esto es una novela. Este tema me lo planteó la profesora Anna Caballé, y me dijo que hoy en día la gente está tan ofuscada por las ideologías y los esquematismos que ya no tiene la capacidad de discernimiento entre lo que es el autor y lo que es el personaje que narra la historia. Si alguien no tiene esa capacidad de discernimiento, apaga y vámonos. Esto es la clave de la literatura. Pero mi temor fundamental es que resulte desconcertante para mucha gente ver que Picasso era un enchufado de Arno Breker (escultor alemán), que había pedido a Hitler que no se lo molestase. La gente que tiene el retrato absurdo de que Picasso era un comunista entregado a la causa se puede quedar hecha fosfatina.

XL. Un protagonista así en estos tiempos en los que algunos quieren reescribir la literatura políticamente incorrecta...

J.M.P. Creo que esto está matando el arte, la literatura, la creación. Si escribo una novela ambientada en esos años y desde la perspectiva de un falangista, a quien Franco le parece un flojo, tengo que dar la perspectiva del narrador. De todas maneras, lo que está sucediendo hoy es una castración de las posibilidades artísticas del escritor. Me parece nefasto y hay que rebelarse contra ello. Predico con el ejemplo, le doy la voz a un canalla del año 40 que está encantado con el triunfo de Alemania.

«La literatura es libertad. Y punto. No voy a escribir mamarrachadas feministas o de cualquier otra ideología triunfante»

XL. Este ir por libre que le caracteriza ¿tiene un precio?

J.M.P. Sí, pero uno lo paga gustoso. Yo no me puedo convertir en un eunuco. No voy a escribir mamarrachadas ni mamonadas feministas o de cualquier otra ideología triunfante. No lo voy a hacer. Que evidentemente eso te cuesta, sí, pero al mismo tiempo hay un lector adulto que sabe perfectamente lo que es la literatura.

XL. Que es...

J.M.P. La literatura es la escritura en libertad, y punto. Por otra parte, yo cada vez me he resignado más a que hay que escribir también para quienes ya se murieron y para quienes no han nacido. Esta es una novela para la posteridad. Quien me quiera acompañar que me acompañe. Pero yo no voy a someterme a los paradigmas ideológicos de nuestra época, porque son castrantes y negadores de la creación artística, que la quieren enjaular, la quieren capar, y eso no lo voy a hacer yo, no lo voy a hacer.

XL. ¿Hay quien sí lo hace?

J.M.P. Tengo muchos amigos que en la intimidad se burlan de estos delirios ideológicos que nos invaden, pero que cuando escriben se someten a ellos. Pues yo no me voy a someter. Además, la literatura tiene la obligación de ser incómoda. Si quieres hacer literatura cómoda, pues que te contraten Pedro Sánchez o Isabel Díaz Ayuso para escribir las mamonadas que les escuchamos a estos personajillos en sus discursos. Yo creo que el escritor está para hacer otras cosas.

XL. ¿Cuál es el precio que ha pagado?

J.M.P. Que eres un escritor que no tienes el reconocimiento acorde con tus méritos, el mundo te repudia. Hay muchísimos escritores de muy inferior calidad a la mía que tienen mucho más reconocimiento que yo. Me parece un hecho evidente.

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Fluidez. En sus folios, casi no hay resquicio sin tinta: Prada escribe del tirón, de margen a margen, con contados tachones, y sólo por una de las caras de cada folio, ya que escribe sobre papel usado, que así recicla.

XL. ¿Debería estar en la Real Academia de la Lengua?

J.M.P. No, no, porque creo que es un reducto de gente sistémica y yo no debo estar ahí. Además, la mayor parte de los escritores a los que admiro no estuvieron ahí.

XL. No teme ofender a mucha gente con sus palabras y que se nieguen a leer su novela.

J.M.P. Hay mucha gente que te repudia. Desgraciadamente, las mentes están modeladas por la propaganda. Hay lo que yo llamo 'las masas cretinizadas', que ya no piensan por sí mismas, sino por los injertos neuronales que les han metido. Son personas que tienen una serie de dogmas o de axiomas aceptados a machamartillo y les resulta muy difícil entender que una persona que no piensa como ellos puede ser un buen escritor. Desgraciadamente, esto cada vez ocurre más.

XL. En su libro se habla de las conexiones entre el arte y la ideología del creador.

J.M.P. En una situación difícil, peliaguda, la ideología la dejas aparcada. Se ve en mi novela cómo muchos artistas exiliados colaboran con Falange. También se percibe en cómo un gran escritor como Gregorio Marañón tiene que renegar de lo que ha defendido. Y se ve a otros creadores, como Picasso, que son unos jetas, que no tienen ideología y se aprovechan de lo que en cada momento les conviene. Solamente el creador auténtico tiene el valor de estar a la intemperie. El creador mediocre se acoge a tal o cual negociado ideológico, pero es algo postizo a lo que el escritor recurre para vivir mejor.

XL. ¿Qué le parecen las leyes de Memoria Histórica?

J.M.P. Me parecen un delirio de manipuladores y de demagogos que tratan de falsificar la historia. Sucede porque ha habido muchas personas que han falsificado la verdad de sus familias. Nadie cuenta su vida como es, sino como le conviene. El sintagma 'memoria histórica' es un oxímoron: la memoria nunca es histórica. Recordamos pocas cosas y casi siempre las que nos favorecen. También recordamos las que nos perjudican, pero esas las callamos.

«El fracaso en el artista genera una amargura corrosiva, un odio hacia la humanidad. Yo no he conocido gente tan malvada como muchos escritores»

XL. Dice que vivimos tiempos degenerados...

J.M.P. La degeneración de las costumbres tiene que ver con la pérdida de la espiritualidad que comienza en el siglo XIX y crece en el siglo XX de manera monstruosa. Por ejemplo, la reacción contra la inmigración oculta nuestro vaciamiento espiritual. España, como cualquier otro país europeo, irrumpe en la más absoluta degradación. En todos los órdenes, moral, espiritual y económico.

XL. ¿Se refiere a la decadencia de Occidente?

J.M.P. Cuando una religión se extingue, la civilización a la que dio vida muere. Ha ocurrido siempre. Todas las civilizaciones se han extinguido, por mucho que tuvieran superioridad tecnológica o armamentística, cuando han renegado de la fe que las inspiró.

XL. ¿Se impondrá el islam?

J.M.P. Es la religión más pujante. Que otros quieran mantener viva la carcasa vacía poniendo verjas o fusiles –que es lo que, al parecer, pretenden estos psicópatas que nos gobiernan– no conduce a nada.

XL. En su libro destapa muchas vilezas. El escritor César González-Ruano aparece como un sinvergüenza.

J.M.P. En esto soy muy comprensivo. Los seres humanos no somos modélicos, somos poliédricos. Son personajes débiles en una situación que los desborda. Y la mirada del protagonista es corrosiva. En París, para sobrevivir o para vivir bien, era inevitable dedicarte a negocios turbios, al mercado negro, a las falsificaciones de obras de arte.

«He dado voz a un canalla. Pero, si algún lector rudimentario no tiene capacidad de discernimiento entre autor y personaje, apaga y vámonos»

XL. ¿Se aprovechó Ruano de los judíos?

J.M.P. Es radicalmente falso. Ruano era un golfo que veía que la venta de documentos falsificados era un negocio. Hay mucha gente que se ha colgado medallas por la falsificación de documentos, y al pobre Ruano se lo han encalomado como baldón. Y no es así.

XL. El retrato que hace en general de los exiliados españoles es poco favorable.

J.M.P. Es el retrato que hace el protagonista y, por lo tanto, muchas veces es denigrante. Pero yo creo que el lector inteligente lo lee en la clave de este personaje. Y dentro de los exiliados los hay de diversos pelajes. Los hay aprovechateguis, íntegros, débiles, fuertes. Hay de todo. No se puede hablar de los exiliados como un bloque. Por otra parte, están exiliados por muy diversas razones. Algunos, como Picasso, no están exiliados.

XL. Para crear a Fernando Navales, el protagonista de su novela, ¿en quién se ha inspirado?

J.M.P. Es un personaje de mi novela Las máscaras del héroe. Es un hombre que ha sido expoliado de sus sentimientos fundamentalmente porque no ha obtenido el éxito literario. Yo he conocido en el ámbito literario a muchas personas fracasadas. El fracaso en el artista genera una amargura corrosiva, un odio ya no solo hacia el que triunfa, sino hacia la humanidad. Yo no he conocido gente tan biliosa y tan malvada como muchos escritores. Navales utiliza la ideología para vomitar su odio, su resentimiento sobre la humanidad. No me inspiro en nadie, sino en un tipo humano que es plenamente posible porque he conocido escritores, artistas que por su fracaso, o por su conciencia de fracaso –porque hay algunos que en su éxito son insaciables–, se convertirían en auténticas hienas en una coyuntura histórica adecuada. Eso ocurrió en nuestra Guerra Civil y en la Segunda Guerra Mundial.

XL. Este novelón ha supuesto mucho trabajo.

J.M.P. Me lo he dejado todo. Lo he escrito a calzón quitado y sin respeto a las convenciones editoriales: es una obra de 1600 páginas en dos entregas. Hoy es insólito. Es una novela en la que me he dejado la vida. Cuando digo que es para la posteridad, no lo digo de forma petulante, sino porque habrá gente que lo valore, pero no sé si será hoy, mañana o dentro de cien años.