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«La sociedad no está tan crispada; es mucho mejor que quienes la representan»

Julia Navarro

Una de las escritoras más leídas en castellano

«La sociedad no está tan crispada; es mucho mejor que quienes la representan»

Fotografía: Carlos Carrión

Es una de las novelistas más leídas en castellano, pero antes fue periodista parlamentaria. Y la política sigue tiñendo sus novelas. En la que ahora publica, el telón de fondo son los totalitarismos y el control de los poderosos sobre los ciudadanos. Ella misma nos lo cuenta.

Viernes, 30 de Agosto 2024, 08:42h

Tiempo de lectura: 8 min

Lo suyo era la información política hasta que hace veinte años dio el campanazo con La Hermandad de la Sábana Santa, su primera novela. Desde entonces, ha publicado otras siete y todas trepan por las listas de los libros más vendidos con ficciones que se funden con la Historia. Ahora, a sus 71 años, publica El niño que perdió la guerra (Plaza y Janés) en la que la escritora se adentra en la Guerra Civil y la posguerra españolas y en la URSS de las persecuciones y el gulag.

XLSemanal. Estamos en una terraza en pleno centro de Madrid y se oyen de fondo las campanas del convento de la Encarnación.

Julia Navarro. Esas campanas han formado parte de mi vida. Un día se lo dije a la madre superiora y me respondió algo que me produjo muchísima pena: ya no las pueden tocar como antes porque los vecinos se han quejado. Que desaparezca el sonido de las campanas es como perder el alma de la ciudad. A mí nunca me ha molestado. Es parte de nuestra cultura.

XL. Vivía cerca del convento con sus abuelos.

J.N. Sí, pero no quiero hablar de temas personales. Tengo derecho a poner los límites de lo que quiero y no quiero contar.

XL. Usted misma ha contado que su abuela le enseñó a leer.

J.N. Sí, lo he contado. Pero no me gusta esa sensación de estar expuesto permanentemente. Los escritores del siglo XIX escribían sus libros, la gente los compraba, y no tenían que salir a hacer promoción.

XL. Le cuesta...

J.N. No me cuesta el contacto con la gente. Me encanta estar con los lectores e ir a clubes de lectura. Pero lo de la exposición pública se me hace muy cuesta arriba. Quizá es porque he ejercido el periodismo y era yo la que preguntaba.

«Estoy absolutamente en contra del control a los periodistas que pretende Sánchez. Espero que la profesión se rebele»

XL. Como periodista que es...

J.N. Que era.

XL. ¿Ya no lo es?

J.N. El periodismo, que para mí ha sido una gran pasión, es estar donde suceden las cosas y con las personas que son noticia. Escribir un artículo de opinión de vez en cuando no es periodismo.

XL. ¿Echa de menos la 'vidilla' de la redacción?

J.N. Por supuesto. Pero es una puerta que ya he cerrado. Me niego a ser nostálgica. Lo que ha pasado ya ha pasado. Yo ya no ejerzo el periodismo. Me costó. Los dos primeros años sufrí mucho. Pero de todo te curas.

XL. ¿Está de acuerdo con Pedro Sánchez en que hay que controlar algunos medios de comunicación?

J.N. No. Estaré siempre en contra de todo aquel que quiera recortar la libertad de expresión. Si hay algún medio que da una información falsa, para eso está el Código Penal. Vas al juzgado y pones una demanda si alguien te ha injuriado o calumniado. Estoy absolutamente en contra de ese control a los periodistas y a los medios. Espero que la profesión periodística se rebele porque ¿quién decide cuáles son los medios a los que hay que atar en corto?, ¿el poder? En definitiva, de eso va mi libro, de los intentos de reprimir cualquier disidencia o cualquier manera de ver la vida de una manera distinta a la del gobernante de turno. De ahí la importancia de decir 'no'. Yo creo que, aunque solo una persona diga 'no', ese 'no' terminará germinando.

XL. ¿Por qué ha escrito este libro?

J.N. Porque estamos viviendo un momento político en el que todo eso está volando por los aires. Otra vez los dos extremismos de izquierdas y de derechas están teniendo un auge que a mí me preocupa. A los gobernantes de los regímenes autocráticos les molesta la gente que tiene otra opinión, que crea, que escribe, que hace música. Les molesta la gente que ellos no pueden dominar. En este libro, yo intento reflexionar sobre cómo la cultura es una de las primeras víctimas en las dictaduras, sean de derechas o de izquierdas.

XL. ¿Qué cree que ha desencadenado ese descontento que lleva a la gente a los extremos?

J.N. La crisis económica de 2008, con la que tanta gente lo pasó mal y en la que las dos grandes corrientes ideológicas no fueron capaces de ofrecer soluciones. Fue una situación realmente desesperada. La gente perdió sus casas. Se empezaron a ver los recortes del estado de bienestar. Y yo creo que las respuestas no fueron acertadas. Son votos de castigo para que reaccionen los partidos tradicionales. Me preocupa mucho que se consoliden esas opciones.

«No soy partidaria del teletrabajo. Aísla a las personas y para las mujeres es una trampa: nos vuelve a meter en casa»

XL. En su libro se centra en la URSS y la España franquista.

J.N. Son dos modelos de totalitarismo. En los dos hay cosas en común, como la represión de toda actividad cultural que no fuera por la senda marcada por esos gobernantes totalitarios.

XL. ¿Cree que ahora hay más crispación que la que había en la Transición?

J.N. Son momentos distintos. No se pueden hacer paralelismos. Han pasado muchos años. Lo que está pasando hoy responde a una sociedad distinta a la de la Transición que yo reivindico.

XL. ¿Por qué?

J.N. Fue una obra colectiva, no lo hicieron los políticos solos, fue una obra de la sociedad. Fue posible porque la sociedad quiso que sucediera y empujaba en ese sentido. ¿Fueron las cosas fáciles? No. Había crispación, claro, pero a mí eso no me preocupa. Eso forma parte de la vida. Lo importante es saber hacia dónde se quiere ir. En la Transición, la mayor parte de los ciudadanos sabía hacia dónde quería ir.

XL. ¿Diría que ahora hay más tensión en la sociedad?

J.N. Hay crispación en la clase política, pero la sociedad está más relajada de lo que ellos creen. La sociedad es mucho mejor que quienes la representan. Pero yo no creo que en estos momentos haya un problema como que en las familias no se pueda hablar de política, o yo no lo vivo ni en mi ámbito familiar ni entre mis amigos.

XL. En su libro aparece la Guerra Civil. ¿Se han curado las heridas?

J.N. Sí, se habían superado por una cuestión generacional. Tenemos el derecho de conocer nuestra Historia; otra cosa es que queramos reescribirla, que queramos tener la Historia siempre abierta en canal. A mí me parece bien que se conozca lo que fue nuestra Guerra Civil. Hay que saber de dónde venimos. Ahora bien, ¿qué es lo que ha pasado? Pues que en los últimos años hay quienes han decidido abrir otra vez en canal este país.

XL. ¿Qué opina de la Ley de Memoria Histórica?

J.N. Me parece imprescindible que quienes quieran saber y rescatar a sus familiares que están en las cunetas y otros sitios tengan los medios por parte del Estado para hacerlo. Y no estoy en desacuerdo con que se quite el nombre de un dictador de una calle. El problema no está en que haya una Ley de Memoria Histórica, pero la Historia hay que dejarla en manos de los historiadores. Luego, cada uno de nosotros tiene su propia memoria familiar. El gran mérito de la Transición es que decidimos dejar tú y yo para ser nosotros.

XL. En este libro hay mucho desamor, como en otros suyos. ¿Por qué esta querencia?

J.N. Ay, no lo sé. No soy consciente. Intento hacer libros realistas. También en las novelas rusas del XIX hay mucho desamor. No sé si me interesaría una novela en la que todos son felices y comen perdices. Me interesan mucho más las sociedades poliédricas, los conflictos interiores. La vida no es un cuento de hadas.

XL. ¿Cuánto tiempo lleva casada?

J.N. Mucho: 41 años.

XL. Dice que la clave está en el diálogo.

J.N. A mí me parece que hablar, discutir, confrontar es lo que hace que una relación se mantenga.

XL. No es partidaria del teletrabajo.

J.N. Estoy en contra. Aísla a las personas porque no es lo mismo relacionarte a través de una pantalla que de tú a tú. Además, cuando toda la información que recibes es virtual, es mucho más fácil manipular a la gente. Y creo que acaba con la creatividad. Y para las mujeres es una trampa.

XL. ¿Por qué?

J.N. Porque les costó mucho salir del ámbito familiar y tener una vida propia. Es una manera de volver a meternos en casa con la excusa de que es progreso. Es un paso atrás.

XL. Pero usted teletrabaja.

J.N. Trabajo en casa, pero paso mucho tiempo en la calle. Salgo mucho. Todos los días quedo con gente. Yo no estoy en mi casa doce horas seguidas, me volvería loca.

XL. ¿Usaría ChatGPT para documentarse?

J.N. No, no sé usarlo y, si supiera, tampoco. Me parecen bien los cambios; otra cosa es que yo me suba a ellos. La tecnología está ahí, hay que utilizarla. Lo que me preocupa es esa suplantación que con ella se puede hacer de autores o de pintores o de músicos. Me preocupa que te pueden suplantar la personalidad. Supongo que eso llegará y habrá que regularlo de alguna manera.

XL. El teléfono, que nos 'espía', la inteligencia artificial...

J.N. Te piden los datos para todo y me parece una imposición insoportable, dictatorial. Antes las maneras de control eran más burdas, de dictador clásico. Y ahora hay otras formas, de quienes manejan todo el tinglado económico y saben todo de nosotros. O sea, la distopía de ese Gran Hermano que se ha hecho realidad.

XL. ¿Ha viajado a Rusia para preparar el libro?

J.N. Conozco Rusia desde hace años y para mí los referentes literarios siempre han sido los grandes escritores rusos del siglo XIX o principios del XX. Tolstói y Dostoyevski me han marcado.

XL. También se adivina que le gusta la obra de la poeta Anna Ajmátova. ¿Usted escribe poesía?

J.N. No, cuando era adolescente, hacía poesías horrorosas. Mi madre las guardaba. Siempre me ha fascinado Anna Ajmátova, y es mejor no escribir poesía si no se puede escribir como ella lo hacía. Pero sí la leo, ahora hay una nueva generación de poetas jóvenes. Me interesa saber qué cuentan. Veo que la de ellos es una literatura más del yo que del nosotros, pero es muy interesante porque es una forma de ver qué está pasando en la sociedad.