Talento Joven Fundación BBVA María Soria Carro, matemática: «La IA no resuelve problemas avanzados. Yo hago cuentas con lápiz y papel»
Una ecuación puede desvelar aspectos desconocidos de cualquier objeto. por ejemplo, cómo se propagará en su superficie la energía de un impacto. La Fundación BBVA y la Real Sociedad Matemática Española han premiado a María Soria por explorar soluciones matemáticas que permitirán a los ingenieros diseñar los materiales del futuro.
«Las ecuaciones describen el mundo que nos rodea; son la mejor aproximación a la realidad que podemos hacer con la mente. Mi trabajo es muy teórico, pero otros científicos lo pueden aprovechar para investigar aplicaciones en campos muy diferentes: ingeniería eléctrica, aeronáutica, geofísica…», explica María Soria Carro (Barcelona, 1993), galardonada el año pasado con el Premio Vicent Caselles, que otorgan la Fundación BBVA y la Real Sociedad Matemática Española. Su especialidad es la teoría de la regularidad.
«Mi objetivo es determinar si las soluciones de un grupo de ecuaciones son 'suaves', es decir, predecibles y sin cambios bruscos, o si presentan 'singularidades', puntos donde salta la sorpresa», cuenta. «Ahora estoy trabajando en el problema de Stefan, que fue formulado en el siglo XIX. Y describe cómo evolucionan dos superficies en contacto, por ejemplo, el hielo de un iceberg que se derrite en el océano y provoca cambios de temperatura, densidad, etcétera». Los resultados los podrán usar los ingenieros para el desarrollo de nuevos materiales: alas de avión que resistan mejor los impactos, azulejos a prueba de incendios…
«Hay una altísima demanda de matemáticos para desplegar la inteligencia artificial y las empresas pagan muy bien», señala cuando se le pregunta por la escasez de profesores de matemáticas que ha lastrado el comienzo del curso. «Estamos muy cotizados. Para muchos, es una tentación dejar la docencia. No para mí porque disfruto enseñando, a pesar de que todavía no he conseguido tener una estabilidad laboral. Tengo un contrato temporal en la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey, Estados Unidos) y, cuando termine, volveré a España con una beca de dos años.
La mayoría de los investigadores jóvenes estamos igual», se lamenta. «Es inevitable que la inteligencia artificial (IA) se vaya incorporando a la enseñanza, pero no debe hacerse a costa de que los alumnos la usen para no tener que pensar», señala. «A mí me gusta mucho la pizarra, la prefiero al iPad. Ayuda a que los estudiantes se concentren. La IA, ahora mismo, no está capacitada para resolver problemas muy avanzados. A mí no me sirve. Yo trabajo con lápiz y papel. Me paso el día haciendo cuentas. Los matemáticos tenemos el trabajo asegurado por mucho tiempo».
Las claves de mi investigación
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