La abuela cántabra que escribió un cuento y se vistió de colores

Siempre he querido dejar una bonita huella de mi paso por este mundo terrenal (tranquilos tengo cuerda para rato), me gusta el «artisteo» y hubiera sido estupendo, por ejemplo, pintar cuadros maravillosos que al contemplarlos os recordasen a mí; grabar discos con las canciones que me han acompañado durante toda mi vida, los tangos y boleros que escuchaba mi padre, la canción española que escuchaba mi madre o versionar los éxitos de los 70, 80 y 90 de mi juventud.

Pero no puede ser. Si hago alguna de esas cosas me detienen por mala praxis. Sólo escribo. Nada determinado. Cosas sencillas y simples. De esto o aquello. De lo que ocurre fuera o dentro. De lo bueno y lo no tan bueno. De mis cosas, de la moda, de los míos…

En los últimos años, y ya antes, mi vida gira en torno a los niños. Desde mi hija y mis sobrinos pasando por mis mellizos mayores (ya os he hablado de ellos, soy su Tata), los niños de alguna amiga hasta llegar a mis nietos, me he especializado en dibujos animados, bicicletas con ruedines, mil y un trucos para dormir y macarrones con tomate estrella Michelín.

Y he escrito un cuento para los más pequeños. Sencillito, eh… de animales y colores. No sé porqué. Quizá porque a Nicolás le encantan los animales y a Valentina pintar con colores. Lo he unido y ha salido esta 'joyita'.

No os podéis imaginar lo orgullosa que estoy, una simple abuela como yo haciendo algo así. Sinceramente, yo que creía que no tenía ningún talento destacable salvo cuidar de los míos y poco más… Me costó sacarle del cajón donde dormía desde hace un par de años. Se van a reír de mí, pensé. Pero, ¿y si lo intento? ¿Y si a los niños les gusta? ¿O a los papás y mamás? ¿Y si lo publico y alguien lo compra?

¿Y si soy valiente y enseño una pequeñísima parte de mí que me apasiona? ¿Y si dejo de pensar en el fracaso y sueño a lo grande? ¿Y si en vez de dejarles a mis nietos una herencia de 'cosas' el legado son aventuras, ilusiones, palabras, sueños? Todos esos ¿y si? me han quitado el sueño algunas noches.

Una amiga que dibuja bonito, Maite Blanco, me regaló formas y colores para mi cuento, con eso bajo el brazo y mucha audacia, toqué en la puerta de alguien que entiende de esto y dijo: sí… ¡me gusta! Y con su profesionalidad y mi atrevimiento, se me ha ocurrido la genial y peligrosa idea de autopublicarlo. Se lo tengo que agradecer a Javier Granda, de Alter Ego ediciones, por llevarme de la mano para que vea la luz y no quedarme pensando en lo que pudo haber sido y, por cobardía, no fue. No me olvido de Silvia Revuelta, la maquetadora, que lo ha hecho con todo el cariño.

Además del orgullo que supone para mí este humilde y pequeño proyecto, es un nexo de unión muy especial con mis nietos y animo a todos los que tenéis niños, seáis abuelos o no, a compartir con ellos algo que a vosotros os llene o se os dé bien, sea escribir, pintar, cultivar flores o plantas, tejer, tallar madera, montar un puzzle, tocar un instrumento o lo que sea que os una más. Porque esa conexión, ese legado, será lo que recuerden de vosotros cuando ya no estéis. Ni los juguetes más caros ni la paga de los domingos, el tiempo y las aventuras que compartáis con ellos, su mejor regalo.

Voy a dedicarme lo que queda de verano a cuidarles cuando me necesiten, a abrazarles en cada esquina, a decirles una y otra vez cuánto los quiero y, cómo no, a leer con ellos el cuento de la abuela, que no podía llamarse de ninguna otra manera tratándose de alguien que le apasiona tanto la moda como a mí… 'Vestidos de colores'.

«Es precisamente la posibilidad de realizar un sueño lo que hace la vida interesante», Paulo Coelho.

¡Buen verano, nos vemos en septiembre!

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