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En la pasada madrugada falleció el cocinero Nacho Basurto a la edad de 53 años, uno de los grandes referentes de la gastronomía de Cantabria, al tiempo que persona entrañable, afable, cercano, con sólidos valores y compromiso, y muy admirado y respetado por sus compañeros de profesión y también por sus clientes, en la última etapa profesional de su dilatada carrera en Asubio Gastro, en Santander.
Tras luchar con pundonor y siempre con positividad contra una grave enfermedad durante los últimos meses, el cocinero natural de Requejada (1967) pone fin, de forma dramáticamente prematura, a un ciclo vital brillante y deja tras de sí un importante legado por su capacidad para innovar entre los fogones, para convertir la cocina en un arte al servicio de los demás, para ensalzar y promocionar los mejores productos agroalimentarios de Cantabria, para fidelizar a las muchísimas personas que pudieron disfrutar de su cocina y para formar equipos y profesionales que siguen su estela.
Después de 37 años de carrera, con la pérdida de Nacho Basurto la gastronomía de Cantabria queda huérfana de uno de sus grandes abanderados, de un chef que obtuvo grandes reconocimientos en vida y al que no se le olvidará nunca.
Como algunos de los grandes cocineros de Cantabria, Nacho Basurto recibió su bautismo de fuego entre los fogones en la escuela del desaparecido y añorado Víctor Merino, en El Molino de Puente Arce. Desde entonces, un ya lejano año 1983 cuando llegó con apenas 16 años al histórico restaurante, hasta su última andadura al frente de Asubio Gastro, Basurto desplegó una intensa actividad, una filosofía de trabajo y un estilo propio que le granjearon los reconocimientos de clientes, compañeros de profesión y crítica. Sin duda, ha sido uno de los cocineros con más talento creativo en el panorama regional, un gran defensor del producto de proximidad, un excelente comunicador que siempre supo transmitir y contagiar su entusiasmo por lo que concebía, así como un líder sólido y de referencia para su equipo de colaboradores.
Basurto debía su afición a la cocina a sus padres. Su madre es una buena cocinera y desde niño vivió la hostelería en el restaurante El Regato de las Anguilas. Cuando, en plena adolescencia, dijo a sus padres que no quería seguir la senda de los estudios reglados, le mandaron a El Molino, con Víctor Merino, «a aprender una profesión, o sea, sin cobrar».
El chef comenzó desde abajo, como pinche, pero rápidamente sus superiores y, especialmente, Víctor Merino, advirtieron en él las aptitudes para convertirse en un gran cocinero. Así, tras su etapa inicial en el restaurante con estrella Michelin de Puente Arce, pasó en 1986 como jefe de cocina al restaurante La Sardina, en Santander, que también formaba parte del Grupo Merino.
Finalizado 1992, Basurto regresó a El Molino, donde permaneció ya como jefe de cocina hasta el año 1996. Llegó para tomar el relevo de Jesús Sánchez, que aquel año puso en marcha su proyecto en Villaverde de Pontones, el Cenador de Amós (tres estrellas Michelin).
Cerrado ese ciclo, con apenas 29 años, asumió la responsabilidad de la jefatura de la cocina de La Cúpula del Rhin, un restaurante que marcó una etapa y que situó al chef en la vanguardia de la gastronomía regional. Hasta 2006 también fue responsable de toda la línea gastronómica del Grupo Rhin, desde el cátering, la cocina al vacío, el asesoramiento a empresas, el aula de cocina, la imagen... Sin duda, fue una etapa donde la proyección del chef se consolidó, a lo que también contribuyeron importantes distinciones y premios.
En 1986 se proclamó mejor cocinero joven nacional; en 1991 recogió el premio al mejor restaurante nacional otorgado por la revista La Buena Mesa; y en 1997 ganó en Madrid uno de los premios más prestigiosos del momento, el campeonato nacional de jefes de cocina Tattinger, lo que le permitió participar en la final europea celebrada en París representando a España. En 2003 fue reconocido con el premio a la aplicación y desarrollo de nuevas tecnologías en la cocina al vacío en el marco del Congreso de Nuevas Tecnologías celebrado en Baqueira. Un año después, en 2004, el Gobierno regional le otorga el Premio de Gastronomía de Cantabria por la promoción de sus productos y de su cocina dentro y fuera de las fronteras autonómicas. En este sentido, Basurto llevó la cocina de Cantabria y de España a eventos como Europalia 1985 (Bruselas), México (1992), Argelia (1993), Alemania (2000) o Shangai (2007).
A lo largo de su carrera, el cocinero de Requejada siempre trató de estar a la última en materia de tendencias y técnicas culinarias. Esta inquietud le llevaron a realizar stages de formación junto a Francis García, en Burdeos; Ángel Llorente, en el Hotel Ercilla en Bilbao; Pedro Larumbe, en el restaurante Cabo Mayor en Madrid; Martín Berasategui, en su restaurante de Lasarte; y Ferrán y Albert Adriá, en Elbulli, en Rosas.
Fuera de España asesoró a restaurantes interesados en la cocina española, como Café de Madrid, en Salt Lake City (Utah, EEUU), un establecimiento que fue premiado como el mejor restaurante de la ciudad en el año 2006.
Cerrado el capítulo del Rhin, debido a la venta del negocio por parte de la propiedad, Basurto emprendió nuevos proyectos. En 2006 creó la franquicia La Puchera, con cafetería, restaurante y tienda, y, al año siguiente (2007), asumió la dirección del restaurante Solar de Puebla, en Santa Cruz de Bezana, con una estrella Michelin.
Posteriormente, junto al cocinero Kike Pérez y el jefe de sala, Ramón López, con quienes había trabajado en el Rhin y en el Solar, regentó el restaurante La Hoya en Liaño de Villaescusa (2007-2008). Fue ésta una etapa de transición, en plena crisis, pero al mismo tiempo el germen de un proyecto vital que vio la luz en junio de 2010. Fue ese año cuando abrió Asubio, un innovador gastrobar ubicado en la calle Daoiz y Velarde de Santander donde el cliente encontraba diferentes propuestas y formatos, desde una vistosa y colorista barra de pinchos con toques de autor, hasta mini raciones calientes elaboradas al momento, un menú del día con producto de temporada y una carta donde convivían con naturalidad conceptos tradicionales y platos más creativos.
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