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José María Gómez Ortega | Trasplantado renal
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José María Gómez Ortega | Trasplantado renal
«El bien que Valdecilla ha hecho conmigo, con dos trasplantes, no se puede devolver en una sola vida»José María Gómez Ortega llegó a Valdecilla hace 35 años como enfermo renal, «sin poder caminar, ni escribir... fatal». Un trasplante de riñón, en ... 1990, le devolvió la vida que le había robado parte de la infancia y la adolescencia. Y, «lo que son las cosas», gracias a aquella operación acabó la carrera de Medicina, aprobó el MIR y decidió hacer la especialidad en Valdecilla, el hospital donde trabaja hoy en día como especialista de Anatomía Patológica, centrado desde hace tres años, precisamente, en las biopsias de Nefrología, la prueba que en su momento determinó que él era candidato a trasplante. Y lo fue dos veces, porque en 2000 recibió el segundo riñón de donante.
-¿Quién le iba a decir que los mismos médicos que le indicaron el trasplante iban a ser, con los años, compañeros de trabajo?
-Sí, antes de médico fui enfermo. Yo empecé con la enfermedad a los 13 años, en 1978. Un día me levanté de la cama para ir al colegio y noté que tenía los párpados, la cara y las piernas hinchadas. El diagnóstico fue una enfermedad autoinmune que en aquel momento no tenía tratamiento. Mi vida cambió totalmente, el deporte -jugaba a baloncesto- se acabó... La enfermedad evolucionó lenta e inexorablemente durante 12 años hacia la insuficiencia renal. Yo soy de Valladolid y allí los nefrólogos no tenían armas, me pasé tres meses en la cama, en reposo, porque no había nada. Cuando conseguí salir de la cama, me puse a estudiar. Entonces ya estaba estudiando medicina, preparando el MIR.
-¿Tuvo algo que ver la enfermedad en la elección de la carrera?
-Probablemente, sí. Siempre me gustó la medicina, pero cuando te pasan estas cosas... puede que inconscientemente influyera.
-¿Y en qué momento deciden que hay que derivarle a Valdecilla?
-A los 25 años terminé con una insuficiencia renal, estaba fatal. No podía caminar, ni escribir, tenía una anemia galopante... Los médicos de Valladolid decidieron mandarme a Valdecilla, que ahora es un hospital de referencia, pero en aquella época era el lugar donde estaban los dioses de la medicina. Cuando llegué aquí, comprobaron que era un enfermo renal como todos, con las complicaciones ligadas a la insuficiencia renal. Pero como no había ninguna enfermedad rara, nada especial, me iba a mandar a casa... y justo en ese momento llegó el Dr. Ruiz San Millán, hoy jefe de servicio de Nefrología, que entonces era residente (MIR) de tercer año, y me dijo: 'Chema, hay un riñón que te puede ir bien'.
-¿Y ahí tuvo que decidir entre irse a casa o entrar a quirófano?
-¡Fíjate la decisión! No podía decir que no, no sabía cuando iba a haber otra oportunidad. Con mucho susto en el cuerpo, dije que sí, y me pusieron un riñón, que me sacó de un apuro importante, aunque nunca funcionó muy bien. Pero gracias a él pude volver a caminar, a salir con mis amigos... a tener una vida normal. Pude estudiar y aprobar el MIR, que entonces era durísimo; hice la especialidad en Valdecilla, porque ya nunca me quise alejar de este hospital. A los diez años, en 2000, me realizaron el segundo trasplante.
-Y cuando uno ya ha vivido un trasplante, ¿va con más tranquilidad o más nervios al segundo?
-Yo fui muy nervioso, porque es una cirugía grande. Pero cuando estás mal, haces lo que sea, te dejas hacer, porque la confianza en el equipo de trasplantes era máxima. Han pasado 25 años en los que he llevado una vida prácticamente normal, aunque me tomo 20-25 pastillas todos los días. Tengo muchas cosas que agradecer a mucha gente, porque todo me lo han hecho. He tenido suerte, porque la inmunidad es muy caprichosa.
-¿Y ahora, como nefropatólogo, diagnostica la patología renal y quien es candidato a trasplante?
-Sí, desde hace cinco años me dedico a la patología de riñones propios y de trasplante, trabajando en estrecha relación con los nefrólogos, que me conocían como paciente. Con mi trabajo intento devolver un poco de lo que me ha dado este hospital, porque ¡anda que no me ha dado! Esto no tiene precio. El bien que han hecho conmigo en Valdecilla no se puede devolver en una sola vida.
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Ana del Castillo
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