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Todavía no saben exactamente cómo ha ocurrido, pero todo apunta a que el desencadenante ha sido el regreso de las vacaciones de Navidad. Después de diez meses 'limpios' de covid, la Obra San Martín se encuentra desde mediados de enero haciendo lo imposible para ... tratar de evitar que se propague un brote que afecta ya a 56 usuarios y empleados. La mayoría de los contagiados se encuentra asintomático y se recupera en las propias instalaciones, aunque un pequeño grupo ha sido trasladado al centro covid de Suances o ha requerido asistencia sanitaria.
Según el rastreo llevado a cabo por Salud Pública y el propio centro, el origen del foco es doble. A pesar de que desde la dirección confirman que se cumplió con la exigencia de solicitar una PCR negativa a la vuelta de las fiestas, parece que esta medida no ha sido suficiente para evitar que tanto un usuario como un profesional hayan metido la enfermedad en tres de sus instalaciones. «El test pudo dar negativo aunque estuvieran incubándolo», apuntan desde la fundación, que apoya a personas con discapacidad y a jóvenes en riesgo de exclusión social.
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El primer positivo se detectó el 10 de enero y desde entonces la cifra ha ido creciendo en cada uno de los cribados que han realizado. Desde esa fecha han desarrollado ya tres rondas de pruebas y hoy está previsto que tenga lugar la cuarta. Hasta ahora, el virus ha entrado en La Albarca, Jano y La Cabaña, tres de sus residencias con una capacidad para albergar 120 personas con distintos grados de dependencia. «Vamos a cruzar los dedos y esperamos que no haya más», apuntan desde la Obra San Martín, que remarca el esfuerzo para informar a las familias de los usuarios de forma diaria. Los contagiados están aislados y se han reforzado los protocolos: «Utilizamos precauciones máximas no sólo con ellos, también con los negativos. Para minimizar el daño, actuamos como si todos estuviéramos afectados».
Más suerte ha tenido la Consejería de Sanidad. Sus dos órganos de decisión y coordinación de la lucha contra el coronavirus son la Dirección General de Salud Pública y la Gerencia del Servicio Cántabro de Salud (SCS). En este último edificio están, por ejemplo, los responsables del diseño y control de la campaña de vacunación que se puso en marcha hace ahora un mes. En sus instalaciones, ubicadas en la avenida Herrera Oria junto a la antigua Residencia, trabajan habitualmente cerca de 100 profesionales que constituyen el cerebro de la asistencia sanitaria de la comunidad autónoma. A ellos se une estos días personal adicional como el que se encarga de la administración de las dosis. Por eso es previsible que la aparición de un brote en las instalaciones supondría un auténtico caos en mitad de la tercera ola y en pleno proceso de inmunización. Pues no ha ocurrido por muy poco.
El SCS ha evitado que el virus se propagara al detectar a tiempo un caso localizado en el área de gestión de las vacunas. Precisamente ahí. «Ha sido un susto muy grande. Si no llegamos a actuar rápido podría haber afectado de forma directa a todo el proceso», apunta la gerente, Celia Gómez, que pone en valor el trabajo de los profesionales que «no están en primera línea, sino en los despachos», y cuya labor también es «fundamental» para el correcto funcionamiento del sistema.
El positivo que ha hecho saltar todas las alarmas se conoció el viernes. Ese día, el contagiado ya no acudió a la oficina y la jornada siguiente el SCS contactó con todos los trabajadores para que acudieran el domingo para realizar un cribado masivo entre los profesionales que frecuentan el edificio. Según los resultados conocidos en las últimas horas, el coronavirus no ha alcanzado a más personas. En cualquier caso, de manera preventiva, ayer se optó por el teletrabajo en todo el edificio para llevar a cabo una desinfección de las instalaciones. A partir de hoy, previsiblemente, la plantilla empezará a regresar a sus puestos de forma paulatina.
En cualquier caso, la gerencia del SCS mantiene una vigilancia activa sobre los compañeros que tuvieron un contacto más cercano con el afectado y su responsable asegura que «con los recursos tan limitados que tenemos nos habría dejado temblando».
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