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RAFA TORRE POO
SANTANDER.
Domingo, 24 de enero 2021, 07:35
Cantabria tiene por delante quince días llenos de incertidumbre para despejar cuál será el rumbo de la evolución de la pandemia. Las autoridades sanitarias confían en que el mensaje de alerta enviado esta semana a la población, donde se le advertía de un ... nuevo paquete de medidas mucho más restrictivas si los datos no mejoran, haga de efecto freno en las relaciones sociales. Lo que no esconden tampoco es que el futuro a corto plazo no invita al optimismo. «Las previsiones no son buenas, la tasa de incidencia acumulada va a seguir subiendo y eso provocará un aumento de la presión hospitalaria», advierte Miguel Rodríguez, consejero de Sanidad. Una visión que comparte el director general de Salud Pública, el epidemiólogo Reinhard Wallmann: «Las dos próximas semanas serán tensas aunque veamos que comienza a bajar la curva. Nos encontramos en un escenario de altísimo nivel de diseminación comunitaria y la ciudadanía tiene que estar concienciada y mantener la guardia».
La situación no es la deseable pero un simple vistazo al resto del país sirve también para percibir el vaso medio lleno. El norte, sobre todo Asturias, País Vasco y Cantabria, presentan mejores cifras. Aquí, por ejemplo, hay indicadores que permiten albergar un poco de optimismo contenido. «La incidencia acumulada a siete días, con respecto a la anterior semana, no crece, la positividad tampoco y los contactos medios por cada caso disminuyen. Eso quiere decir que vamos por el buen camino. La población está respondiendo y también ayuda que hayan terminado las reuniones propiciadas por la Navidad», afirma Wallmann.
El objetivo es garantizar la asistencia sanitaria y evitar colapsos en los hospitales. Tanto la primera ola como la segunda ya demostraron que, cuando el número de positivos se dispara, se produce un efecto dominó. «Aumenta la presión en los centros de Atención Primaria, en las Urgencias, se producen muchísimos más ingresos hospitalarios y en la UCI», sentencia la gerente del Servicio Cántabro de Salud (SCS), Celia Gómez. «El panorama a día de hoy es razonable, sobre todo en relación con otras regiones», aunque matiza: «También podemos pensar que lo que nos puede venir es precisamente lo que está sucediendo ya en esas comunidades autónomas».
Sanidad y Salud Pública presentaron esta semana dos semáforos para alertar y contener el avance de la pandemia. Si se alcanzan los 500 casos por cada cien mil habitantes en la incidencia a 14 días -ayer se situaba en los 394- y el porcentaje de ocupación covid de las UCI llega al 40% -actualmente están en el 24,8%- se pondrán en marcha restricciones mucho más fuertes como reducir las reuniones en cualquier ámbito a menos de seis personas, más limitaciones en la hostelería y el comercio y el cierre de los municipios más afectados de más de 5.000 habitantes. «Confío en que las actuales medidas sean suficientes, siempre que la población se conciencie y las cumpla. Ya vimos en la anterior ola que sirvieron para bajar la curva», explica Wallmann. «Espero que no tengamos que usar el segundo paquete, pero si lo hacemos es porque no queda otro remedio», apostilla el consejero.
«Lo que mejor funciona, desde el punto de vista técnico, es el confinamiento y la restricción», argumenta Marcos López Hoyos, director científico del Instituto de Investigación de Valdecilla (Idival) y jefe del servicio de Inmunología del hospital. «La pandemia ha provocado además un problema socioeconómico con el que se quiere hacer un equilibrio, pero los equilibrios no funcionan. Sólo hay que mirar lo que ha pasado con la Navidad», añade. «Calculo que hasta el 15 de febrero la ola va a estar potente. Luego comenzará a bajar, pero ya veremos las decisiones que se toman», vaticina el también presidente de la Sociedad Española de Inmunología. Son los gobiernos central y regional los que buscan el término medio, y no siempre se ponen de acuerdo, como ha ocurrido esta semana al plantearse el adelanto del toque de queda a las ocho. «Ya sabemos que quien más restricciones ponga, acierta seguro. Pero no es posible conjugar esto con la economía y el seguir viviendo», señala el consejero.
El desembarco del coronavirus en Cantabria cogió a todos por sorpresa. Nadie sabía exactamente a qué se enfrentaba. La primera ola dio una idea de la dimensión del problema. El Servicio Cántabro de Salud ha aprovechado el periodo entre los sucesivos embates para reorganizarse. Tiene tres retos por delante. Si aumentan los casos, también lo harán las pruebas diagnósticas, por eso está a la espera de poder usar los test de saliva y en mayor medida los de antígenos. También ha hecho «un escalamiento» de las camas disponibles para acoger a los enfermos covid tanto en hospitalizaciones convencionales como en las diferentes Unidades de Cuidados Intensivos (UCI).
Aunque el gran desafío que tiene por delante es el de la vacunación puesto en marcha, a menor ritmo del deseable en los comienzos, hace menos de un mes. «El principal problema que tenemos ahora mismo es la limitación en la llegada de las vacunas», afirma la gerente del SCS. «Por eso trabajamos en mejorar los espacios para dispensarlas, para cuando lleguen de manera más numerosa», añade. Es el gran objetivo. La organización, engrasar el sistema para conocer la capacidad máxima. El consejero de Sanidad está completamente convencido de que la comunidad cuenta con los recursos suficientes. «Si no ponemos más es porque no tenemos vacunas, capacidad hay de sobra», afirma antes de poner un ejemplo: «Sólo Atención Primaria ha puesto 40.000 vacunas de la gripe en una semana. Si le añadimos los hospitales, se podría llegar a duplicar la cifra».
De momento, el porcentaje de la población vacunada por covid no llega al 4%. Si los diferentes fabricantes de vacunas aumentan la producción y el envío, el Gobierno regional tiene previsto alternativas. Lo que no quiere es que se dejen de poner por falta de personal. Así que Sanidad valora, según Rodríguez, «tirar de voluntarios o sacar un contrato para que liciten las empresas privadas».
Las autoridades sanitarias están convencidas de que el ritmo aumentará hasta conseguir la ansiada inmunidad de grupo. «Creo que antes del verano podremos tener un alto porcentaje de la población vacunada», afirma la gerente del SCS. Una opinión de la que difiere el director científico del Idival. «El Gobierno central dice que el 70% estaremos vacunados para finales de verano. Sinceramente, no creo que se consiga, como pronto, hasta Navidades nada. Nos queda un año de mascarilla y vacunas», sentencia López Hoyos. Uno de los problemas sobrevenidos es la forma en la que se administran los viales. Tanto la fórmula de Pfizer como la de Moderna necesitan dos dosis, lo que retrasa el avance en el calendario. Además, otro factor de riesgo, según explican desde el Idival, es la posibilidad de infección entre una y otra dosis. «Sólo una semana después de la segunda alcanzamos una protección por encima del 90%. Si nos infectamos por el camino, tenemos un problema. Es como si la primera la hubiéramos tirado a la basura», señala López Hoyos. Es, por ejemplo, lo que ha pasado en las residencias de Puente Viesgo y Vega de Pas. «En estos casos, las personas se estarían inmunizando por la infección y no por la vacuna», añade.
Los mayores, especialmente los usuarios de las residencias, son los que más preocupan a las autoridades sanitarias y a los técnicos. Por eso, el plan de vacunación comenzó por este grupo. «De las más de cuatrocientas personas que han fallecido en Cantabria por covid, dos de cada tres vivían en una residencia. El dato es demoledor», subraya Julio Soto, director general de Políticas Sociales.
Los centros de mayores recibieron con más dureza el impacto de la primera ola, en la segunda tuvieron un pico que llegó a los 300 casos y ahora ya superan el centenar. Principalmente se debe al brote surgido en tres centros: Puente Viesgo, Vega de Pas y Bimbiles (Santa Cruz de Bezana). A Salud Pública también le preocupa esta situación. Además de la letalidad que el virus ha demostrado en las residencias, la subida en el número de positivos influye mucho en las estadísticas al ser Cantabria una región con una población pequeña. «Ya nos pasó en la ola previa, que la bajada de la curva fue tan lenta por el brote que surgió en la Residencia San Francisco de Reinosa», afirma Wallmann.
Sin embargo, la vacuna aporta un halo de esperanza. «Con la segunda dosis que ya se está administrando -comenzó el miércoles en el CAD de Cueto-, en el plazo de veinte días o un mes este sector tan vulnerable estaría en condiciones de regresar a la normalidad que existía antes de la pandemia», confía Soto. «Será cuando recuperemos tasas de mortalidad mucho más normales. Espero que en ese plazo el problema que hemos sufrido en los Servicios Sociales esté resuelto. Aunque hay que tener en cuenta que siempre puede haber rebrotes», recuerda.
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