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Esta vez no hubo prisas por llegar a casa a tiempo ni hizo falta mirar el reloj porque daba igual la hora. Después de algo más de un mes con el toque de queda, en concreto desde el pasado 17 de julio, esta medianoche ... 38 municipios de Cantabria se han despedido de la limitación. Además, sin esa restricción en juego, los establecimientos hosteleros han recuperado el horario de apertura previo a su entrada en vigor, es decir pudieron trabajar hasta las 03.00 de la madrugada. Dos aspectos que cambiaron por completo la estampa de las ciudades afectadas por la limitación a la movilidad nocturna, entre ellas Santander. En general hubo dos grupos de personas. Por un lado quienes, una vez llegó la hora de cierre, consideraron que ya había poco que hacer en la calle y, aunque con tranquilidad, emprendieron el camino de vuelta a casa y, por otro, muchos grupos de jóvenes que prefirieron quedarse charlando en la Plaza Cañadío y sus alrededores. Eso sí, en todo caso las despedidas fueron más pausadas y algunas conversaciones continuaron en los bancos de la Plaza Pombo.
Cuando entra en vigor una medida como el toque de queda, el principal objetivo de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado es conseguir que se cumpla y cuando finaliza, los esfuerzos se centran en que la noche no se descontrole. Así que hace cuatro semanas, a la 01.00 de la mañana, una docena de agentes de la Policía Local y la Policía Nacional, repartidos en varias unidades, se encargaron de desalojar las principales vías de la capital donde se concentra el ocio nocturno y recordaron a los rezagados que en cuestión de minutos debían estar en sus casas. Incluso hubo apoyo de la caballería. Sin embargo esta noche la presencia policial ha sido más escasa. La noche transcurrió con más o menos tranquilidad, un panorama que encaja con la previsión que tenían los agentes, que esperan que sea la madrugada del sábado la que dé más problemas. Y cuando se generen más aglomeraciones. Es más, a la espera de que eso ocurra, la delegada del Gobierno en Cantabria, Ainoa Quiñones, ya avisó este jueves de que «el 100% de los agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil va a estar en la calle» para garantizar la seguridad una vez finalice el toque de queda.
En la madrugada del jueves, a eso de la una, en la calle ya había completo silencio, sin embargo la de este viernes ha sido algo distinta. Tres de los cinco efectivos de la Policía Local operativos durante la noche, recorrieron la Plaza Cañadio y los aledaños recordando a los chavales las medidas sanitarias. Lo cierto es que con tanta gente poco más podían hacer. Zonas como la calle Daoiz y Velarde estaban abarrotadas, tanto que resultaba imposible pasar con el coche. Así que los agentes se limitaron a dos funciones: insistir en la obligatoriedad de llevar mascarilla si no respetan la distancia de metro y medio -nadie cumplía el requisito- y evitar que bebieran en la calle. Por eso pidieron a los jóvenes que tiraran las bebidas alcohólicas que estaban consumiendo en la vía pública porque «al final es botellón y está prohibido». Y uno por uno fueron acercándose a los contenedores de la vía para vaciar los vasos.
Lo cierto es que la Policía Local consiguió disolver varios grupos y continuaron la vigilancia mientras las patrullas de la Nacional recorrían las calles de la capital cántabra. Eso sí, media hora después (a las 01.30 horas) el ambiente en el centro era similar. El alboroto cambia de una calle a otra. Mientras en Peña Herbosa y zonas cercanas se respiraba tranquilidad desde hacia rato, en el Río de la Pila, Arrabal, Daoíz y Velarde y Cañadío el ambiente era completamente distinto. Y así se mantuvo hasta que, como cada noche, llegó la hora de empezar a recoger las mesas y las sillas. Una actividad de los camareros que es el mejor indicativo de que es momento de levantarse de la silla aunque esta vez no hiciera falta salir corriendo. Y así, poco a poco, los grupos se fueron dispersando. Lo más seguro es que muchos trasladaran la fiesta a las casas, no sería la primera vez que ocurre. No obstante, al menos en las playas no parecía que hubiera jaleo. Tampoco hubo trasiego en Somo. A medianoche en la playa apenas había un grupo.
Y es que una de las preocupaciones de los ayuntamientos afectados por el fin del toque de queda era, precisamente, que se originasen botellones al finalizar la vigencia de la restricción. Durante la semana han insistido en un mensaje de «prudencia» y responsabilidad. Es más, este mismo jueves el alcalde de Ribamontán al Mar, Francisco Manuel Asón, reconoció su «miedo» a las quedadas multitudinarias que los chavales organizan aprovechando el alcance de las redes sociales. Pues bien, esta medianoche la zona estaba tranquila. El ambiente se limitaba a los bares que muchos decidieron seguir cerrando a las 01.00 de la madrugada. En todo caso la previsión es que esa fiesta pueda llegar este sábado.
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