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Después de semanas de descenso continuado de contagios y una bajada generalizada en el resto de indicadores de la pandemia, la tercera ola, que se desató como consecuencia de las celebraciones navideñas, se daba por dominada. El problema es que, en un determinado momento, ... la mejoría se detuvo y la situación se estancó: ahora, Cantabria se encuentra en nivel medio de alerta, se diagnostican unos cincuenta casos diarios y la incidencia acumulada a dos semanas ronda los cien casos por 100.000. La reciente reapertura del interior de los locales de hostelería, el retraso del inicio del toque de queda hasta las 23.00 y, sobre todo, la llegada de la Semana Santa, con muchos cántabros de vacaciones y un previsible aumento de la movilidad en el interior de la región –el tránsito entre comunidades sigue prohibido–, pueden romper ese tenso equilibrio y activar una cuarta ola.
«Las predicciones que manejamos ahora mismo apuntan tanto hacia arriba como hacia abajo –reconoce el director general de Salud Pública, Reinhard Wallmann–, nos movemos en un rango de incertidumbre amplio y los modelos predictivos no lo tienen claro. De todas las comunidades autónomas, hay siete que empiezan a crecer, y nosotros estamos en una situación estable de momento».
«Ni crecemos ni decrecemos, seguimos estancados y es una situación peligrosa: solo hace falta un evento o un periodo en el que se incremente la interacción social para que se empiece a disparar la situación. Esto es como lo del viento sur: si se declara un incendio el viento sur favorece su propagación. Es bastante probable, y cabe perfectamente dentro del escenario que tenemos, que con la Semana Santa se produzca un incremento de casos».
Si se desata esa cuarta ola, «el impacto será menor en las residencias y entre el personal sanitario debido a la vacunación, y en ese sentido estamos desahogados. En el resto de población no hemos alcanzado cobertura suficiente para frenarlo de momento, y los porcentajes son muy bajos –7,3% inmunizados (con la pauta completa) y 10,2% vacunados con una dosis–».
Una hipotética cuarta ola podría beneficiarse del 'efecto verano', al que se atribuye un 20% de disminución de la transmisión comunitaria, al hacerse más vida en espacios abiertos y también como consecuencia del sol y la radiación ultravioleta en el virus. En todo caso, advierte Wallmann, al covid le da bastante igual la estacionalidad.
«Las predicciones que manejamos apuntan tanto hacia arriba como hacia abajo, nos movemos en un rango de incertidumbre amplio»
«Estamos en una meseta y con cuidado podemos evitar la cuarta ola. Desde hace semanas tenemos números muy parecidos y podemos quedarnos así»
¿Qué se puede hacer para evitar todo esto? «No hemos inventado nada nuevo de momento, las medidas siguen siendo las mismas: hay que insistir en que no se interaccione en Semana Santa y reducir en lo posible la movilidad. Sería muy importante que no se celebren encuentros familiares con múltiples personas: una simple comida familiar puede generar muchos casos secundarios».
También hace una llamada a la prudencia Jesús Mozota, responsable de Medicina Preventiva de la Clínica Mompía. «Tendremos que sacrificarnos, seguir siendo prudentes. Creo que todas las determinaciones que están tomando las autoridades sanitarias en nuestra Comunidad son buenas y debemos tener cuidado estos días de Semana Santa con las reuniones familiares y en la calle, además de seguir observando el distanciamiento y el uso de mascarilla. Y, mientras, debe continuar la vacunación, que es el factor más importante que tenemos en nuestras manos».
«Creo que estamos en esa meseta y que si tenemos cuidado podemos evitar la cuarta ola, depende un poco de nosotros. Así como veo factores que pueden contribuir a que aparezca, como las imprudencias o el cansancio de la gente, hay otros factores buenos: la población está vacunándose y las personas que ya han pasado el covid en nuestra región –alrededor de 25.000– también tendrán un grado de inmunidad importante. Hay, además, colectivos muy importantes vacunados, como son los sanitarios y las personas mayores de las residencias, y prácticamente no hay contagios entre estos profesionales ni casos graves en esos centros, y son datos esperanzadores. Desde hace unas semanas estamos en números muy parecidos de nuevos casos, hospitalizaciones y pacientes en UCI, y creo que todavía podemos quedarnos así».
«La cuarta ola no nos la quita nadie de encima, aunque espero que en vez de una ola sea una ondita: todo depende del nivel de vacunación»
«La población protegida, entre vacunados y los que superaron la enfermedad, no llega al 20%: hay un 80% que se enfrenta a la variante británica del virus»
La directora de Enfermería del hospital Valdecilla, Gema García, no ve en cambio tan claro que pueda evitarse el repunte: «La cuarta ola no nos la quita nadie de encima, aunque espero que en vez de una ola sea una ondita». «Todo depende del nivel de vacunación que llevemos a nivel poblacional; espero que en abril podamos vacunar mucho si, como se dice, vienen dosis masivamente. Si, además, mantenemos las normas de seguridad como hasta ahora, y todo el mundo ya sabe lo que tenemos que hacer, el impacto asistencial en los hospitales puede ser menor del que ha habido hasta ahora».
«Soy optimista, pero entre comillas: creo que si vacunamos ahora en abril a tope –y estamos preparados para hacerlo si llegan tantas dosis como se anuncia–, se puede conseguir, pero un pico de casos después de la Semana Santa no se va a poder evitar», opina la responsable de Enfermería de Valdecilla.
Gema García reconoce que no hay mucho más que se pueda hacer para frenar el avance del coronavirus. «Todo lo demás ya entra en el terreno de la responsabilidad individual: sabemos de sobra lo que hay que hacer –distancia social, mascarilla,...– y creo que no se pueden aplicar más recortes».
«La vacuna es la única solución, así que, mientras no la haya, la vacuna somos nosotros», sostiene el catedrático de Medicina Ángel de Francisco. El doctor opina que la cuarta ola «es inevitable». «La población protegida, entre vacunados y aquellos que superaron la enfermedad, no llega al 20%, así que hay un 80% que se enfrenta a la variedad británica del virus, que es la más dominante y su potencial contagioso es superior. Aunque nuestros números ahora todavía no son excesivamente altos, lo cierto es que están subiendo y hay que tomar medidas para mitigar en ese mismo momento, porque solos no van a disminuir: los casos van a seguir subiendo y cuanto más suban más difícil será luego tomar medidas».
A todas las ya conocidas y repetidas por los demás expertos, De Francisco suma otras dos: «Primero, el test de antígenos. Un 50%-60% de todos los contagios ocurren en personas que no tuvieron ningún síntoma o que eran presintomáticos. Ello ha supuesto una gran dificultad en la identificación y aislamiento. Lo primero es inundar el sistema con tests de antígenos, aunque no sean tan sensibles como el PCR. La razón es que si únicamente testamos los sintomáticos estamos solo viendo la punta del iceberg, porque hay muchos que no tienen síntomas y contagian. En segundo lugar, los test PCR en transportes internacionales: se exigen pero me consta que no se vigilan con precisión. No tiene sentido que vengan de países con incidencia de 620 (Francia) a España, con 134, y nosotros no podamos viajar a Bilbao».
Las vacunas administradas «están contribuyendo a salvar vidas en los grupos de riesgo y es ahí donde veíamos la mayor cantidad de enfermedad severa, hospitalizaciones y muertes. Pero el cambio importante se va a ver en cuanto se vacune a las personas de más de 60 años, a los trabajadores esenciales que tienen contacto con muchas personas, como los trabajadores de supermercados, los maestros y los sanitarios que están vacunando, pero también el resto de personas que trabaja de cara al público. En cuanto estén vacunadas va a haber un impacto importante: seguirá habiendo contagios pero no tantas hospitalizaciones».
Madrid lleva tiempo siendo objeto de críticas por su estrategia sanitaria contra el covid, críticas que, según el doctor Ángel de Francisco, no se sostienen ante los datos. Parte de que Madrid tiene una densidad ocho veces superior a la de Cantabria –840 frente a 109 habitantes por km2–, pero, pese a eso y al comportamiento diferente con su hostelería, su tasa de mortalidad por 100.000 habitantes por covid en invierno ha sido de 42,2 –en Valencia fue de 86; en Castilla-La Mancha, 84; Castilla-León, 67; Asturias, 56,...–. «¿Quiero decir que hemos de imitar a Madrid en cómo enfrentarnos a esta pandemia en relación a la hostelería? No es eso lo que dicen los expertos pero esos son los datos. Se sabe que dos tercios de los contagios provienen del ambiente familiar y es posible que si nosotros somos responsables cumpliendo muy estrictamente las normas, podamos, con muchas restricciones, mitigar la ruina económica de la hostelería. Eso dependerá, claro, de la velocidad de ascenso, y creo que la Consejería de Sanidad de Cantabria es muy sensible a todo ello, y en mi opinión lo está haciendo excelentemente con medidas adecuadas a cada nivel de contagio. Otra cosa es que por la radicalización de nuestra sociedad se lleven a Madrid por delante culpándola, sin pruebas, de la pandemia en España», concluye De Francisco.
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