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Que nadie hable mal de un compañero en el PSOE cántabro es un logro. Lo sabe cualquiera que haya seguido la historia de los socialistas de la región en estas décadas. Con Ana Belén Álvarez (Santander, 1963), dicen desde dentro, pasa eso. La cara más ... amable del partido y la que lleva la manguera en el bipartito. El bombero. ¿Quién dio la cara para apagar el incendio tras el tirón de orejas de María Sánchez al resto de consejeros por los fondos europeos? Ella. ¿A quién pusieron en sustitución de la consejera de Economía para ejercer de portavoz del Gobierno en las ruedas de prensa en ausencia de Zuloaga? A ella. ¿Y quién va a ocupar el puesto de la recién dimitida exconsejera? Sí, ella. «Mediadora en el Orecla», figura en su historial de responsabilidades. Y, más allá de sus atribuciones como responsable de Empleo y Políticas Sociales, da la sensación de que no ha dejado de mediar.
En el Portal de Transparencia figura que es licenciada en Filosofía y Letras y técnico superior en Prevención de Riesgos Laborales, especializada en Igualdad de Género y Políticas Públicas. Funcionaria de la Administración General de Estado –perteneciente al Cuerpo Técnico de Gestión de Empleo del INEM– desde hace más de tres décadas, ha ejercido como docente de formación para empleados públicos. En su lista de responsabilidades figuran los cargos de directora general de Trabajo (2015-2019) y presidenta de la Fundación para las Relaciones Laborales de Cantabria. También fue presidenta de la Junta de Personal de la Administración General del Estado en Cantabria (1998-2015) y secretaria de Empleo y Formación de la Comisión Ejecutiva Regional de UGT (entre 2009 y 2015).
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Álvaro Machín
A todo eso hay que sumar el nombramiento como consejera de Empleo y Políticas Sociales el 8 de julio de 2019 (ayer mismo se despidió de los funcionarios y, cuentan, ha recibido numerosas muestras de cariño en la oficina). No entró con buen pie. Cometió un error que se subsanó sobre la marcha en los Presupuestos con las ayudas sociales a los ayuntamientos. Novatada que le valió el mordisco de la oposición.
Tampoco ha terminado de rematar sus objetivos en vivienda (la nueva Ley sigue en trámites), aunque ha aumentado el parque público disponible (algo que no estaba difícil). Y sí que parece haber cumplido con buena nota con los deberes para conseguir fondos europeos –por lo menos en su departamento no se han recibido los sonoros sopapos que se han llevado otros, aunque ahora toca desarrollar los trámites para que esos millones no viajen de vuelta–.
Pero lo mejor de su paso por la Consejería, sin duda, ha sido su capacidad para bajar el termostato de la calefacción. Otra vez la mediación y la manguera. Un sector incendiado, como la dependencia, vive ahora tiempos algo más sosegados –con el compromiso de que Cantabria será la única comunidad que subirá el sueldo de los empleados del área–. Y, eso, más con tacto que con margen para hacer grandes cosas, fue palpable durante los meses más oscuros de la pandemia. Con el entorno más crítico, con el más sensible, con el más castigado. Las residencias. Miguel Rodríguez, el ex de Sanidad, fue el 'poli malo' y llegó a decir que estos centros no habían «estado a la altura». Duro. Durísimo. Álvarez, 'poli bueno', optó por reconocer que no fueron «previsores» y destacó la importancia de mejorar «los protocolos de coordinación entre los servicios sociales y los servicios sanitarios». Desde dentro, desde las federaciones que aglutinan a las empresas del sector, valoraron las llamadas personales casi diarias que hizo la consejera. El toque humano. El estar disponible, aunque fuera sólo para escuchar.
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Una labor silenciosa. Ahí se mueve bien. Un detalle: es la consejera del Gobierno de la que menos imágenes hay en la hemeroteca de este periódico. Se mueve con discreción y ofrece pocos titulares de los que echan gasolina. En la política de ponerse en la foto –la que más se lleva en Cantabria y en Madrid, en el Gobierno y en la oposición–, no parece tener ganas de dar codazos. Y tampoco se le conoce un papel demasiado activo en la vida interna del PSOE, en las batallas.
Dicen, de hecho, que tiene buena relación con los sindicatos y también con la CEOE. Que tiene cintura para negociar sin torcer el gesto. Que con Revilla –y, por extensión, con el PRC, el socio del bipartito– mantiene la relación más cordial desde el ala socialista. Y que el PSOE, en una encuesta interna, colocó su nombre para ver qué tal sonaba entre los futuribles que pueden aspirar al Ayuntamiento de Santander.
En un Gobierno que camina sobre ascuas con dos dimisiones en un mes, la decisión es poner al frente de Economía y Hacienda a alguien con una manguera.
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